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Don Juan José Arévalo conversa con Don Fernando Amiama Tio en el Palacio Nacional.

Con don Juan José Arévalo Bermejo (1904-1990), notable educador y político y expresidente de Guatemala, esa querida nación que Miguel Ángel Asturias hermosamente definiera como el “país de la eterna primavera, ramo de violetas en el cinturón de América”, tiene contraída la República Dominicana una deuda impagable de gratitud y respeto perennes por todo lo que hizo en favor de nuestra libertad brindando su apoyo invaluable a los exiliados en la lucha contra los desmanes de la tiranía trujillista.

En su visión progresista y latinoamericanista  soñó, como él mismo expresara, con  que “la democracia fuera efectiva en el Mar Caribe”,  y de ahí este saldo incancelable que tendremos siempre con su memoria, pues como expresara con tanto acierto Don Ángel Miolán, que fue su amigo, “luchó por ayudar a nuestro país a recobrar formas decentes y dignas de vida”.

La feliz ocasión de la reciente escogencia de Don César Bernardo Arévalo de León, digno vástago de  Don Juan José Arévalo, para ocupar la presidencia del querido país hermano, como lo hiciera su padre en el sexenio comprendido entre 1946 y 1951, es ocasión propicia para evocar, aunque en breves trazos, y en abono de la edificación de la conciencia histórica de las nuevas generaciones de dominicanos y guatemaltecos, la actitud permanente de compromiso de este gran demócrata con las mejores causas de nuestro pueblo en uno de los períodos más difíciles de su historia.

1.- Su apoyo a los expedicionarios de Cayo Confites y los ataques furibundos en su contra por parte de la tiranía

Don Juan José Arévalo, como le definiera el veterano periodista Julio César Martínez, fue un “hombre de ideas, de posiciones verticales, de militancia de trinchera”, que se definió siempre a sí mismo y, sin fisuras, como nacionalista y antiimperialista, todo lo cual le condujo, con el respaldo de su pueblo, a alcanzar la más alta magistratura del Estado.

Don Ángel Miolán, ya citado, le definió justicieramente como “… de imponente estatura, un hombre afable, sencillo, amistoso, preparado, inteligente y valientede cuna humilde, partiendo de cero, se pasea triunfador por la vida pública de Guatemala, su patria, hasta escalar sus cumbres más altas…un hombre de pensamiento, como intelectual de altos vuelos, como hombre público fuera de serie, como hombre público tocado de los mismos sueños e ideales que iluminaron al genio de Bolívar. La tierra del Quetzal no ha tenido un Presidente de más personalidad ni un luchador más sincero”.

Como todo líder de irreductibles convicciones, sería también un gran incomprendido, lo cual él mismo refería, apelando a una anécdota conforme la cual, mientras estudiaba en Argentina, antes de ascender al poder en Guatemala, fue objeto del repudio de un núcleo profesoral filonazista que motivaba dicha actitud al considerarle partidario del “New Deal” es decir, como adherente a los postulados de Roosevelt, nada más lejos de sus ideales y convicciones políticas.

Por aquellos días, no obstante que los países aliados lograron vencer a las potencias del eje en la segunda conflagración bélica mundial del siglo XX, en nuestro país se afianzaba la tiranía, pues Trujillo, con su demostrada astucia, como forma de preservar su poderío, no vacilaría en colocarse al lado de los Estados Unidos.

Efímero fue el triunfo del ideal democrático, pues a poco iniciaría la  guerra fría, polarizando a los Estados Unidos y a la URSS en dos bloques geopolíticos antagónicos e irreconciliables, ocasión propicia para el afianzamiento de los  regímenes dictatoriales.

En aquellas difíciles circunstancias, Don Juan José Arévalo prestó su concurso moral, logístico y político a la gran expedición de Cayo Confites de junio de 1947, que pudo ser, la más exitosa acción guerrillera contra Trujillo, pues  además de su gran acopio de armamentos y combatientes-  se hicieron de armas que ni el ejército cubano tenía al momento-, llevaron a cabo acciones de inteligencia que le permitieron informarse debidamente en torno a  efectivos y dispositivos de que disponía la dictadura.

Gracias a su amistad con el general Juan Domingo Perón pudieron conseguirse mil rifles y sus correspondientes pertrechos para armar la expedición. En la ocasión puso de manifiesto su compleja habilidad, dado que Perón desconocía cual era el verdadero destino de dichas armas.

