“Al Pueblo Dominicano:

Ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura.

Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas, pero también con justicia social.

En siete meses de gobierno no hemos derramado una gota de sangre ni hemos ordenado una tortura ni hemos aceptado que un centavo del pueblo fuera a parar a manos de ladrones.

Hemos permitido toda clase de libertades y hemos tolerado toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante; pero no hemos tolerado persecuciones ni crímenes ni torturas ni huelgas ilegales ni robos porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad.

Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática.

La democracia es un bien del pueblo y a él le toca defenderla. Mientras tanto, aquí estamos, dispuestos a seguir la voluntad del pueblo.

Juan Bosch

Palacio Nacional,

26 de septiembre, 1963.”

Del perfil de ese presidente Constitucional de la República cuyo último acto de gobierno expresa la carta, rescatamos dos enunciados que engloban la visión de sí mismo y de la situación que quiso comunicar al pueblo en un momento de tanta gravedad:

“Creemos en la libertad, en la dignidad y en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas, pero con justicia social”.

“Hemos permitido toda clase de libertades y hemos tolerado toda clase de insultos, porque la democracia debe ser tolerante; pero no hemos tolerado persecuciones ni crímenes ni torturas ni huelgas ilegales ni robos, porque la democracia respeta al ser humano y exige que se respete el orden público y demanda honestidad”.

Bosch apoyó su investidura presidencial en la idea que él representaba el estado de derecho, el cual se concreta en la Constitución y las leyes. Ei 27 de febrero de 1963 en el discurso de en juramentación presidencial hablaba de “gobierno de leyes”, que luego concretó en la Constitución del 63, renovando el concepto que es la definición misma de la democracia. Retomemos sus palabras:

“Cumpliremos y haremos cumplir la Constitución y las leyes que nos gobiernan; y decimos con propiedad que nos gobiernan, porque en democracia no debe haber más gobierno que el de las leyes…”.

Bosch afirma la existencia de un estado de derecho en República Dominicana. Lo que importa es saber, ahora, para quién y con cuál fin es ese estado. ¿Para los gobernantes o para el pueblo? ¿Para todos? Importa, sobre todo, considerar cómo se manifiesta en los derechos de los ciudadanos.

Ese tópico inicia su recorrido con Juan Bosch. Las últimas palabras de su discurso de juramentación, y que se convirtió en el lema de su gobierno fueron:

“Mientras nosotros gobernemos, en la República Dominicana no perecerá la libertad”.

Pero la libertad es algo polémico porque es múltiple y es concreta. No es sólo un decir. Por eso Bosch recibió desde el inicio ataques que denunciaban el irrespeto a la libertad, a la libertad de pensar, a la libertad sindical, a la libertad de opinión.

Él tuvo que defenderse en varias alocuciones. En una de ellas, en marzo de 1963, tuvo que reiterar que “aquí todo el mundo tiene y tendrá libertad”.

“Entre las cosas que están achacando al gobierno una es, por ejemplo, además de las concentraciones masivas, la ley de prensa… Nadie tiene que temer a la ley de prensa, si no se viola… Es injusto decir que aquí se amenaza la libertad. Aquí todo el mundo tiene y tendrá libertad.”

Esa dificultad de aprehender la libertad, de llegar a un acuerdo sobre si hay o no libertad, favorece que ese tópico se desgrane y multiplique en acepciones infinitas. Pero cuando se desvanece, como a raíz del golpe de Estado, entonces se fortalece el sentimiento de que lo mejor se ha perdido.

Fue lo que aconteció en el país luego del 25 de septiembre. Al día siguiente, aquella carta de Bosch era, nuevamente, el ancla de la que se ataba el pueblo cuando, en medio del estado de emergencia y el temor, la voz del presidente destronado resonaba:

“Creemos en la libertad… en el derecho del pueblo dominicano a vivir y a desarrollar su democracia con libertades humanas…”

“Hemos permitido toda clase de libertades”.

En esa carta — en la cual libertad es la palabra clave — hay un juego de sentidos, de semejanzas y contrastes con otras palabras que encierran todos los valores de la democracia cuyo soporte es la libertad.

Dignidad, derecho, justicia social, tolerancia, ser humano, honestidad, principios, dignidad democrática, voluntad del pueblo, respeto, orden público. Todos esos términos son los valores de la democracia, equivalentes a libertad.

Bosch, al redactar la carta, quizás tenía fresca en la memoria la expresión de José Martí: “Libertad es el derecho a ser honesto.”