Estas declaraciones de Joseito Crespo aparecieron originalmente en la revista Qué que dirigía el Dr. Juan Isidro Jimenes Grullón. En la ciudad de Mao este fue uno de los principales dirigentes del Movimiento 14 de Junio y miembro del Comité Regional, con asiento en Santiago. Sus demás compueblanos se incorporaron a los diferentes frentes guerrilleros: Rafael Reyes Gómez (Pitifia) y su hermano el Dr. Anulfo Reyes Gómez, Manuel de Js. Fondeur (Piculín), Rafael Crespo Minaya (Rafita), Ramón Valerio Valera (Monchy), Manuel de los Santos Reyes (Reyito), Fernando A. Ramírez Torres (Papito).
Con sólidos argumentos, Crespo Minaya se opuso radicalmente a la entrega de Manolo y los demás guerrilleros a las tropas militares comandadas por Ramiro Matos González, oficial que comandaba las tropas del Ejército. Rafael Darío Herrera.
“Joseíto Crespo Minaya (1) sobreviviente de las Manaclas y opuesto de manera rotunda y abierta a la entrega de Manolo, el 21 de diciembre de 1963, hizo revelaciones interesantes de carácter histórico sobre los hechos que precedieron a la muerte de Manolo.
Fue Joseíto el hombre que transportó a Manolo desde la ciudad a la montaña junto a un grupo de compañeros, era hombre de su confianza y de firmes resoluciones.
A continuación, el relato de Joseíto en lo referente a los hechos históricos de noviembre y diciembre de 1963.
Estando yo en Santiago se me encarga la misión de venir a Santo Domingo para llevar a Manolo hasta Santiago desde donde debíamos partir hacia las montañas. En esos días eran muy frecuentes los registros policiales a la salida de la capital y en todas las entradas de los pueblos a lo largo de la autopista Duarte, esto es, kilómetro 9, La Cumbre, Bonao, La Vega, entrada a Santiago. Por ello, antes de que Manolo saliera con destino a Santiago, debía dirección del partido percatarse de que no había chequeo en el destacamento policial del kilómetro 9.
Como los registros se iniciaban de un momento a otro, y para evitar ser sorprendidos, a Manolo se le había informado que un carro iría delante a más o menos 200 metros para verificar si había chequeo en él, para en caso de que lo hubiera, avisarnos y suspender el viaje.
A eso de las seis de la tarde el carro que recogería a Manolo pasó a recogerme en un sitio previamente convenido. Íbamos en él Manolo, un compañero, el compañero que guiaba y yo. Cuando salimos a la autopista Manolo le indicó al compañero que debía ir despacio para esperar el aviso del compañero que supuestamente debía ir delante de nosotros y que debía verificar si había registro en el kilómetro 9. Ese nunca apareció.
Como no recibimos ningún aviso pensamos que todo estaba normal, más cual fue nuestra sorpresa cuando llegamos al kilómetro 9: estaban registrando. Llegamos tan cerca de donde estaban apostados los policías que Manolo quiso ordenar el regreso, pero ya era imposible.
Nos obligaron a bajar para hacer el registro del vehículo. La habilidad y sangre fría de los compañeros contribuyó a que el registro pasara sin el menor problema. Así tuvimos que hacer frente a cinco registros en todo el trayecto hacia Santiago. Recuerdo esa expresión de Manolo: “Esas son las cosas que yo no concibo”. Se le notaba algo molesto por lo que había sucedido, pero sereno y confiado en que llegaríamos a Santiago.
Después me enteré que por negligencia, descuido, imprevisión, etc., el carro que debía ir delante de nosotros no se reportó a la hora indicada. Este solo hecho demuestra como el liberalismo, la improvisación, la falta de previsión y otras tendencias de la ideología pequeñoburguesa caracterizaban toda la actividad preparatoria de la insurrección.
