Desde el estallido del conflicto bélico en Ucrania el pasado 24 de febrero del año curso, muchos analistas y hacedores de opinión han llegado a la conclusión de que definitivamente nos encaminamos a un mundo multipolar sin el dominio absoluto en materia económica y política por parte de Occidente, en especial de los Estados Unidos.
La apuesta de Occidente en este conflicto, y en especial de los Estados Unidos, es: con una guerra más prolongada en Ucrania Rusia se debilitaría y les daría ventajas comparativas para negociar una mejor repartición del pastel. Ahora bien, si finalmente Rusia termina controlando a Ucrania, Occidente estaría contemplando un escenario donde se ponga de relieve la ley Murphy (contemplado el peor escenario). Dada esta coyuntura, Europa Occidental estaría en juego desde la visión anglosajona (estadounidenses y británicos) y, por tal razón, estarían apostando al rearme de Europa, especialmente con armamento nuclear.
En la Unión Europea, la principal potencia nuclear es Francia, y la nación gala por si sola no puede lidiar con la seguridad del continente. Por consiguiente, necesita en este terreno la convergencia de la alianza francoalemana para lograr dicho objetivo. La interrogante que queda en el aire es la siguiente: ¿va a permitir los Estados Unidos un rearme de Alemania? Sabemos que los alemanes no acarrean esa impronta militar imponente desde la caída del nazismo. Una Alemania armada y sólida militarmente podría desplazar a los Estados Unidos de la influencia geopolítica y geoeconómica que ejerce sobre Europa Occidental.
La visión geopolítica de Occidente, que se rige por la visión anglosajona como mencionamos anteriormente, no confluye con Francia ni Alemania. La visión transatlántica de la OTAN aupada desde la óptica anglosajona no va de la mano con los intereses económicos y de seguridad de Europa Occidental. Y, por lo tanto, en la medida que la OTAN se fortalece, se debilita de la misma manera Europa. Los actores claves de Europa (Francia y Alemania) saben eso, pero no encuentran la forma de como desligarse de esa lógica transatlántica. La realidad es que mientras Europa no pueda actuar de manera autónoma en su relación con Rusia, no habrá seguridad garantizada en el territorio europeo en su conjunto por esa discontinuidad de intereses que hicimos mención más arriba.
Con una apuesta clara a la extensión del conflicto, los Estados Unidos busca ir alimentando la narrativa antirrusa en Europa, para que de esta forma los países europeos se vean compelidos a disminuir su dependencia energética de Rusia, y con ello, crece la participación de mercado del gas estadounidense. Por otra parte, Europa necesita que esta Guerra acabe lo antes posible para de esta forma disminuir los costos de energía y de cierta forma atenuar un poco la inflación galopante que golpea duramente a sus ciudadanos en la actualidad.
Alemania, sin dudas, jugará un rol determinante en el tablero geopolítico de Europa en medio de esta crisis. Por ejemplo, en marzo el canciller alemán, Olaf Scholz, anunció que su país va a iniciar una fase de rearme que no se veía en el país en los últimos 50 años, con una inversión de poco más de 50 mil millones de euros en los próximos tres años. Sin embargo, en Alemania convergen ciertas complejidades internas. La constitución alemana estipula que ese país solo puede tener material bélico defensivo no ofensivo, lo que de entrada es un factor limitante para un rearme nuclear. En otro tenor, la sociedad alemana que constituye una parte importante la centroderecha y la izquierda, que hoy gobierna ese país como son los: demócratas cristianos, socialdemócratas, verdes y la izquierda más radical que son poco receptivos a ese tipo de cuestiones, representan cerca del 40% de la sociedad alemana.
Dado este escenario complejo, es menester, de que esto va a generar un debate importante dentro del seno de la sociedad alemana sobre las implicaciones directas e históricas que traen consigo la Guerra. Porque históricamente en Europa, los conflictos bélicos han movido el espectro político de sus sociedades hacia la extrema derecha, porque enciende el sentimiento de la seguridad nacional, y ante un escenario de incertidumbre esos grupos apelan a esa narrativa para posicionar al electorado para que voten en claves conservadoras. Y, en el caso específico de Alemania está la AFD, que es un grupo de extrema derecha que encarna el neonazismo, que paradójicamente es muy fuerte en la parte oriental del país, que fue comunista.
Sin dudas, la sociedad alemana en esta coyuntura actual enfrenta una disyuntiva muy compleja: se derechiza a la sociedad y asume los riesgos que eso conlleva que es la destrucción del sistema político actual que converge con la centroderecha y la centroizquierda que de cierta forma le ha dado estabilidad política y económica al país. Una Alemania a la extrema derecha no es solo un peligro para Europa sino para el mundo, ya que históricamente cuando Alemania se ha movido a la extrema derecha, ese país retoma su concepción imperial y expansionista, y la traducción que eso tuvo en Europa en los siglos XIX y XX fueron Guerras devastadoras. En definitiva, hay que ver que enfoque tendrá ese rearme alemán: una respuesta a Rusia o una configuración autónoma geopolítica junto con Francia para ser actores claves en el bloque occidental ante el advenimiento de un nuevo sistema de gobernanza multipolar.
Finalmente, un sistema de seguridad efectivo para Europa debe contar con una Europa autónoma que trabaje de la mano con Rusia; un sistema de seguridad basado en la OTAN sería un fracaso en el mediano y largo plazo, y tendría consecuencias nefastas para la paz mundial, ya que la visión anglosajona de la OTAN es una visión antirrusa. Y, si agregamos a la ecuación el enfrentamiento geopolítico de los Estados Unidos con China añade más leña al fuego. Algo que traerá como resultado un desmoronamiento paulatino del sistema de gobernanza que aún controla Occidente con los Estados Unidos a la cabeza, porque no garantiza una seguridad efectiva a sus socios actuales y potenciales, ya que los intereses estadounidenses no convergen con los suyos. Es por ello, que afirmamos que estamos en medio de un juego de suma cero, que no importa desde que óptica se visualice: estamos en la antesala de un mundo multipolar.