La imagen de la libertad, palabra esencial, describe como ninguna otra el nuevo contexto de los discursos de Bosch y la expresión de todo el pueblo dominicano después del ajusticiamiento de Trujillo en 1961.

Una palabra en libertad no significa una palabra libre de condiciones de producción ni de mecanismos de control. Esos elementos, aunque cambiantes de una situación a otra, son partes constitutivas de todo contexto.

Los contextos implican condiciones histórico-sociales, pero situaciones específicas de los intercambio discursivos. Y en esas condiciones, los discursos pueden ser objeto de rechazo o de aceptación. Son aceptados si los receptores viven bajo las mismas creencias y los aceptan como enunciados adecuados, válidos y pertinentes, desde el punto de vista de los mensajes que comunican y de la interacción social que propicia la circulación de los discursos. De lo contrario, los discursos son rechazados.

Así pues, los procedimientos más comunes de control del discurso son los tabúes, los rituales, los derechos exclusivos en determinadas hablas y tópicos; también la institucionalización del poder del saber, la decisión acerca de lo que es falso o es verdadero, las instancias que operan como policía del discurso, que Michel Foucault denomina las “sociedades de discurso”.

Los propósitos de las instancias y mecanismos de control discursivo son de dos tipos: excluir los discursos disidentes y aceptar, pero bajo la condición de amaestramiento, los discursos condescendientes.

En uno u otro caso, el asunto es evitar la mínima discrepancia y la impertinencia producto del libre albedrío de los hablantes; es preciso conjurar las desviaciones en relación con las normas establecidas por la ideología dominante.

El discurso del 5 de enero de 1938 pronunciado por Juan Bosch en Boca Chica en el cual pedía la reelección de Trujillo como presidente de la República debe ser considerado como un acto verbal sometido a la acción de un poder totalitario del cual el aun joven escritor y político fue víctima; como los fueron en sus palabras y acciones fácticas cotidianas miles de dominicanos de todas las condiciones sociales, económicas e intelectuales durante el régimen de Trujillo.

Bosch avizoraba una nueva situación, la de la palabra libre, en el acto de ruptura con el pasado y con la dictadura que significó la carta que envió a Trujillo desde Puerto Rico, comunicándole la renuncia al cargo de director del Servicio de Información de la Dirección General de Estadística, el 27 de febrero de1938:

“Mi destino es ser escritor, y con ese cargo, nada podía ya darme el país; y no sería eso sólo causa bastante a hacerme dejar el lugar de mis afectos, sino que, además de no poder seguir siendo escritor, tenía forzosamente que ser político, y yo no estoy dispuesto a tolerar que la política desvíe mis proyectos o ahogue mis convicciones y principios.”

Las condiciones de libertad de los discursos de 1961 a 1965 y en adelante en la pluma de Bosch se forjaron a través de un largo período de 23 años de exilio. Fue un período fundamental para el aprendizaje de la libertad de la palabra, pues desde entonces se liberó y desarrolló todas sus potencialidades de escritor. También, en ese exilio conoció la política, la política libre, la política que no quería ni podía hacer bajo la dictadura de Trujillo.

Eran discursos no exentos de las condiciones de producción planteadas por Michel Pecheux en Hacia el análisis automático del discurso (1969) ni de los mecanismos de control planteados por Michel Foucault en El orden del discurso (1970), pero situados en un contexto más propicio para la libre expresión que en la época de Trujillo.

Bosch habla de lo que es aceptable en las variantes posibles del ejercicio de la libertad a partir del ajusticiamiento del tirano y dentro de los márgenes de esa aceptación. Debido a esos condicionamientos, se produce un corte en sus discursos: la muerte de Trujillo en 1961 hasta las elecciones de 1962, y luego el gobierno de Bosch en 1963. Esos son hitos importantes, que sitúan los discursos en contextos diferentes.

Entre el discurso de 1938 y los de 1961-1962 se produce un cambio radical en los discursos de Bosch, con ciertos elementos de referencias que les son comunes. Esos cambios se expresan en los contenidos, en el estilo y en una red de simbolismos que representan las grandes transformaciones en la cultura y la política que se produjeron a raíz de la muerte de Trujillo.