Solo tres días pasó Manolo en Santiago. El día 24 de noviembre, en las primeras horas de la noche, partimos en tres vehículos, 27 compañeros rumbo a las montañas, a desafiar fusil en mano, el gobierno represivo, antipopular y vende patria de Donald Reid Cabral.
En dos horas, más o menos, llegamos sin problema, la penetración a la zona de operaciones se llevó a cabo sin problemas.
Varios días de largas caminatas realizamos sin ningún tipo de problema para profundizar en la vasta zona que constituye esa zona de la Cordillera Central.
Pero los problemas no se hicieron esperar: las primeras informaciones acerca de los demás frentes, conocidas a través de la radio, (2) afectaron considerablemente la moral del grupo, a tal punto que hubo necesidad de centralizar las informaciones noticiosas. Aunque el quebrantamiento de la moral influía en la disciplina. Manolo, siempre sereno, ejerció en todo momento su autoridad de comandante supremo de la Guerrilla, aunque para ello se vio obligado a aplicar sanciones a algunos compañeros dentro de la disciplina revolucionaria.
La primera baja sensible que tuvo el frente nuestro fue el meritorio profesor Francisco Bueno Zapata. Este había ido con el Guajiro (así le llamaban a Domingo Sánchez Bisonó) a una misión de contacto con campesinos amigos del partido al poblado de Los Ramones donde estaba acampado el ejército enemigo. Francisco se extravió con el Guajiro cuando este hablaba con los campesinos, luego apresado por una patrulla del ejército, fue amarrado a un árbol y allí ametrallado en presencia de los campesinos. Un método muy típico de los ejércitos mercenarios para sembrar el terror entre los campesinos.
El Guajiro, que conocía la zona porque había estado allí en ocasiones anteriores, cumpliendo tareas revolucionarias, y por tener un gran sentido de la orientación, dado que era de origen campesino, pudo regresar al sitio donde nos había dejado.
Otra baja muy importante para el frente fue el apresamiento del Guajirito (Virgilio Peralta, RDH). Así llamábamos a un campesino de la zona que desde hacía tiempo estaba en el Movimiento, que era el guía de la guerrilla.
Se cometió el error de permitirle ir a ver a su familia y a buscar comida porque la teníamos se nos había acabado, con la idea de que regresaría en tres días. pero el Guajirito no volvió más. Apresado por el ejército fue sometido a un largo interrogatorio, tratando de asegurarse si Manolo estaba en la guerrilla. Luego fue montado en un avión para que tratara de ubicar a los guerrilleros.
Creyendo que los había ubicado con las indicaciones que le arrancaron al Guajirito, la Aviación comenzó a bombardear la zona. Con esos bombardeos nada lograron pues nos habíamos movilizados a otra zona muy distante de donde había partido el Guajirito, y los bombardeos, aunque hacían mucho ruido y causaban cierto temor, caían muy lejos de donde nos encontrábamos.
Las esperanzas del frente guerrillero de Las Manaclas parecían desvanecerse. No era para menos. Habíamos perdido el agua, la comida agotada, y los demás frentes guerrilleros habían desaparecido, con saldo desfavorable de varios compañeros muertos y un gran número de detenidos. A más de estos, algunos compañeros comenzaban a dar muestras de agotamiento físico.
Es entonces cuando el comando, que así se llamaba la dirección máxima colectiva político militar del frente guerrillero decide tomar el rumbo hacia el noroeste con el fin de hacer contacto con la dirección del partido en la ciudad a través de amigos y colaboradores que el Movimiento tenía en el poblado de Los Montones. Esto se haría con el objetivo de conocer la situación política, la situación del partido y sus recursos, y la opinión de la dirección que había quedado en la ciudad, para con esas bases decidir el futuro de la guerrilla.
Tres días de largas caminatas, subiendo y bajando montañas, habíamos de recorrer antes de llegar al sitio elegido, esto es, un pequeño llano cerca de la loma La Diferencia de donde había de partir la misión que iría a Los Montones.
