Cada año ofrezco una reflexión de navidad y en esta ocasión he querido centrarla en un fenómeno observado en mi pueblo natal: Cevicos. Mi pueblo no ha escapado de esa tendencia fatal de migrar hacia Estados Unidos por la frontera con México.
La gente comenta con cierta naturalidad el fenómeno y llama mi atención el ver que se ha ido perdiendo esa especia de magia que se vive en los campos.
El campo es un hábitat donde a veces se entrelazan lo humano y lo divino. Lo humano reflejado en las condiciones de vidas y lo divino en la capacidad de resiliencia que poseen los campesinos.
Al mirar la realidad el único personaje que llegaba a mi cabeza es un viejo amigo a quien solo conozco como Kiko la Sábila. Él es un tipo optimista por naturaleza, incluso en ocasiones mi buen amigo Flavio Rondón suele cometer el sacrilegio de decir que está mejor que Kiko como si alguien pudiese estar mejor que él.
Kiko es una persona en donde no cunde el desaliento y cada paso viene renovado. Es un reciclador de esperanza que ven en el día a día la posibilidad de sobrevivir y nada más por eso no encasilla los días en buenos o malos, simplemente son días.
Desconozco su verdadero nombre como supongo que casi todo el pueblo. Aunque su padre se llamaba Francisco, posiblemente heredara su propio nombre y de ahí el hipocorístico, aunque el nombre es lo de menos.
La vida de personas como Kiko la Sábila van construyendo los hechos en el acto mismo, no cuentan con un guion que les permita ensayos porque la vida no se ensaya, sencillamente se vive.
Y no significa que no hayan pasado por experiencias marchitas, es solo que tienen una voluntad tan férrea por la vida que sus experiencias son alicientes para quienes escribimos.
Él es un enamorado de la vida por decisión; busca vivir todos los tiempos, los espacios, las venturas y desventuras de cualquier ser humano común.
Y es Kiko un personaje sublevado contra la resignación, por eso su nombre y su persona me llegaban a la mente al preguntarme ¿será que a nuestros jóvenes les falta conocer a Kiko más allá del tipo que aprendió a vivir con la necesario? ¿El tipo cuya vida permanece en modo felicidad, aunque se caiga el mundo?
Kiko es mi termómetro del bienestar por eso, aunque muchos jóvenes de mi pueblo se vayan permanece en mí cierta sensación de que aún se puede luchar, pero el día que se vaya Kiko la Sábila ahí se me preocuparé porque sería la única vez en que tendría que decirme con pesar: ¡Coño, ahora sí que somos pobres!