Introducción
De largo aliento son los esfuerzos que es preciso realizar, tanto en el sistema educativo formal como a través de todos los medios posibles, entre ellos los digitales, que hoy han alcanzado inusitada preponderancia, para que la juventud dominicana conozca nuestro accidentado y aleccionador devenir histórico.
Sin una adecuada y sistemática formación histórica, es imposible que las nuevas generaciones puedan dimensionar los ingentes esfuerzos del pueblo dominicano para alcanzar, “con sangre, sudor y lágrimas”, parafraseando el gran discurso de Winston Churchill al pueblo inglés, a convivir en democracia, no obstante sus imperfecciones y vulnerabilidades, esas que llevaron a afirmar a Lincoln que “ la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás” y de lo cual han partido quienes sostienen que “ los problemas de la democracia se resuelven con más democracia”.
Un capítulo fundamental y edificante de la historia de nuestro siglo XX que bien merece profundizarse y enseñarse a la juventud actual, entre tantos otros, es, precisamente, la lucha de esa misma juventud para procurar abrir surcos de libertad en medio de la larga noche de la tiranía trujillista durante el efímero pero luminoso periodo que con enorme acierto el historiador Bernardo Vega ha denominado como “el interludio de tolerancia”, es decir, entre los meses finales de 1946 y los primeros de 1947.
No pretenden estas notas, en modo alguno, detallar con precisión los pormenores de aquel edificante como efímero paréntesis libertario y los grupos que en mismo, desde diferentes adscripciones ideológicas, encarnaron la lucha. En la ocasión, nos centraremos en los ideales, acciones y vicisitudes de la Juventud Democrática, uno de los que con más ardor cívico y fe democrática se propuso jugar su papel histórico en aquellas difíciles como exigentes circunstancias.
1.- El contexto
Si algo contribuyó, entre otros muchos factores, a la vigencia de Trujillo, fue su astucia para advertir hacia donde soplaban los vientos de los intereses norteamericanos y sus designios geopolíticos en el mundo y en la región. “Ad contrarium”, el no calibrarlos, especialmente tras el triunfo de la revolución cubana y tras el ascenso de Kennedy a la presidencia norteamericana, precipitaron su caída.
Despuntó la segunda guerra mundial el 3 de septiembre de 1939 tras la declaración de guerra a Alemania por parte de Inglaterra y Francia. Cuando a las 7:55 de la mañana del 7 de diciembre de 1941, la flota aérea japonesa atacó a la flota naval norteamericana situada en la base de Pearl Harbor, Estados Unidos entró en la guerra.
Trujillo, que gobernaba por persona interpuesta, a través del notable jurisconsulto Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (Don Pipí), el 8 de diciembre del 1941 desde su dirección en Nueva York, 36 Collect Gobt 81, le dirige un cable en el cual le expresa: “recomiendo que nuestro gobierno se reúna y declare la guerra al Japón en solidaridad con el pueblo y el gobierno norteamericano con los cuales estamos vinculados de manera sincera”.
Trece días después, el 21 de diciembre de 1941, esta vez desde su dirección de Washington, D. C 21, Domghr 11th, comunicaba a Troncoso de la Concha: “recomiendo Congreso declare guerra a Alemania e Italia tal como lo ha hecho el Congreso Norteamericano”.
Demás está decir que ambas indicaciones, que en la práctica eran órdenes, se cumplieron a pies juntillas con la celeridad de un rayo.
El 15 de agosto de 1945 se anunciaba el triunfo de los aliados y parecían soplar vientos bonancibles que presagiaban paz y democracia, tras ser vencido el frente nazi-fascista.
En nuestra región caían dictadores como ramas secas tronchadas por vientos huracanados. Como ejemplo, cabe significar que Medina Angarita fue vencido por Betancourt, en Venezuela, Juan José Arévalo triunfó contra la tiranía de Jorge Ubico en Guatemala; Grau San Martín derrotó a Batista en Cuba y fue vencido Maximiliano Hernández en el Salvador. Sólo quedaban de pie las tiranías de Anastacio Somoza (Tacho), en Nicaragua, Tiburcio Carías en Honduras y Trujillo en la República Dominicana.
Soplaban vientos de libertad en el mundo y en la región y consciente de ello, Trujillo, para congraciarse con los vencedores, procuraría mostrar credenciales democráticas permitiendo, tras complejas negociaciones políticas, el breve interregno de aparente apertura política.
