En un contexto global marcado por profundas crisis sociales, económicas y ecológicas, y el drama de la guerra, el Papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia a la celebración del Año Jubilar 2025, Peregrinos de la Esperanza. En medio de un panorama donde la desigualdad, el cambio climático y los conflictos armados desdibujan el horizonte de paz y justicia, la Iglesia hace un llamado urgente a retomar los valores del Evangelio, no como una simple tradición religiosa, sino como un faro para guiar a la humanidad hacia un mundo más humano, próspero, justo y en paz.

Ya a las puertas de este año jubilar la Iglesia está celebrando la última etapa del Sínodo de la Sinodalidad, realidad con la que el liderazgo del Santo Padre junto al colegio de los obispos, busca redireccionar el testimonio eclesial para que muestre a la Iglesia de una manera más sencilla, humana, abierta, inclusiva y profética, para hacer de ella un claro faro de luz y de esperanza que impulse y mueva a toda la humanidad a la esperanza, a una nueva confianza en las capacidades humanas para la paz y justicia globales, a un verdadero optimismo hacia el futuro.

El Jubileo se presenta como un faro de esperanza en un mundo fragmentado por la codicia, la desigualdad, la guerra, el cambio climático y la exclusión. Como lo expresa el Papa Francisco, este tiempo jubilar busca “proclamar el evangelio de la misericordia y la paz”. Es un llamado a la reconciliación entre las naciones, los pueblos y con la creación misma, promoviendo un desarrollo integral y sostenible que se funde en la dignidad humana.

Una Apuesta por un Mundo Más Humano

Uno de los pilares de este Jubileo es la humanización de las estructuras. La tecnología y el progreso económico han traído muchos beneficios, pero también han contribuido a deshumanizar las relaciones sociales, transformando al ser humano en un medio en lugar de un fin. El modelo económico global, basado en el consumo desenfrenado y la acumulación de riqueza, ha generado una cultura del descarte que margina a los más vulnerables y destruye la creación.

El magisterio del Santo Padre tiene como eje de su enseñanza poner en el centro a la persona humana, recordando que el bienestar de la humanidad no puede medirse solo por índices económicos, sino por la dignidad de cada persona. El Jubileo de la Esperanza nos desafía a reconocer que toda vida humana es sagrada, valiosa e inviolable, y que nuestra verdadera riqueza reside en la capacidad de construir relaciones justas, compasivas y solidarias.

Una prosperidad con cara de justicia

La prosperidad va más allá del bienestar material. La auténtica prosperidad es aquella que incluye a todos y excluye a nadie.  El Jubileo de la Esperanza sin duda nos pondrá en términos celebrativos un replanteamiento de nuestras prioridades económicas, en donde la equidad y la justicia sean el rostro del bienestar y el progreso.

En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco denuncia la lógica de “ganancia a cualquier costo”, que ha llevado a la exclusión de millones de personas de los beneficios del progreso.  La Iglesia propone un modelo económico basado en la solidaridad y principio de subsidiaridad, en el bien común, donde la riqueza no sea acumulada por unos pocos, sino que sea compartida para el beneficio de todos. Un modelo que promueva el desarrollo sostenible y el respeto por la creación, reconociendo que la prosperidad de la humanidad está intrínsecamente ligada a la prosperidad del planeta.

Este jubileo será una invitación a volver a mirar, a descansar nuestros ojos en quienes están pendientes de justicia y quienes necesitan de la caridad cristiana para hacer más clara su dignidad de personas

Un llamado a la paz global

La escena global es asustadiza y de nervios, a todos nos invade la angustia por la irracionalidad de la guerra ve como los conflictos armados continúan siendo una realidad dolorosa, el Jubileo de la Esperanza se erige como un clamor por la paz global. La Iglesia llama a todos los creyentes y personas de buena voluntad a ser artesanos de la paz, promoviendo el diálogo, la reconciliación y la justicia en todos los niveles de la sociedad.

El compromiso con la paz demanda de todos, un rechazo rotundo a las lógicas de violencia, explotación y opresión que siguen imperando en muchas regiones del mundo. La Iglesia recuerda que no puede haber paz sin adhesión a la verdad, la justicia, libertad y solidaridad, verdaderos pilares de la paz (como han insistido los papas de los últimos 80 años), y que cualquier proyecto de paz duradera debe comenzar por garantizar los derechos fundamentales de todos los seres humanos, especialmente de aquellos que han sido vulnerados, descartados, silenciados y marginados.

2025, un canto a la esperanza

El próximo año será un año jubilar que procura ser un canto de esperanza, el impulso alegre y vigoroso por un mundo más humano, próspero, justo y en paz. Es una invitación a todos los creyentes a tomar en serio el mensaje del Evangelio y a trabajar activamente para transformar las estructuras injustas que perpetúan el sufrimiento y la exclusión. En un mundo cada vez más fragmentado y desigual, el Jubileo nos recuerda que la verdadera esperanza radica en nuestra capacidad de construir una sociedad basada en el amor, la justicia y la fraternidad, la tolerancia y la inclusión.

Dios nos ayude a todos a prepararnos con empeño para ese gran acontecimiento eclesial que de seguro impactará el mundo, porque será el primer año de implementación de las conclusiones y recomendaciones del Sínodo de la Sinodalidad.

Desde ya estamos a la expectativa de lo que el Espíritu Santo dice a la Iglesia y al mundo a través de estos acontecimientos de salvación y esperanza en las promesas del Señor.