En este país todo el mundo está hablando del diferendo con Haití y sobre el agua en la frontera, específicamente la del río Masacre; han hablado los sabios y los que ni siquiera tienen idea de qué están hablando, muchas veces alentados por el ánimo agitador de ambas naciones, ignorando que el diálogo entre los pueblos y al interior de estos es positivo para un mayor entendimiento.
La “opinión pública” no se ha quedado callada; y, es importante que se debata con el mayor nivel de altura posible el eterno tema fronterizo del agua y otros por venir, advirtiendo que estaremos dándole vueltas desde posiciones nacionales, patrióticas y objetivas hasta tener que soportar las más inverosímiles, indignantes y sensacionalistas informaciones, faltándoles a la más mínima lógica de las cosas, como los anuncios de una invasión haitiana tal día, hasta poner a Juan Bosch y Martí a decir cosas diferentes a sus convicciones y legados de toda una vida con relación al pueblo haitiano y su papel en la historia de este país y de nuestra América.
Que los haitianos hagan lo mismo, es verdad, pero no nos compete hacerlo de este lado, porque las consecuencias de los actos y mentiras recae sobre los hombros de quienes las auspician y difunden.
El pensamiento del maestro Juan Bosch refleja su solidaridad con el dolor ajeno todo y está tan difundido en los tantos libros escritos de este destacados político y humanista, que nos limitaremos a exhortarles que lean a este maestro, en especial una selección de 20 textos sobre el tema haitiano que publicó la Fundación Juan Bosch en 2017, sin tener que navegar en la lectura de 40 volúmenes que reúnen sus escritos, es decir, su obra completa como pensador.
De la misma manera que han divulgado reflexiones de Bosch contrarias a su pensamiento, lo han hecho tal vez peor aún, con José Martí, líder del Partido Revolucionario Cubano y apóstol de la independencia de Cuba, que dedicó tantas expresiones bondadosas en sus apuntes íntimos sobre su última visita a República Dominicana y Haití, a quien lo han presentado desfigurado en su ser y pensamiento, haciendo realidad lo que decían nuestros padres sobre que la ignorancia es atrevida. Se trata de la difusión en las Redes Sociales, hasta más no poder, de un texto apócrifo perversamente atribuido al apóstol de la independencia cubana que cambia su discurso con relación al pueblo haitiano.
Martí estuvo en el fronterizo y norteño pueblo de Dajabón desde donde pasó a Cabo Haitiano, días antes de morir en Dos Ríos, en el oriente de Cuba en 1895, cuando fue a la que llamó la “guerra necesaria” para liberar a su país del imperio español. En Haití, como en dominicana, recibió de ambos pueblos y sectores de gobiernos apoyo en armas, dinero y tolerancia, quienes eran presionados por España para que no apoyaran la causa cubana a través de los inmigrantes cubanos, delegados y expedicionarios que vivían y visitaban la isla, entre los que se encontraba el “alma luminosa” del combativo José Martí.
El escrito apócrifo sobre el pueblo haitiano que se atribuye al apóstol anda desde hace años cruzando redes, y en medio del actual diferendo entre República Dominicana y Haití, por lo menos a quien escribe esta nota, le ha llegado muchas veces por diversas vía sin haberle prestado atención, hasta que hace unos días volvió a caerme encima y decidí no continuar ignorándolo, porque se trata de Martí, quien para los cubanos y la gente sensible de nuestra América, es como Juan Pablo Duarte para los dominicanos; en particular, es el arquitecto de una nación independiente de toda potencia extranjera.
Apuntes de un viaje (mi visita a Santo Domingo), publicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en ocasión del centenario de la visita de Martí a Santo Domingo en el 1892, recoge vivencias personales y vicisitudes del apóstol con profundo sentido etnográfico de lo dominicano y lo haitiano en su última visita a la isla La Española entre febrero a abril del 1895, de cuyos apuntes o “diario” tomamos las citas que usamos en la próxima entrega.
Hay que subrayar que Martí estuvo en Santo Domingo y no dejó de estar también en Haití desde 1892 a 1895, donde entró en seis ocasiones, en el trajín de la lucha independentista, donde los dominicanos aportaron la primera espada en la mano del banilejo Máximo Gómez y la solidaridad de sus mejores hijos. Estuvo en septiembre de 1892, en junio de 1893 y en febrero, marzo y abril de 1895, cuando salió de Haití hacia Montecristi (Dominicana), donde se embarcó para retornar a Cuba, para asumir su rol de apóstol y libertador de su Patria.