Desde el día primero de marzo de 1895, escribe que desde Dajabón cruza a Juana Méndez (Ouanaminthe), Haití, al oeste del río Masacre y describe la situación de pobreza y prosperidad: vestimentas, monturas y casas; la riqueza natural: el verdor, la sequedad, los pantanos, las especies de árboles y lo social, expresado en las bondades humanas de los pueblos dominicano y haitiano a través de quienes le recibieron con un “buen día amigo”, “buen día compadre” y otras apelaciones en creole haitiano y francés (el viajero hablaba Frances además del inglés) o las expresiones en español cibaeño, fascinándolo por sencillas y llenas de giros lingüísticos, las cuales Martí transcribió en dichos Apuntes[i].
Ese mismo día, recordó en Dajabón: A “Toño” Calderón, a quien conoció en viaje anterior y quien tenía fama de guapo cuando era comandante de armas, quien lo hizo “apear” del caballo que lo llevaría a Montecristi: “… y me dio su caballo melado, el caballo que a nadie había dado a montar, el caballo que ese hombre quiere más que a su mujer…”(Apuntes…pág. 54) Y así habla de innumerables dominicanos que lo ayudaron en sus visitas a la zona, dándoles aliento y atenciones, como el gracioso General Corona.
De Juana Méndez (Ouanaminthe): “se pasa el río Massacre, (sic) y la tierra florece…”. Habla de cosas hermosas de la relación entre los seres humanos: “… y gente que va y viene: en un sombrío, con su montón de bestias, hablan, al pie mismo del vado, haitianos y dominicanos…”. (Apuntes…Pág.56)
Ejemplo de esto es la foto de 1907, de la gente vadeando el río Masacre, 12 años después del maestro haber pasado por dicho lugar, tomada del libro Antiguas tarjetas postales dominicanas de la Colección de Miguel D. Mena[ii] y utilizada como postal en el 1917.
Habla del intercambio fronterizo y de la bondad del comercio para la economía local: “… Y pasan recuas, y contrabandistas”- y justifica a los últimos escribiendo: “Cuando los aranceles son injustos, o rencorosa la ley fronteriza, el contrabando es el derecho de insurrección”. (Apuntes…pág. 60)
Con un enfoque antropológico, el revolucionario cubano, al ver el “desorden” comercial, como realidad cultural o respuesta al medio ambiente socioeconómico, escribe: “…En el contrabandista se ve al valiente, que se arriesga; al astuto, que engaña al poderoso; al rebelde, en quien los demás se ven y admiran. El contrabando viene a ser amado y defendido como la verdadera justicia”. (Ibidem)
Y describe, fechado el día 2 de marzo de 1895, con sentido etnográfico: “…Pasa un haitiano que va a Dajabón a vender su café: un dominicano se le ve, que viene a Haití a vender su tabaco de mascar, su afamado andullo: “-saludos” .”- saludos”. (Ibidem)
Martí, ya en sus notas de marzo 1895, refleja la subcultura económica transfronteriza, formada en el crisol de la cotidianidad de ambas poblaciones que viven al margen, en parte, de los grandes diferendos nacionales, e inclusive, de los imperiales de los tiempos coloniales, donde Francia, Inglaterra, Estados Unidos, España y otras naciones europeas se disputaban el Caribe insular.
La gente en la frontera sigue el día a día en comprar y vender que es la economía fundamental de la vida en la zona, fundamentalmente el pequeño comerciante y el que brinda algún servicio.
El mercado fronterizo, la frontera y sus relaciones socioeconómicas, son etnónimos o identidades que definen origen y condicionantes de la vida de las comunidades, sobre todo las rurales.
Fechado, también el 2 de marzo; entrado ya en las humedades de Fort Liberté (“Alrededor, fango, y selva, sol…”), antes de llegar al Cabo, el revolucionario se detuvo en una casa pobre, habitada por una mujer ya madre a los dieciséis años, con un niño en los brazos que vivía con su abuela y otro niño, y de quienes recibió todas las atenciones posibles dentro de la penuria. Escribe Martí, que pidió agua y el niño se la sirvió y cuando el insigne visitante se despide de la familia, quiso pagarle como recompensa de los servicios prestados, pero se negaron a recibir el pago, pero si, la joven mujer le sugirió que prefería un libro que el apóstol tenía en el bolsillo de su saco de vestir. Ese gesto lo conmovió.
Cabe destacar, entre muchas cosas que escribe en sus notas de intimas convicción, cuando llegó al poblado de Fort Liberté sobre las 10 de la noche que no encontró hospedaje donde se había dirigido, pero se va a otro hospedaje, la casa de Neptalí y familia. Estando al frente de la casa llamó preguntando si era la casa que buscaba para que le diera posada, saliendo al frente la hija de la familia y al no parecerse a los que acostumbraban a alojarse allí, volvió al interior de la vivienda y anunció que había llegado un elegante jinete bien montado y seguro, a ella no le parecía que fuera comerciante o viajero de los que acostumbraban a recibir; algo que extrañó a la hija de Neptalí. Ella hablaba un poco español, pero se comunicaba en criollo y francés; Martí conocía de los dos idiomas, lo que hizo más grato el encuentro.
