Florecimiento cultural del país

En la época en que nació el poeta Juan de Js. Reyes Aranda (Mao, 6 de mayo, 1872/6 de julio, 1962) en Santo Domingo y otros pueblos del país se iniciaba un “inesperado florecimiento” cultural que comportó el incremento de las asociaciones culturales, la fundación de numerosos escuelas elementales y secundarias, de periódicos y revistas los cuales que propiciaron una mayor circulación y debate de las ideas.

Pero sobre todo se verificó un cambio sustancial en la educación con la introducción de métodos pedagógicos racionales y la enseñanza de las ciencias positivas, o físicoquímicas, por el sabio puertorriqueño Eugenio María de Hostos, quien fundó la primera escuela normal en la capital para la formación de maestros. Además, basándose en el precepto de que “la razón no tiene sexo”, Hostos inició en el país la educación científica de la mujer. (1)

Los amigos y colaboradores de Hostos divulgaron sus métodos de enseñanzas en otros pueblos del país como Emilio Prud’homme que se instaló en Azua y José Dubeau en Puerto Plata, ciudad en la cual la profesora puertorriqueña organizó la enseñanza femenina. En Santiago también se fundó una escuela normal. (2)

La formación del poeta
Los cambios en la educación no se extendieron a otros pueblos del país donde apenas funcionaban algunas escuelas particulares, exclusiva para varones, las cuales recibían un pequeño subsidio de los ayuntamientos. En la época en que nació Juan de Js. Reyes el pequeño pueblo de Mao no disponía de ningún centro educativo.

La primera escuela la fundó alrededor de 1878 el profesor cubano Juan de Dios Pardo en la próspera comunidad de Pretiles, distante a unos cuatro kilómetros del pueblo, y era subvencionada por los propios lugareños. También recibió clases del profesor Enrique Newman, oriundo de Puerto Plata.

Además de la formación en las aulas, el joven Juan de Jesús se benefició del capital cultural de su padre, Estanislao Reyes García, quien poseía una elevada ilustración y una buena biblioteca, y sobre todo, leía con avidez todo material impreso que caía en sus manos.

Alrededor de 1886, y ante el imperativo de completar la educación básica y realizar el bachillerato, Reyes Aranda se trasladó a la ciudad de Puerto Plata donde se inscribió en el colegio municipal San Felipe, fundado alrededor de 1871 en una de las casas del general Gregorio Luperón y lo dirigía el profesor cubano Antonio Benítez y Correoso. En esa época, dicha ciudad acogía a decenas de patriotas cubanos y puertorriqueños que luchaban por la independencia de sus respectivos pueblos y divulgaban los ideales del antillanismo.

El colegio operaba apegado a los principios del sistema de enseñanza implementado por el sabio Eugenio María de Hostos y en él impartieron docencia Federico García Copley, Federico Llinás, el prócer puertorriqueño Ramón Emeterio Betances, Rogelio Oller, Ovidio Limardo, Toribio Montañés, Fermín Silva, Ulpiano Delundé, Wenceslao Guerrero, entre otros.

A pesar de que no pudo culminar los estudios secundarios en esta ciudad norteña, el joven Reyes tuvo acceso a bibliotecas, actividades culturales y logró interactuar con diversos intelectuales locales que contribuyeron de manera decisiva a su formación cultural y literaria como los hermanos Ortea. En definitiva, Reyes encontró en el entorno cultural de Puerto Plata lo que resultaba imposible obtener en su pueblo natal.

Al retornar a Mao en 1895, luego de finalizar el segundo nivel de bachillerato, con 23 años, Reyes se consagró a la docencia en la escuela de niñas Nuestra Señora de la Victoria, sin abandonar su pasión por la escritura de poesías que lo llevaba a permanecer largas horas en su Torre de Marfil. También realizaba labores de promoción cultural pues editaba la revista La Pluma (1921) y participaba en la fundación de sociedades culturales como El Esfuerzo, el Centro de Damas y el Club Quisqueya.

El entorno cultural

Juan de Js. Reyes, como ya hemos sugerido, fue un intelectual solitario en un pequeño pueblo donde todos se dedicaban a la agricultura, a la crianza libre de ganado y a trabajos rudos en general. Mientras sus contemporáneos se divertían en las galleras, en el fandango, Reyes permanecía sumergido en los entresijos de la preceptiva literaria.

