Es interesante ver como, cinco siglos después del descubrimiento, genocidio, y colonización de Saint-Domingue, un avión trae unos 400 policías kenianos a Haití, en el marco de una Misión Multinacional pacificadora liderada por ese país africano.
Policías africanos, uniformados y armados, aterrizan en la primera República negra del mundo, producto de la mayor revuelta de esclavos que registra la humanidad (1784). Diferentes etnias esclavizadas dieron inicio a Haití – imprevisible fenómeno social que la humanidad (incluyendo las bandas criminales) aún no tienen la capacidad de asimilar.
Difícil es creer que los kenianos formaran parte del contingente de esclavos que trajo más de 11 millones de africanos al nuevo mundo. Es poco probable que en la genética de la población haitiana aparezcan los grupos Ogiek, Sengwer, Yaaku Waata, Sanya, Endorois, Turkana, Maasai, Samburu que componen la actual población Keniana. Estos tampoco figuran en el registro histórico de la trata hacia la isla de la Hispaniola.
Una de las razones puede ser la distancia entre lo que es hoy la república de Kenia, localizada hacia la parte oriental de África, y los principales puertos vinculados al tráfico y trata de esclavos, localizados hacia la Costa de Oro. Dichos puertos están todos situados hacia el Océano Atlántico, siendo los pueblos cercanos a estas costas más propensos al secuestro e intercambio de poblaciones esclavizadas.
Todo lo dicho antes para destacar que la llegada de kenianos a Haiti no responde al deseo de los ancestros africanos – de volver hoy al Caribe -, a salvar a sus descendientes, sumidos en una paradójica esclavitud moderna, la política corrupta, el narcotráfico y la pobreza, lo que ha dado como producto una criminalidad despiadada traducida en violencia y caos para todo un pueblo.
Muy por el contrario, lo que se vive hoy en Haití es producido por algunos descendientes de aquellas etnias africanas (Yoruba, congo, bantú, mandinga, Dahomey, etc.) que sí poblaron Haití – las mismas etnias que participaron en la mayor revuelta de esclavos al momento de la colonia. Son ellos los que han olvidado sus ancestros, traicionando la historia y produciendo esa realidad de sufrimiento heredado, hacia sus congéneres, inspirados por la maldad, organizados en bandas (vieja táctica del cimarronaje en época colonial), auspiciadas por las elites, asesinando en masa y quemando a las víctimas.
Las bandas criminales que se han apoderado del territorio de una parte de la capital, y de instituciones, bajo la motivación de someter y extorsionar, han olvidado figuras históricas inspiradoras como Toussaint Louverture, Dessalines, Makandal, todos descendientes de esclavos o ellos mismos esclavos libertos.
Las bandas han generado una crisis humanitaria e institucional, que toca por lo menos a 6 millones de individuos de una población de 12 millones. Una verdadera catástrofe, de la que se desconocen las implicaciones a nivel del desplazamiento humano en la región y cuánto afectará a sus vecinos de República Dominicana.
Kenia, con sus policías en Haití, está en el corazón de los que sufren – es parte de la esperanza, en medio de una crisis infinita, que tiene casi los mismos años que tiene la fundación de la república haitiana en 1804, con sus altos y bajos, sus galerías de presidentes, dictaduras, corrupción y pretensiones democráticas – la ocupación norteamericana del 1915 al 1934, y su fuerza de Estabilización (2004-2017), MINUSTAH, Misión de Naciones Unidas para la Estabilización en Haití, que contó con 6,700 soldados y 1,622 policías y civiles.
Compleja realidad, donde la cotidianidad, siempre recuerda, que estamos en el país más pobre del Hemisferio Sur – extrañamente con una diáspora de la mayor representatividad y capacidad intelectual y técnica del Caribe Insular, presente en Universidades y organismos internacionales.
Los haitianos poseen una idiosincrasia, que no creemos los kenianos logren entender fácilmente, razón por la cual la aceptación de enviar esta fuerza a pacificar Haití, en manos de políticos corruptos y delincuentes comunes, es un proyecto rechazado por la clase política keniana y parte de su población civil.
