Es claro que las actuales circunstancias en que viven envueltos nuestros jóvenes los hacen presa de múltiples situaciones que atentan contra su bienestar y en general, su salud mental. Familias desestructuradas, entornos sociales de pobreza y exclusión, alto consumo de alcohol y otras sustancias, son solo algunas de dichas circunstancias.

Tuve la oportunidad de llevar a un grupo de estudiantes de psicología de la asignatura Intervención Social que actualmente imparto, a la Parroquia y a la Escuela Domingo Savio del barrio del mismo nombre. Allí tuvieron un primer contacto, a través de la directora y el párroco, de una realidad dura en que viven los jóvenes de allí.

El abuso sexual y embarazo a muy temprana edad, los problemas de bulling y violencia, la inseguridad y la falta de expectativas son solo parte de esos muchos problemas que estos jóvenes enfrentan en el día a día y de los cuales, algunos de ellos, salen “airosos “al desarrollar competencias y comportamientos protectores.

La escuela es una gran oportunidad para alcanzar tales propósitos, sobre todo cuando en la misma prima una visión clara de su función en el desarrollo de ellos y se cuenten con docentes, directivos, maestros, profesionales de la psicología y la orientación motivados y comprometidos con su presente y su futuro.

Qué complejo y difícil es promover bienestar y salud mental en una juventud que vive rodeada de tantas precariedades económicas y sociales, además de todo cuanto se desarrolla en esos entornos vinculados a la delincuencia, el microtráfico y otras tantas prácticas sociales negadoras de la vida y el bienestar.

Nos condujo a visitar dicho entorno el interés que el grupo de estudiantes tiene por comprender los factores de riesgos y protección que rodean la vida de los jóvenes hoy y, sobre todo, aquellos que viven en situaciones de vulnerabilidad como las descritas anteriormente.

La zona visitada, el barrio Domingo Savio, conocido como Los Guandules, es parte del cordón de pobreza de la ciudad de Santo Domingo que va del puente Duarte hasta el Francisco J. Peynado, que constituye la zona más densamente poblada del país con un nivel de hacinamiento importante, lo que la constituye de por sí de muy alto riesgo.

No está demás señalar, por supuesto, que el grupo de jóvenes menores de 24 años a nivel nacional constituye más del 40% de la población, según la Oficina Nacional de Estadística y es de esperar que este mismo comportamiento por edad poblacional se replique, más o menos, en dicha zona.

La situación de riesgo antes descrita no es óbice para la indagación y el desarrollo de propuestas que, desde la escuela, puedan constituirse en un factor de protección y, por tanto, de aseguramiento de una cierta calidad de vida y bienestar psicosocial en los jóvenes de estos sectores.

Justamente un concepto que ha venido trabajándose hace algún tiempo desde la psicología social es el de la resiliencia procurando que niños, niñas y jóvenes puedan sobrevivir a las adversidades de su entorno, desarrollando comportamientos asertivos, motivados, autónomos que les permita desarrollar habilidades sociales para la vida.

El Informe PISA 2022 nos ofrece una evidencia potente a este respecto pues señala que “alrededor del 13% de los estudiantes desfavorecidos en República Dominicana fueron capaces de obtener puntajes en el cuarto superior de rendimiento en matemáticas”, muy a pesar de “su desventaja socioeconómica”.

Saúl Montero, un joven que terminó su bachillerato en la escuela Domingo Savio, optó por una beca en el INTEC para estudiar la licenciatura en matemáticas, graduándose Magna Cum Laude, constituye un ejemplo palpable de que los sueños con esmero y disciplina pueden tumbar barreras. Como él hay muchos otros jóvenes que son ejemplos en sus comunidades.

Eso significa que sí es posible desarrollar competencias favorecedoras aún en condiciones extremas, que permitan a los jóvenes alcanzar determinados propósitos para lograr un nivel de vida digno y que sirvan de ejemplos, al mismo tiempo, a otros muchos que viven en las mismas condiciones.

Algunos estudios ponen de relieve la importancia de mitigar los riesgos enriqueciendo los vínculos sociales, la necesidad de fijar límites claros y firmes y enseñando habilidades para la vida; como también, brindando afecto y apoyo, estableciendo y transmitiendo expectativas elevadas, así como proveer oportunidades significativas de participación.

Otros estudios e intervenciones ponen de relieve, además, la importancia de la autoestima, cuestionando y superando el estigma de la disfuncionalidad, el peligro y la fuerte sensación de no tener futuro, cuando se trata de contextos de pobreza que caracteriza estos entornos.

Se procura identificar y hacer uso de los talentos y las habilidades especiales tanto de los niños, niñas y jóvenes, como de los propios maestros y docentes, con el propósito de incentivar y desarrollar comportamientos resilientes capaces de fortalecerlos ante los embates de la vida que les ha tocado vivir.

No se trata de desresponsabilizar a los gobiernos, líderes políticos y sociales de promover y crear las condiciones propicias para el desarrollo de una sociedad organizada donde impere el trabajo digno y el bienestar colectivo, sino, además, de propiciar nuevas maneras de pensar y actuar en los jóvenes de hoy para el futuro.