¿Cómo lo ponderarían sus contemporáneos maeños, la mayoría de ellos iletrados, de mentalidad tradicional y escasa o nula formación cultural? ¿Cómo un iluso? ¿Un simple vago? ¿Un tipo raro? Rufino Martínez ha resaltado el contraste entre la vocación de Reyes hacia el quehacer poético y la aridez de su entorno:
“Mientras todo maeño se fue a la tierra y arrancó de ella los medios de un vivir más o menos holgado, Juan de Js. Reyes se quedó en la exigüidad de un oficio, y se condenó al círculo de la estrechez; pero el tiempo libre, que era mucho, lo llenó de literatura, alimento de su natural afición a la poesía. Satisfecho con la ilusoria plenitud de lo ideal, necesaria socialmente en unos pocos, representó el complemento de la acción material de los demás”. (3)

La producción poética
Reyes Aranda cultivó tanto la poesía lírica como la épica. Algunos críticos literarios han destacado la influencia en él de José Joaquín Pérez, Salomé Ureña y Federico Bermúdez. Franklin Gutiérrez lo define como un versificador romántico y tradicional. Sus primeros poemas de Reyes aparecieron en 1906 en la revista El Pensamiento que se editaba en Santiago.

No obstante permanecer la mayor parte de su tiempo encerrado en su Torre de Marfil, consagrado a la lectura y la escritura, el poeta Reyes, no fue indiferente a los acontecimientos sociales de su entorno, y en tal sentido, el contenido de su poesía se halla íntimamente entrelazado con los elementos de su entorno. En 1912 la revista La Cuna de América acogió en sus páginas varios de sus poemas.

Atenazado por las limitaciones culturales de su medio, a los 50 años de edad logró publicar en 1922 sus primeras obras poéticas, De Tierras Cálidas, Crisantemos y Fruto de mi huerto. En 1924 publicó Fragores. Poema épico de la Restauración, Clarinada y Canto a la fe y canto Salvaje. La primera de ellas llamó la atención de uno de los jóvenes intelectuales de Santiago, Joaquín Balaguer Ricardo, quien emitió la siguiente apreciación:
“Juan de Js. Reyes era, hasta ayer, un poeta casi enteramente desconocido. Entregado al culto de la belleza en un medio sin ambiente donde la dignidad artística no tiene otro valor que el de un envidiable privilegio, se nos revela hoy como un poeta de estro fuerte y vigoroso.

A primera vista se creería que es este uno de esos liróforos efímeros cuyos versos no son más que el fruto de una momentánea exaltación. Pero hay en su libro rasgos psicológicos de muy profunda sentimentalidad y de muy noble y peculiarísima belleza, para comprender que es este un poeta legítimo que adquiere ahora, el influjo del aire, la significación de una aseada y ejemplar personalidad poética”. (4)

Frente a la vulneración de la soberanía nacional, en su libro Romance de la ocupación (1928), plasmó en versos su aflicción cuando se refirió a los “días negros”, “muy dolientes”, “muy amargos”, en los cuales “lloramos sangre”, “tenemos amos/amos crueles/impiadosos y fríos y desalmados”.

En 1926 publicó en la revista La Opinión de Santo Domingo los poemas “Me dijo la nube”, “La espiga vana”, “Dijo el Dios increpado” y “A un estudiante”. (5)

Posteriormente, el vate maeño publicó Canto a Moca (Santiago, 1928), prologado por la ex primera dama Trina de Moya, Vuelo de Mariposas (Santiago, 1929), Sinfonías Breves (Santo Domingo, 1930), Bronces del Centenario (Santiago, 1944), Y me dijo después (Santiago, 1947), Mirras (Santiago, 1949), A nuestra Sra. de la virgen de la Altagracia (Santiago, 1950), Quejas de Margarita (Santiago, 1954) y Gastón Deligne (1954), Voto de Gratitud (Ciudad Trujillo, 1959) con prólogo de Domingo Moreno Jimenes. En 1989, en el marco de la Feria del libro y la cultura, se publicó el opúsculo Obras poéticas escogidas de Juan de Js. Reyes. (6)

Probablemente influenciado por las ideas de Hostos, se integró al movimiento nacionalista que repudió la ocupación militar norteamericana, y luego, al Partido Nacionalista que dirigía Américo Lugo, que abogaba por la desocupación, “pura y simple”, del territorio nacional de las tropas norteamericanas.

El historiador don Vetilio Alfau Durán califica a Juan de Js. Reyes como uno de “nuestros altos poetas”. Del libro De Tierras Cálidas (1928) le fascinó su magistral poema “La acción de La Barranquita” que valora como “una de las producciones más brillantes de la lira antillana y ocupa señero las primeras páginas del libro”. “La poesía de Reyes, asevera, propone símiles novísimos e imágenes deslumbradoras, pero sin apartarse jamás de la armonía que el buen gusto pauta.