La llegada de policías pacificadores parece ser una aventura tan novelesca y dramática, como fue la llegada de aquellos esclavos, desde los puntos negreros de África de la costa del Atlántico hacia Saint-Domingue.
Nada está garantizado en esta expedición, que el presidente keniano William Ruto defiende como una importante misión humanitaria. “Kenia tiene sólidas credenciales en materia de pacificación y resolución de conflictos. La presencia de nuestros agentes de policía en Haití brindará alivio a mujeres, hombres y niños cuyas vidas han sido destrozadas por la violencia de las bandas armadas", dijo Ruto a sus hombres antes de partir al Caribe.
Asumiendo las críticas de la oposición, el presidente se encuentra en medio de conflictos internos que le han dejado un saldo de 30 muertos en manifestaciones recientes, prometiendo enviar a Haití mil kenianos. Con el riesgo político que eso representa, mientras se escucha en las calles el pedido a su renuncia, lo que generaría cierta incertidumbre, en torno a su compromiso y liderazgo de la fuerza de pacificación – esperando que el enfrentamiento con las bandas no genere bajas importantes en las tropas kenianas, trayendo aún más dificultad al gobierno de Ruto.
Para los kenianos recién llegados, como para los esclavos de la época, Haití puede resultar una experiencia novedosa e inesperada, salvando las distancias, y todos los privilegios que se les están otorgando a estas tropas. Los kenianos libres, que llegan hoy a ayudar a sus hermanos haitianos, pudieran ser vistos, como si los ancestros salieran al socorro de estas nuevas generaciones originadas por la esclavitud y desmembramiento de África que hicieron y han hecho las grandes potencias.
Pero no, estos recién llegados se parecen más a los esclavos traídos a la colonia, dado el desconocimiento absoluto que tienen de la realidad a la cual están siendo trasladados y que tendrán que enfrentar. Ellos tampoco conocen la lengua del anfitrión, el creole haitiano, la geografía, la aridez del terreno, el sincretismo religioso, la riqueza cultural, la historia, y esas pretensiones de soberanía presentes en ciertos sectores de la sociedad haitiana .
De aquí que la presencia de una fuerza de pacificación sea vista dentro y fuera de Haití, con suspicacia, frente a la situación de caos y violencia extrema que vive ese país, que pocos creen se resuelva con fuerzas externas. Ya que siempre hay una variable desconocida, que entra en juego, por ejemplo, el aspecto del armamento, en un país controlado por bandas.
A pesar de todo lo que se ha publicitado sobre la crisis y sufrimiento del pueblo haitiano, paradójicamente, las armas siguen llegando al territorio, como destaca la prensa Le Nouvel Observatoire y el canciller dominicano Roberto Álvarez, ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas – haciendo un llamado a “fortalecer la integración regional y seguridad, frente al envío de armas que fluyen ilícitamente al territorio”.
Esto indica que las bandas están muy bien armadas y, ante el despliegue de los kenianos, están dispuestas a negociar o a pelear, dándole un matiz heroico a la barbarie criminal, como lo deja ver el líder del Grupo G 9 y aliados, Jimmy Cherizier, alias Barbecue. Y parece que habrá que negociar bajo el riesgo de un genocidio.
Los kenianos, que ya han tenido sus enfrentamientos con las bandas, también son reconocidos como una policía muy bien entrenada, dura. Aunque se les acusa de corruptos en Kenia, es sabido, que participan en complejas operaciones junto con el ejército estadounidense en África, y deberían tener las capacidades para enfrentar las bandas sin atropellar al pueblo, lo cual parece ser difícil.
Pareciera que la crisis haitiana tiene componentes desconocidos para el gran público, como son el financiamiento y el negocio de armas, lo que a su vez puede dar al traste con el proceso de pacificación, generando un derramamiento de sangre. A menos que las bandas entreguen las armas, todo parece indicar que habrá negociación, como sugirió el ex presidente Michel Martelly.
Quisiéramos concluir estas reflexiones con la frase de un amigo, que permanece en Haití, tras preguntarle, ¿Cómo están las cosas después de la llegada de los kenianos? En tono lacónico, nos dijo, “Rien n’est claire en Haïti.” Nada está claro en Haití…