Ya a principios de la década de 1940, había surgido lo que se denominó “ El frente interno” integrado por la Juventud Revolucionaria (JR), específicamente, en 1944, constituida primordialmente por jóvenes universitarios, para luchar en la clandestinidad contra la tiranía de Trujillo, así como había nacido el Partido Democrático Revolucionario Dominicano( P.D.R.D) y un tercer grupo, de corta duración, la Unión Patriótica Revolucionaria (UPR) que tenía entre sus principales dirigentes al Dr. Viriato Fiallo, al Lic. Gilberto Fiallo, al Lic. Rafael Alburquerque Zayas Bazán, al Lic. Miguel Campillo Pérez, entre otros.
En 1943, el PDRD había efectuado su congreso bajo el lema “Por la Victoria de la Democracia en la República Dominicana y en todo el mundo”.
Es de imprescindible importancia comprender estos precedentes, dado que la Juventud Revolucionaria (JR) resurgiría dos años después, ya en la transitoria legalidad concedida por Trujillo, con el nombre de Juventud Democrática (J.D), en octubre de 1946, y el Partido Democrático Revolucionario Dominicano ( P.D.R.D) se transformaría, en las mismas circunstancias, en el Partido Socialista Popular ( PSP).
En cuanto al PSP, su aparición pública se produjo mediante un manifiesto dado a conocer el 27 de agosto de 1946 suscrito por Freddy Valdez, Roberto McCabe, Ramón Grullón, Mauricio Báez, Héctor Ramírez Pereyra, Rafael A. Quennedit, Luis Escoto Gómez y Antonio Soto H.
3.- Las bases ideológicas de la Juventud Democrática
La Juventud Democrática nación formalmente a la luz el 15 de octubre de 1946 mediante un manifiesto firmado por los miembros de su Comité Central, que lo eran entonces: Salvador Reyes, Manuel Mena Blonda, Josefina Padilla Deschamps, José Antonio Martínez Bonilla, Virgilio Díaz Grullón, José Manuel Peña Hijo (Cuco) y Juan Bautista Ducoudray Mansfield.
Tras anunciar su aparición, la Juventud Democrática fue inmediatamente cuestionada y denunciada como comunista por la propaganda trujillista. Era la forma aviesa de sentar las bases de su posterior ilegalización, pues conviene no olvidar que mediante la ley 1203, el 20 de octubre de 1936, Trujillo había declarado la proscripción del comunismo en la República Dominicana.
Es por ello que a través de la primera edición de su periódico del mismo nombre “Juventud Democrática”, – se editaba en la Arzobispo Nouel No. 33 bajos, de la entonces Ciudad Trujillo y tuvo entre sus primeros directores a José Antonio Martínez Bonilla y a Virgilio Díaz Grullón-, ante las insinuaciones maliciosas de la prensa trujillista que le tildaba de organización comunista, sus dirigentes se vieron precisados a explicitar sus bases ideológicas, frente a quienes “ por mala intención o desconocimiento de los principios de la democracia y del comunismo” se encargaron de sembrar confusión en torno a su verdadera línea política, cultural y social.
Argumentaban que “para combatir o defender una doctrina, es necesario conocerla, y bastan conocimientos elementales para saber que el marxismo-revolucionario es la base teórica y práctica de todo partido u organización comunista, uno de cuyos principios fundamentales es “la lucha de clases” ya que considera la sociedad actual dividida en dos clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.
Considerando al proletariado como la clase más explotada y más revolucionaria, toda organización comunista está compuesta, en su casi totalidad, por proletarios, por obreros. Es una organización o partido de clase”.
En el artículo 1 de los mismos quedaría claro que la organización, en lo concerniente a su membresía, estaría compuesta por: “estudiantes, trabajadores y profesionales jóvenes, sin distinción de sexo, religión, raza o posición social”, con lo cual dejaba establecida su diferenciación con relación a un partido marxista.
Y afirmaba: “ en la J.D pueden ingresar jóvenes democráticos, liberales, cristiano-demócratas, social-cristianos, etc., que todas estas doctrinas son, unas más, otras menos, de orientación democrática y la J.D. acepta a cualquier joven con tal que satisfaga la siguiente condición: “ que su lealtad a la causa democrática del pueblo y a la J.D. sea indiscutible. Por consiguiente, la J.D. no es una organización, ni mucho menos un partido comunista”.