Con la larga caminata algunos compañeros se habían agotado de tal manera que estaban inhabilitados físicamente para continuar la lucha guerrillera. Además de esto, la moral y el optimismo que había caracterizado al grupo durante los primeros días notablemente.
Pero esta vez Manolo y Fidelio me explicaron que no harían nada hasta que no se tomara una resolución definitiva en cuanto a “qué hacer” con la guerrilla y que esa decisión se tomaría una vez cumplida la decisión de Los Montones porque había la posibilidad de que se redujera el número de combatientes, haciendo una selección de los mejores hombres para siguieran en la montaña, mientras otros tratarían de llegar a la ciudad evadiendo el cerco enemigo. Pero no había nada resuelto, solo eran posibilidades.
Durante dos días el Comando (integrado por Manolo, Fidelio, Chanchano (Juan Germán Arias, RDH) y José Daniel Fernández) sostuvo largas y repetidas reuniones. Sabíamos que se discutía en torno a la misión que iría a Los Montones, pero algunos nos preguntábamos, ¿por qué se prolongan tanto esas discusiones? Luego me enteré de que había discrepancias en torno a la composición de la misión, esto, los hombres que debían integrarla.
Al fin parece que Fidelio convenció a Manolo (que no estaba de acuerdo en Fidelio formara parte de la Comisión) de que debían ir Fidelio, Chanchano, el Guajiro y Marcelo Bermúdez). Una torpe y descabellada decisión porque la Comisión envolvía al comandante de la Guerrilla (Fidelio) y al jefe de Operaciones, (Chanchano), quien tenía una gran influencia en el grupo por su comportamiento y disciplina. La presencia del grupo era indispensable ya que era el único que podía (ilegible) hacia Los Montones.
En definitiva, la misión integrada por Fidelio, Chanchano, el Guajiro (Domingo Sánchez Bisonó, RDH), Marcelo, salió rumbo a Los Montones. Durante tres días esperamos pacientemente. Al cuarto día comenzaron las inquietudes pues nos enteramos por la radio que el Guajiro había sido detenido por unos campesinos, y que Fidelio al tratar de rescatarlo hirió de un balazo a uno de los campesinos. Los pormenores de este incidente ya lo conocen los lectores a través de la entrevista de Fidelio.
Manolo, en un gesto que demuestra su respeto a las normas democráticas internas de organizaciones, pide que cada uno opine sobre la situación. El primero en hablar fue Emilio Cordero, quien después de analizar la situación política del país, el fracaso de la insurrección guerrillera en general, y la situación particular del frente nuestro concluye afirmando que debíamos entregarnos porque con ello garantizábamos la vida de Manolo, cuyo prestigio y condiciones de líder eran necesarias para el futuro de la Revolución dominicana. Y es ahí donde hace la comparación entre Manolo y el gran líder africano Patricio Lumbumba, para significar la necesidad de salvaguardar la vida de Manolo.
Respaldaron la posición de Emilio, en orden sucesivo, Rubén y Polón (Napoleó Méndez, RDH). Luis Peláez dice que está de acuerdo con la entrega del grupo incluyendo a Manolo, pero que él (Luis Peláez) no se entregaba. Una posición contradictoria y a todas luces individualista y falta de concertación y conciencia revolucionaria.
Cuando me tocó hablar me opuse radicalmente a la entrega, señalando más o menos lo siguiente: la entrega de veinte guerrilleros armados con Manolo a la cabeza era una acción impropia de revolucionarios, y que ello significaría el suicidio político de Manolo como líder revolucionario. Además de esto, señalé que reacción temía tanto a Manolo que no desperdiciaría la oportunidad que se le presentaba para asesinarlo, justificando su muerte como que murió en combate.
Después habló José Daniel. Estuvo de acuerdo conmigo y prometió a Manolo sacarlo vivo, si así él (Manolo) lo decidía.
