La poesía, cabría decir, no sin razón, es la expresión más excelsa de la imaginación creadora. Emilio Lledó, con palabra no menos que atinadas. diría que:

“La poesía nos hace ver el mundo con ojos distintos al que el uso nos marca en el diario tantas veces vacíos discurso del vivir. Por eso es, efectivamente, un mundo de creatividad, de libertad, y ser libre quiere decir, en poesía, el encuentro con un lenguaje que se dice a sí mismo y que no tiene otra posibilidad de entenderse, que cobijarse bajo las alas de esa misma libertad de señalar, de significar que es, al mismo tiempo, una libertad de sentir y de entender y de amistar”.

El doctor José Abinader coincide, en gran medida, con la explicación de Lledó sobre la poesía. Eso no fue casual: se debió, esencialmente, a su profunda sensibilidad y gran amor por el lenguaje y la libertad.

Como se ha de saber, Rafael Abinader no sólo fue gran conocedor de economía, derecho, finanzas, contabilidad, política, presupuesto, educación y administración, sino, también, del aroma encantador de la poesía y sus diferentes técnicas implicadas en su quehacer consciente y los juegos del lenguaje, entretejidos, por demás, con los hilos sutiles del pensamiento, tanto inmanente como trascendente, hasta el punto de que pareciese embebido en los suspiros placenteros del templo griego del Oráculo de Delfos, quizás, impregnado del paroxismo enrarecido del dios Apolo.

Con la memoria enternecida por aroma encantador de la poesía, el doctor Abinader sentiría, entre otras cosas, el vuelo de la imaginación poética y los ensueños apacibles de la realidad, que, de más en más, produciría deleites duraderos a los sentidos.

Se argumentaría, con sobrada razón, que Abinader, siempre guiado por la luz de la sabiduría, supo cultivar, sin pretensiones banales, el complejo y apasionante arte de la poesía. Por ese y ningún otro motivo, forjaría poemas memorables y visible significación existencial y profundo humano, muy humano. Esa razón, más que cualquier otra, habría de posibilitar los rasgos distintivos de sus bellos poemas cargados de sentidos. De ahí que sea, más que significativo, observar detenidamente los siguientes fragmentos poéticos del doctor José Rafael Abinader:

  • Vencer, he ahí el verbo:

El fuerte vence al débil

pero siempre hay uno más fuerte

que el fuerte.

  • La razón es humana.

La palabra infalible no cabe

en la razón.

  • La atmosfera y el vacío están

En dimensiones iguales

Como también lo está los hombres,

Los otros seres, las otras cosas,

Los animales, los otros animales,

Los árboles, los otros árboles,

Las flores, las otras flores…

  • Seres que lo transforman todo en todo.

Es la Ficción convertida en realidad

O la realidad convertida en ficción

Y aunque la tierra la ficción

se adelanta a la ciencia,

En mis viajes sin metas muchas

veces la ciencia va delante de la

ficción.

  • Paso de la luz a la tiniebla

Y de las tinieblas a la luz.

  • Laplace y Kant, el filósofo:

-Las nubes, los polvos y los gases

forman los cuerpos.

Pero hay una fuerza que separa

y que une, concentra y divide,

integra y desintegra,

congela y derrite,

frena y mueve,

aleja y atrae.

Es la fuerza del Creador

que conserva y cambia.

A simple golpe de vista, se puede apreciar, sin inusitados esfuerzos, que esas unidades poéticas, además de ritmo y ritma, están dotadas de sentidos, al tiempo que presentan un fondo de verdad común: Lo racional sensible, que envuelve los significados de la cohesión poemática del doctor José Rafael Abinader, la cual reflejaría su estructura única e inconfundible, tanto en su forma con el contenido. De ahí que dichos poemas perduren, para siempre, en la memoria, la cultura y la eterna infinitud del tiempo.