No obstante, se cuidaría mucho de establecer su carácter no excluyente al aclarar, que la Juventud Democrática : “no es, como organización, comunista, tampoco es anti-comunista, por dos razones: una, porque las organizaciones y partidos comunistas en todas partes han sostenido siempre lucha firme contra los enemigos del pueblo, y que sería un contrasentido que una organización que acepta en sus filas a jóvenes de orientación comunista (porque pueden pertenecer a la J.D. jóvenes de toda tendencia democrática) fuera anti-comunista. Solo la reacción es anticomunista.
La orientación ideológica de la J.D. es la democracia progresiva y popular, como muy claramente se expresa en nuestro Manifiesto. DEMOCRACIA, este es nuestro credo”.
Y una semana después, en la segunda edición de Juventud Democrática del 14 de octubre de 1946, como para no dejar dudas en torno a su orientación genuinamente democrática, darían a conocer su Declaración de Principios, la cual contaba de 9 puntos, a saber:
1.- La Juventud Democrática es una Organización que defiende los intereses políticos, culturales, sociales de la juventud, compuesta por estudiantes, trabajadores, profesionales jóvenes, sin distinción de sexo, religión, raza o posición social, a condición de que su lealtad a la causa democrática del pueblo y a la J.D sea indiscutible. La Juventud Democrática no es un partido político.
2.- La Juventud Democrática lucha por el desarrollo y consolidación de un régimen democrático progresista y popular; por la libertad política y la independencia económica de nuestra Patria y por el mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de todos los sectores de nuestra población; a fin de que la juventud pueda desenvolverse y formarse en un ambiente propicio para hacer de cada joven un ciudadano consciente del ejercicio de sus derechos y del cumplimiento de sus deberes.
3.-La Juventud Democrática dedica su lucha a desarrollar y garantizar las libertades fundamentales del hombre, cooperando en la educación política y cultural del pueblo con una amplia labor dentro de las masas juveniles, a fin de capacitarlo para luchar por el bienestar popular y el progreso de nuestra Patria.
4.- La Juventud Democrática trabajará con todas sus fuerzas para poner término a la actuación de los especuladores, usureros, demagogos y todos aquellos que de una manera u otra perjudiquen el desenvolvimiento democrático, económico y cultural del pueblo dominicano.
5.- También es propósito de la Juventud Democrática contribuir a levantar la instrucción técnica, cultural y política a un primer plano de interés nacional, haciendo de la escuela el lugar de formación de la nueva conciencia dominicana; propugnar por una reforma universitaria con el propósito de facilitar los estudios superiores a la juventud procedente de las clases pobres del país y de erigir la Universidad en centro difusor y defensor de los intereses culturales y políticos del pueblo dominicano.
6.- La Juventud Democrática prestará su concurso entusiasta al desarrollo de cualesquiera otras organizaciones juveniles, de orientación democrática, sean políticas, culturales, estudiantiles o de otra índole, sentando las bases para la creación de una liga juvenil democrática dominicana que establezca la unidad de las juventudes nacionales.
7.- La Juventud Democrática luchará por forjar un amplio movimiento de unidad nacional de la juventud. En este sentido colaborará con todos los sectores y organizaciones juveniles progresistas en todas sus actividades.
8.- En el aspecto internacional, la Juventud Democrática establecerá relaciones estrechas con las organizaciones de la juventud democrática de los países de América y del resto del mundo, contribuyendo así a la fraternidad de los pueblos y a la conquista de la paz justa y popular; y se incorporará al movimiento internacional de las juventudes democráticas y antifascistas, representadas por la Federación Mundial de las Juventudes Democráticas.
9.- La Juventud Democrática orientará su lucha de acuerdo con los principios de la democracia progresiva: hacia la abolición de todo género de explotación social; hacia la conquista plena de nuestra independencia nacional; hacia el progreso constante de nuestro pueblo, hasta elevar a nuestra Patria al nivel de prosperidad y cultura de que gozan las naciones más civilizadas del mundo.
Al final de su Declaración de Principios, y como forma de espantar sospechas en torno a la transparencia de sus actuaciones, declaraban los dirigentes de la Juventud Democrática: “Sobre la base de estos principios actuará la Juventud Democrática de acuerdo con lo establecido por la Constitución y las leyes, cuyos derechos y deberes ejercitaremos y cumpliremos, y respetaremos en los demás, para que a la vez sean respetados en nosotros”.
Continuará