Manolo, después de escuchar las distintas opiniones, dice que lo dejen pensar durante la noche, prometiendo dar su decisión al otro día. Es entonces cuando Luis Peláez invocando un falso centralismo democrático, y levantando un real ultra democratismo pequeñoburgués, dañino y pernicioso, dice que la opinión de Manolo ya no es necesaria porque de seis compañeros que habíamos opinado cuatro estaban de acuerdo con la entrega y solo dos se oponían y que la opinión de Manolo, cual que fuere, en nada cambiaría la votación. Tomé de nuevo la palabra y señalé a Manolo: aquí tú eres el Comandante Supremo de las Guerrillas, y en última instancia debe hacerse lo que tú decidas. Ahí terminó la reunión.
En la noche convencí a Polón de que la entrega era un suicidio y de que se corría el riesgo de que a Manolo y los que se entregasen con él los mataran. Polón cambió de opinión y acordamos proponerle a Manolo para que no se entregara. Bien temprano fuimos donde Manolo y le reiteré que bajo ninguna circunstancia debía entregarse y tratáramos de llegar a la ciudad por diferentes vías y divididos en dos grupos. Manolo estuvo de acuerdo y me señaló que aprovecharía los conocimientos que de la zona tenía José Daniel para llegar a la ciudad.
Manolo ya estaba convencido de que no debía entregarse. Llamó a varios compañeros para exponerles el plan que había elaborado, pero con todos los que habló y pidió su opinión estaban decididos a entregarse, alegando que otra decisión era una aventura peligrosa.
La situación era realmente difícil. La gran mayoría estaba de acuerdo con la entrega. Fui objeto de chantaje por parte de algunos compañeros, entre ellos Emilio, diciéndome que si algo pasaba a Manolo la culpa sería mía por oponerme a la entrega, es decir, que ellos seguían creyendo que la entrega de Manolo a los militares golpistas era la mejor garantía para sus vidas. Olvidaban así la naturaleza reaccionaria y criminal de los que llevaron a cabo el golpe de Estado contra Juan Bosch y la de sus aliados el imperialismo norteamericano, que jamás perdonarían a Manolo su firme posición antiyanqui.
Como los que estaban de acuerdo con la entrega era la mayoría y algunos de ellos, como Emilio y Jaime (cuñado de Manolo) tenían influencia en Manolo no perdieron tiempo en convencerlo para que desistiera del plan y aceptara la entrega como la mejor y única salida.
Mientras se desarrollaba esta intensa lucha apareció un avión sobrevolando la zona donde nos encontrábamos; parece que era un vuelo de reconocimiento. La presencia de este avión aumentó las inquietudes y la exigencia de que se tomara una resolución definitiva pues aquella situación no podía sostenerse por más tiempo, o se decidía la entrega o nos íbamos a otra zona para evitar que el enemigo nos ubicara.
En principio, Manolo hizo resistencia a los argumentos de Emilio y los compañeros que le secundaban, luego parecía dejarse vencer por la insistencia de estos.
Ante la evidencia de que Manolo se decidiría por la entrega le pedí no me incluyera en el grupo que se entregaría y que me permitiera llegar a la ciudad y que conmigo se fueran Polón y Pitifia (Rafael Reyes) quienes me habían manifestado su decisión de no entregarse. Luis Peláez y José Daniel seguían firmes en su decisión de entregarse. Manolo nos permitió no entregarnos advirtiéndome que temía nos pasara algo pues nos encontrábamos sin comida y sin tener conocimiento de la zona.
Confieso mi vacilación en cuanto a que debí luchar hasta el último momento para que no se materializara la entrega. Para ello debí convencer a los compañeros de que no debían entregarse, de que era una decisión contraria a los más elementales principios revolucionarios y llevar la lucha hasta el fin contra los que propugnaban la entrega, para evitar la infeliz y funesta decisión.
Pero la vacilación pequeñoburguesa pudo más que la firmeza revolucionaria y opté por no luchar más contra la entrega y por no tratar de convencer a mis compañeros pues había surgido la tesis entre los promotores de la entrega de que mientras más se entregaban más posibilidades había de salvarse porque los guardias no se atreverían a matar tanta gente. Nuevamente olvidaban el carácter sanguinario de los gorilas golpistas y sus amos que no se detienen ante la magnitud del crimen cuando está dirigido contra los defensores del pueblo, y, en el grupo de Manolo, su enemigo de siempre.