Pero pudo más  la compleja maraña de adversidades, desencuentros, contradicciones y delaciones que terminaron arruinando aquellas auspiciosas posibilidades, las cuales el mismo Arévalo reconocería y lamentaría años después, al recriminar públicamente la  censurable  conducta de Grau San Martín, quien ofreció a los expedicionarios sus garantías de apoyo para llegar sin tropiezos a Santo Domingo para pocas horas después, cuando ya se encontraban en el aeropuerto a punto de despegue, impartir órdenes de que los mismos fueran apresados, lo cual, como él mismo dijera, dio pie a una jocosa expresión venezolana en la cual se definía la Cuba de entonces como “ un país de guayabera, de rumba y de café con leche”.

Tras aquel primer envite, Trujillo no perdió tiempo en afianzar su capacidad armamentística, obteniendo el efectivo concurso de Perón en Argentina y Dutra en Brasil y, bien asesorado, contando con el concurso de los húngaros, veteranos de la segunda guerra mundial, dio arranque exitoso a la fábrica de armas de San Cristóbal y comenzó a galvanizar aún más sus aparatos de inteligencia y sus redes de espionaje, lo que le permitió estar en condiciones más ventajosas para vencer nuevas incursiones, como quedó demostrado dos años después con la expedición de Luperón de 1949.

A partir de 1947, se incrementaron los furibundos ataques de la tiranía trujillista contra Arévalo, pues el nombre comenzó a surgir en los interrogatorios a los expedicionarios, evidenciándose su compromiso con los mismos. La propaganda tiránica le tildaba con el grotesco apelativo del “títere de Moscú” y le hostilizaba sin descanso, afirmando que “Mientras Betancourt y Grau San Martín pugnan por alterar el estatus quo del Caribe, el tercer aventurero de la pandilla marxista, Arévalo, hace esfuerzos para desencadenar la guerra en Centroamérica”.

3.- El Presidente Arévalo  y su respaldo a la expedición de Luperón.

Y luego vendría, dos años después, la expedición de Luperón, concebida con tácticas diferentes pero, a todas luces, con menos posibilidades de triunfo que la primera. No obstante, de igual manera, recibiría el respaldo irrestricto del líder guatemalteco. Se acusaba específicamente, a Arévalo de haber propiciado el referido concurso a través del capitán Guirola, del Ejército de Guatemala, pues desde uno de sus lagos salieron los expedicionarios en aviones anfibios, traicionados por los propios aviadores mercenarios.

Un columnista de entonces, en  julio de 1949, en uno de sus ataques al presidente  Arévalo denunciaba que:

“… la participación del Presidente de la República de Guatemala, doctor Arévalo, que se ha significado por su sumisión incondicional al régimen de Moscú, ha quedado demostrada plenamente con claridad meridiana, en la preparación, ayuda y decidido apoyo, ya no sólo moral sino también material”.

De lamentable recordación, de aquellos días, es la resolución del congreso trujillista, mediante la cual se ordenó esculpir una tarja, situada en la Avenida George Washington, específicamente donde inicia la Avenida Máximo Gómez,  con expresiones condenatorias contra  Muñoz Marín, Rómulo Betancourt y Juan José Arévalo, acusándoles de conspirar contra el tirano a través de las acciones expedicionarias.

Arévalo, no obstante aquellas andanadas de vituperios, continuaba impasible en su lucha por extirpar las tiranías del continente americano. Así lo ratificaba en entrevista concedida a la revista “El Fígaro”, de La Habana, en febrero de 1949: “ …nos sentamos a la mesa redonda de la Democracia , mezclados caprichosamente los representantes de gobiernos populares con los gobiernos totalitarios, brutalmente totalitarios…si la democracia está en crisis, se debe a sus propios descuidos, a sus propias complacencias con los enemigos de la Democracia”.

2.- Dos momentos de Balaguer con Juan José Arévalo: en 1949 como adversario  y en 1972 como invitado de honor.

Correspondió a Balaguer, como uno de los estrechos colaboradores de Trujillo, enfrentar a Arévalo  en el terreno diplomático tras la ocurrencia de la expedición de Luperón, en 1949.

Era Balaguer, por entonces, Embajador de la República Dominicana ante el gobierno de  México y cumpliendo instrucciones del régimen, se reunió con el presidente Miguel Alemán, obteniendo como resultado de la misma la promesa de que el territorio mexicano, fronterizo con Guatemala, no sería utilizado para propiciar conspiraciones contra Trujillo. Una victoria diplomática en toda regla.