Algunos de los poemas contenidos en el libro contenidos en el libro como “A la libertad”, “Mi bandera”, “Perversión mística” y “Cayo Báez” “honrarían la más selecta antología nacional”, afirma el historiador Alfau Durán.

El soplo animador, exultante, que late en sus estrofas, es prueba de que Reyes atesora un rico numen poético. La obra literaria de Reyes es brillante, y en nuestro medio fecunda y digna de admiración”. (7)

De su libro Fragores. Poema épico de la Restauración (1924), nos llama la atención el poema “Mujeres dominicanas” el cual debió construir sobre la base de informaciones orales recogidas en su medio. En él destaca el rol de las mujeres en la mayoría de las batallas libradas en la Guerra Restauradora, fenómeno que ha pasado desapercibido en la historiografía dominicana.

Ella participaba en la sepultura de los cadáveres, asistía a los heridos brindándoles agua y colocándoles vendajes, lavaba la ropa de los guerrilleros, tejía sombreros, elaboraba las vituallas, sobre todo panes y tortas, cocinaba los alimentos, afeitaba a los patriotas guerrilleros dominicanos, etc.

En las antologías poéticas

En 1908 el Almanaque literario y Agrícola de El Album de Santiago incluyó poemas suyos en una antología de los poetas dominicanos y en 1915 el poeta Osvaldo Bazil también incluyó poemas de su autoría en la antología titulada Parnaso Dominicano, publicada en Barcelona.

Valentín Tejada incluyó su poema “Esta noche en mi aldea” en la Antología de poetas libres (Santo Domingo, 1926). Lo propio hizo Rafael Emilio Sanabia en su libro antológico Nuestra Poesía, publicado en Santiago en 1944. Empero, fue injustamente ignorado por Manuel Arturo Peña Batlle en la Antología literaria que publicó en este último año, no obstante ser Reyes Aranda un consumado poeta de resonancia nacional. En cambio, y sin pretender restarle méritos, incluyó a Altagracia Saviñón que apenas había escrito dos poemas.

La publicación de mayor relieve sobre la producción poética de Reyes Aranda, titulada La atesorada luz poética de Juan de Juan de Js. Reyes (2009), con presentación y compilación del profesor Francisco Almonte.

A lo largo de su trayectoria como poeta, mantuvo contacto permanente con diversos intelectuales dominicanos como el conspicuo poeta Domingo Moreno Jimenes, con el poeta santiaguero Ramón Emilio Jiménez, quien residió alrededor de 1919 en Mao donde laboró como inspector de educación.

Referencias

(1) Véase a Eugenio María de Hostos, La educación científica de la mujer, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, vol. XLIII, 2007. (Presentación y compilación de Ramonina Brea del Castillo).

(2) Pedro Henríquez Ureña, Obra dominicana, Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1988, p. 473.

(3) R. Martínez, Diccionario biográfico histórico dominicano, 1821-1930, Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), 1971, p. 418.

(4) J. Balaguer, “De tierras cálidas”, La Información, 31 de enero de 1923, en: Escritos juveniles en verso y en prosa, Santo Domingo, 2009, p. 473.

(5) La Opinión, vol. 18, No. 179, 1926.

(6) Reyes Aranda era un poeta muy prolífico. En la revista Páginas Banilejas, por ejemplo, publicó numerosos poemas: “Cosas de María” y “Mieles de Olvido” (No. 3, 1941, p. 16), “La Casita Nueva” (No. 6, 1941, p. 16), “Canto popular a mis lomas” (No. 14, 1942, p. 21), “Canto a las democracias” (No. 30, 1943, p. 21), “Domingo Moreno Jimenes (No. 20, 1942, p. 10), “Canto al 30 de Marzo” (No. 39, 1944, p. 23), “En la Mañanita” (No. 41, 1944, p. 15), “Rima” (No. 43, 1944, p. 14), “Canto Nupcial” (No. 93, 1948, p. 26), “Constelaciones” (No. 102, 1949, p. 5), “Bendita Seas” (No. 103, 1949, p. 13), “A la Novia Inconocida” (No. 165, 1954, p. 25), “Poema de la Primera Rosa” (No. 177, 1955, p. 9),

(7) Vetilio Alfau Durán, “Nuestros altos poetas. Juan de Js. Reyes”, Listín Diario, 14 de junio de 1931 en: Arístides Incháustegui y Blanca Delgado (editores), Vetilio Alfau Durán en el Listín Diario. Escritos II, Santo Domingo, 1994, p. 303.