El primero de los simbolismos de la nueva época es la imagen de la modernidad, y en particular de un liderazgo moderno, en contraste con el caudillismo del dictador y de todos los dirigentes del aparato burocrático del Partido y del Gobierno de Trujillo.

Juan Bosch señala ese cambio en uno de sus primeros discursos, el 7 de noviembre de 1961, al hablar acerca de cómo ha de ser la comunicación de “los dirigentes políticos modernos” con el pueblo:

“Dominicanos: Una prohibición que estaba vigente cuando llegué al país acerca de la celebración de mítines y actos públicos, me ha impedido hablarle al Pueblo mirándole la cara, y ha impedido al Pueblo mirármela a mí. Los dirigentes políticos modernos, de la hora actual, deben hablarles a sus pueblos en las plazas públicas, de tal manera que el Pueblo pueda apreciar en sus ademanes, en sus rostros, la sinceridad de lo que dicen. Ante esas prohibiciones, el Partido me ha mantenido callado durante más de quince días, pero la grave crisis política nacional nos obliga a salir a través de la radio y por los micrófonos de Tribuna Democrática para decir la opinión del Partido acerca de esos problemas, y sobre todo hoy, en esta ocasión, para hablar acerca de lo que más preocupa al pueblo dominicano: las sanciones y su posible levantamiento.”

Ese discurso compendia el conjunto de los nuevos elementos contextuales de la época de la libertad:

-Guerra contra toda prohibición

-El escenario público y abierto: las plazas públicas

-El pueblo, las masas.

-Acciones de celebración de mítines y actos públicos

-Los dirigentes modernos

-La comunicación cara a cara con el pueblo

– mirarse la cara

En ese nuevo contexto el rol de Bosch ha cambiado. El arriba al país como el máximo líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD); pero también como gran intelectual reconocido en el extranjero, con crédito y capacidad de ser un interlocutor de primera en el nuevo escenario.

Ese es el nuevo escenario, el de la lucha por derribar el viejo orden y el de construir uno nuevo. Bosch sitúa el inicio de la modernidad política y cultural en República Dominicana, cuyo surgimiento no tuvo lugar a principios del siglo, sino a partir de 1961: una nueva sociedad; mítines y actos públicos de las masas; un nuevo tipo de líder “los dirigentes políticos modernos” y una relación con el pueblo:

Ese simbolismo, que representa un aspecto importante del nuevo contexto, “hablarle al pueblo mirándole la cara” y el “pueblo mirándomela a mí”,  define lo esencial de la comunicación libre y democrática a partir de 1961.

En su comunicación con el pueblo Bosch usaba un lenguaje sencillo; el de la tierra y de los campesinos: cosechas, frutos, cultivos. Lo hizo en sus cuentos y lo hizo en el discurso de enero de 1938. Esa manera de expresarse era una marca del lenguaje y del universo cognitivo que simbólicamente le había servido de puente entre el discurso de 1938 y los de1961 en adelante. Marcaba la transición y la unidad del discurso de Juan Bosch.

En 1961, el texto “Matar el miedo” reconstruye ese simbolismo, pero con otro contenido semántico y otro escenario. Durante la dictadura, Trujillo era el sembrador de educación, salud y riqueza; pero en 1961, luego de 30 años, ese sembrador había sembrado odio y miedo.

Esa es la “fruta terrible” que Bosch ve, observa, que él encontró a su llegada al país luego de 23 años:

“Encuentro al llegar, y lo sabía por noticias que tenía en mi ruta, un estado de agitación que no parece sino provenir, como la fruta terrible de una situación prolongada, del miedo que ha estado padeciendo nuestro país, nuestro pueblo, y del odio que se ha sembrado en su corazón. Durante toda una generación, se ha estado sistemáticamente inoculando el odio en el alma dominicana.”

He ahí el balance de las secuelas de la Era de Trujillo en 1961, que en los tiempos por venir debía ser superado en el nuevo orden de la libertad inaugurado aquel año. Hasta el día de hoy, puesto que la libertad es una aspiración siempre inconclusa.