En declaraciones que ofreciera Balaguer por entonces a la International News Service, no tuvo reparos en afirmar que los aprestos expedicionarios con propósito de derrocar a Trujillo fueron concebidos por los “los filibusteros de la Legión del Caribe”.

Es el hecho, sin embargo, que en una prueba más de su acendrado pragmatismo político, del que siempre hizo gala al autodefinirse como un “político de los pies a la cabeza”, que “no tenía enemigos políticos sino adversarios circunstanciales”, fue Balaguer, quien 23 años después de la expedición de Luperón, cursó una visita oficial al entonces expresidente Arévalo, a la sazón embajador de Guatemala en Venezuela, para visitar la República Dominicana.

Arribó al país el 22 de marzo de 1972, siendo la única crítica que recibiera, el hecho de que viniera acompañado de quien era entonces nuestro Embajador en Venezuela, el controvertido periodista Rafael Bonilla Aybar, quien no gozaba de buena fama en el país por sus  ataques reaccionarios contra el presidente Bosch nueve años antes, siendo uno de los principales conductores de la campaña de agitación que condujo a su derrocamiento.

No obstante el beneficio que para su imagen procurara obtener Balaguer con la invitación oficial al país de  su otrora adversario, en un momento en que eran más fuerte las persecución contra los dirigentes y militantes de izquierda, es lo cierto que lo más destacado y valorado entonces  por parte  de la opinión pública, es el hecho de que la misma significó en la práctica un justiciero acto de histórico desagravio al gran estadista guatemalteco por su compromiso irreductible con la lucha libertaria de nuestro pueblo.

El programa de los actos oficiales fue organizado con esmero y la solemnidad propia de que era acreedor visitante tan ilustre. En la sede del Palacio Nacional, Balaguer le impuso la condecoración más alta que otorga el gobierno dominicano, la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado Gran Cruz Placa de Oro, resaltando los  “altos merecimientos de Arévalo, escritor y educador de fama continental”.

En acuerdo con su amigo, el entonces Gobernador de Puerto Rico, Don Luis Ferré, Balaguer propició que se celebrara por aquellos días en el país el Festival Interamericano de Música y que en la ocasión nos visitara la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico junto a la cual volvería por segunda ocasión a nuestro país el notable maestro Don Pablo Casals.

Vale precisar lo de segunda ocasión, pues nueve años antes, en febrero de 1963, Don Pablo estuvo en nuestro país, a instancias de Don Luis Muñoz Marín, en los actos de toma de posesión del presidente Bosch, siendo el exquisito regalo para el presidente electo, por parte del estadista puertorriqueño, el concierto de gala ofrecido en su honor en que tuvo participación de principalía el notable violinista español, por lo demás un comprometido también con los ideales de libertad.

Con motivo de la visita oficial del expresidente Arévalo, Balaguer acudió al Teatro Nacional para acompañarle al célebre concierto, en el cual junto al maestro Casals y la Sinfónica de Puerto Rico, participaron la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Carlos Piantini y el Coro Nacional, dirigido por el Profesor José del Monte.

Dos notas refrescantes, entre otras, de la visita del expresidente Arévalo destacaron como reveladoras de sus grandes atributos. Su obsequio a Balaguer fue un ejemplar de una nueva edición de su clásico texto “La Fábula del Tiburón y la Sardina”, un gesto elegantísimo pero de aguda perspicacia política, con el cual demostraba, como lo expresó luego a los periodistas, de que no había variado un ápice en sus convicciones políticas antiimperialistas y nacionalistas.

Pero, además, en suelo dominicano abandonó el luto que guardaba desde hacía dos años, tras el fallecimiento de su Señora Madre. Y esto así porque accedió a la invitación a bailar un pimentoso merengue al visitar la obra en construcción de la presa de Tavera.

Expresó entonces, acrecentando con ello la admiración del pueblo dominicano: “Lo hice así porque estoy seguro que mi señora madre lo hubiera visto bien, por la complacencia de estar en esta tierra amada por todos los hombres libres de América”.

Fuentes

De Castro, Anibal. Trujillo calumnió a Arévalo. Caso piratería del Quetzal aumentó descrédito Tiranía. Última Hora,  marzo de 1972.

Martínez, Julio César. Con Arévalo. Última Hora, marzo de 1972.

Miolán, Angel. Juan José Arévalo, gran amigo del Pueblo Dominicano. Última Hora, marzo de 1984.