Aseguro que Manolo nunca estuvo de acuerdo con la entrega, a pesar de que lo hizo. Manolo hombre de nobles sentimientos y muy consecuente con sus compañeros, sobre todo aquellos que ya no podían caminar por estar enfermos o agotados físicamente, situación esta que explotaron con suma habilidad los que estaban por la entrega. Por ellos, más que por ellos, prefirió correr la misma suerte. Pero al hacerlo se olvidó que en esa decisión se jugaba la vida y que su muerte sería un duro golpe para los intereses de la revolución y que estos debían primar por encima de todo. Así la Revolución dominicana perdió el más grandes líder que se haya gestado en su desarrollo histórico.
Siempre recordaré como prueba de que Manolo se entregó sin estar de acuerdo con ello sus últimas palabras cuando se despedía. Me abrazó y me dijo: “Joseíto, me han chantajeado, cuídense”.
Así iniciaban el camino que culminaría con la dolorosa tragedia de la loma La Diferencia donde fueron salvajemente asesinados dieciséis defensores de la causa de la libertad, la independencia y la justicia social.
El lunes 23 de diciembre, a eso de la 5 de la mañana prendí el radio y escuché la infausta noticia de que Manolo y sus compañeros habían sido muertos en combate por el ejército. Nada más falso, estos fueron detenidos y amarrados desnudos y cobardemente asesinados. Así culminaba la gloriosa insurrección de noviembre.
Enterados de la muerte de los compañeros, tomamos rumbo a Santiago Rodríguez, Polón, Pitifia y yo. José Daniel y Luis Peláez habían tomado otro rumbo. A los ocho días fuimos apresados por una patrulla del ejército en las cercanías de Santiago Rodríguez.
Referencias
1 “Al desaparecer el IJ4 y tras formar parte por breve tiempo de algunos de los grupos residuales de la vieja organización dejó la militancia partidaria y se dedicó a los negocios privados. Luego se fue a residir a París, donde pasó varios años. A comienzos de la década de los ochenta se trasladó a Nueva York. Fue miembro de la Oficina de Información del Partido Comunista en esa ciudad. Murió el 6 de agosto de 1984”. (Rafael Chaljub Mejía, La guerrilla del decoro, Santo Domingo, 1995, p. 357).
2 En dos pasajes de su texto, José Daniel Ariza menciona el radio que portaba Joseíto Crespo en el Frente de Las Manaclas: “tenía un radio, creo que por orden del comandante, ya tenía noticias muy malas del frente de Bonao; más de doce prisioneros de El Seibo, Barahona, Altamira, Puerto Plata, de los cinco frentes, ya todos tenían problemas. Lo comunicó al grupo, eso es grave, baja la moral, hay muchos muy inquietos y con la moral muy baja, esto es fatal para la guerrilla”. (José Daniel Ariza, Testimonio de un combatiente revolucionario, Santo Domingo, 2014, p. 223).
“Aparte de todo lo anteriormente expuesto, hago mención del radio de Joseíto Crespo. Debo explicar que era un radio de baterías, como es natural. El que lo tenía y escuchaba era Joseíto Crespo. Nosotros empezamos a caminar la montaña el 28 de noviembre en la noche y ya el día 30 comenzaron a dar la noticia de que había guerrilleros presos en Bonao, y día por día, hora tras hora, las informaciones que escuchaba Joseíto inmediatamente las transmitía, nos la pasaba, algo totalmente incorrecto y sobre todo porque eran malas nuevas. Eso fue minando la moral del grupo, que era poca. Y es casi seguro que influyó en la fatal decisión de la entrega”. (J. D. Ariza, Testimonio de un combatiente revolucionario, p. 295).