La familia de Neptalí le recreó su mundo porque encontró libros, buenas comidas después de haber recorrido más de 20 kilómetros por medio de humedales y el camino lleno de vegetación.
La familia también le dio provisión para que comiera en el camino de Fort Liberte a Cabo Haitiano, todavía más lejos, casi el doble del recorrido del día 2 de marzo. Dicha familia conocía del visitante por referencia desde Dajabón del canario Montesino, partidario de la independencia cubana, lo que significa que no fue una casualidad encontrarlo. Escribió con ese estilo, tal vez para protegerlo y protegerse de la retaliación española. Además, Neptalí era masón y estos estaban con la causa cubana, también Martí lo era, según la nota 108 del Diario de Campaña que se encuentra en el sitio web https://www.patrias-actosyletras.com.
De las pocas horas que estuvo con la familia de Nephtalí, es mucho lo que se pudiera decir que impresionó a Martí.
En territorio haitiano, sobre todo en Cabo Haitiano, donde llegó el día 3 al anochecer, vivían también los emigrados cubanos y delegados de la revolución, entre los que se destaca el Dr. Ulpiano Dellundé, médico y de alma martiana, quien puso todo su tesón para garantizar la seguridad de los expedicionarios dominicanos y cubanos en territorio haitiano, sobre todo, cuando fueron traicionados por el capitán Bastián, quien condujo a los expedicionarios desde las agua de Montecristi a la isla de Inagua en la goleta Brothers, donde lo dejó abandonados y quienes lograron regresar a Cabo haitiano el día 6 de abril en un barco mercante alemán especializado en transporte de frutas, el Nordstrand, que regresaba de Cuba rumbo a Jamaica y que tenía que recoger mercancía en Cabo Haitiano.
En Inagua, Martí gestionó con el cónsul haitiano Barber los pasaportes para que el capitán accediera llevarlo como pasajeros, según cartas de Martí, fechada en Baracoa el 15 de abril y de Panchito Gómez Toro, el hijo de Gómez, en carta fechada en Montecristi el 3 de mayo, reproducidas en Los Tres Viajes de Martí a Santo Domingo de Emilio Rodríguez Demorizi[iii]. La gestión del cónsul Barber para el grupo, fue la “providencia”, “nuestro salvador” a juicio de Panchito Gómez Toro. ( Ibidem).
El capitán del barco H. Loewe, acordó llevarlo en la condición de pasajeros pero que debían, no permanecer en el, sino refugiarse en el pueblo para no despertar sospecha ante una supervisión rutinaria de las autoridades, los días que el barco estuviera en Cabo Haitiano cargando, además, España ya estaba enterada de que los expedicionarios se movían en la zona.
El Dr. Dellundé vuelve a recibirlo en Cabo Haitiano y los distribuyó en distintas casas como medida de seguridad para tener una salida exitosa como bien sucedió el día de 10 abril de 1895.
Escribe estas notas no para el proselitismo político-militar, aunque nunca dejó de hacerlo en otros escritos y vías, sino para sus amistades: Carmen Miyares (Carmita) y a su hija María Mantilla, la niña de Nueva York a quien quiso como su propia hija, y a quien le dedica estos apuntes: "…para probarles que día por día, a caballo y en la mar, y en las más grandes angustias pueda pasar hombre iba pensando en ustedes”. (Apuntes…pág. 37)
Igual, fecha el día 8 de abril su ultimo apunte en el vecino país, cuando estuvo, vía un dependiente de confianza, el negro Tom, buscando unos libros en una librería; le había entregado dos pesos como depósitos para pagar los libros y a la hora de pagar el dependiente entrega los libros y devuelve los dos pesos, dejando al distinguido visitante rebosado de gratitud.
Así termina escribiendo sus notas personales “el más universal de los cubanos”, en los días que salió de Cabo Haitiano para Montecristi, junto a Máximo Gómez y otros prominentes patriotas rumbo a morir en combate por la libertad de su amada Cuba, un 19 de abril del mismo año, lejos de los pensamientos atribuidos por los que no tienen amor patriótico ni sensibilidad humana.
[i] Martí, J. Apuntes de un Viaje (mi visita a Santo Domingo). Edición de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en ocasión del centenario de la visita de Martí a Santo Domingo. Colección Archivo Histórico No.5. Editora Universitaria-UASD. (1992).
[ii]Antiguas tarjetas postales dominicanas. Colección de Miguel D. Mena. Edición y textos Bernardo Vega. ACADEMIA DOMINICANA DE LA HSTORIA. Volumen CXVI. 2014.
[iii] Rodríguez, D.E. Los Tres Viajes de Martí a Santo Domingo. Publicación de ONAP. En el primer centenario del manifiesto de Montecristi 1895-1995. XXIII Feria Nacional del Libro.