Marmol señaló que Heidegger, en sus múltiples respuestas a lo que significa el acto de pensar, plantea la diferencia entre ‘la palabra poética’ y ‘el decir del pensar’, aduciendo que este último ‘no recurre a imágenes’. Celebra que su definición filosófica de la palabra descansa sobre la metáfora de un pozo: “ese del que el agua surte, muchas veces, sin que siquiera nos demos cuenta. No es una gratuidad la proposición del propio filósofo según la cual toda obra proveniente de la mano, sea un dibujo, una pintura, una composición musical o un poema, se basará siempre en el acto de pensar. ¿Acaso no se da aquí el milagro de una equivalencia entre la génesis del arte y la del pensamiento? Hay en la relación entre poesía y pensamiento más armonía, más articulación que distancia o divergencia.” No sin regocijo poco disimulado, Marmol celebra la “inocultable sospecha en la suposición de que filosofía y poesía constituyan dos aproximaciones divergentes al fenómeno de la verdad.”

Sobre su propia visión vinculada de lo filosófico y lo poético, Mármol destacó que se ha apoyado: “en la definición que de la poesía dio alguna vez J. L. Borges, quien apela a la idea de que la poesía es aquello que permite ver con asombro donde los demás ven con costumbre. El poetizar es, pues, un mirar asombroso, desde cuya naturaleza lingüística, tiene lugar la generación del asombro mismo, en tanto que pensamiento.” Del mismo modo, Mármol destaca, como referente del asombro de lo poético en la filosofía (en tradición que se remonta a los diálogos platónicos el Banquete y Fedro, y la Metafísica de Aristóteles), la importancia de las meditaciones del poeta y ensayista Octavio Paz contenida en su obra El arco y la lira (1956), especialmente al señalar “con meridiana claridad, que la poesía es conocimiento, por cuanto el acto de crear, la poiesis implica un conocer y reconocerse.”

Marmol afirmó con propiedad que: “La poesía se nos revela como otra forma de pensamiento, que en los tiempos de la filosofía natural fue base para la génesis del pensamiento y la cosmogonía, al punto de que originar y nombrar mito-poéticamente eran una misma cosa. No sustentaría una separación tajante entre filosofía y poesía, hasta llegar a presentarlos como opuestos o antípodas, a las maneras de Leopardi o de Paul Celan. He sido temprano partidario de una relación dialógica.” Para el académico dominicano, la diferencia entre filosofía y lingüística es de naturaleza analítica: “estribaría, en todo caso, en que la primera, a partir de los apogeos del logocentrismo en la Antigüedad y el racionalismo en la modernidad, emprendió el derrotero de la búsqueda de la certeza, de la verdad absoluta, mientras que la segunda se mantuvo fiel al asombro, a la relatividad del conocimiento de las emociones y el imaginario, al desasosiego y la angustia que toman cuerpo en el trabajo con el lenguaje, desde el lenguaje y por el lenguaje. La filosofía se asienta en la afanosa búsqueda del concepto como principio del ser y del pensar, y la poesía toma posesión del amplio horizonte de la imagen, su multivocidad y su riqueza de sentidos.”

 

Sobre el devenir histórico de posiciones contrapuestas entre filósofos y poetas, José Mármol, al final de su intervención, nos adentró por los senderos de su propia reflexión, a la que denominó, en los años ochenta, como “Poética del Pensar”. Señaló al respecto que para él: “El poeta pensador va de la mano de la meditación, antes que del análisis o del raciocinio en sentido estricto. Le son propios los sentimientos y las experiencias concretas de la vida. Hay en él unidad de lenguaje, pensamiento y poesía. Más que de la poesía como concepto abstracto, el poeta pensador, sin desmedro de ella, se va a ocupar del poema y su estructura como un hecho concreto de lenguaje, como un constructo de lengua y cultura.”

De manera explicita señaló que su poética del pensar, aunque se basa en el pensamiento filosófico: “no lo subsume, no lo oblitera, no lo tacha, sino que, por el contrario, armoniza con él sobre la base de la especificidad de la diferencia. El pensar filosófico goza de una acendrada especificidad que tiene como eje central el raciocinio logocéntrico. El pensamiento poético hace suyo lo que fue originario del saber filosófico presocrático, aquella magnitud que ofrece el poder simbólico del mito. Heidegger subraya esa especificidad, esa diferencia sutil entre la palabra poética y el decir del pensamiento. Se apoya en el argumento de que en la primera el sustrato es la imagen, mientras que si esta aparece en el decir del pensamiento lo hará solo como una suerte de ancla. Será un recurso y no un fundamento.”

Su brillante, conceptual y emotivo discurso concluyó con la afirmación de que “La división tajante entre poesía y conocimiento apenas tiene validez en el umbral de las abstracciones y de la retórica convencional. El poema se revela como entidad armónica y compleja, y por cuanto es un concreto de lengua, lo es también de pensamiento. El orbe cognitivo del poema está cifrado, no en la exterioridad, sino más bien, en su propia intencionalidad lingüística.” Enfatizó que la fértil, y a veces polémica e incomprendida relación dialógica entre pensamiento y poesía, como lo definió Ortega y Gasset, es el cuento de nunca acabar.

En este brillante discurso queda asentada la erudición y profundidad del pensamiento del nuevo académico de número de la silla N, sobre cuyo perfil se asienta un futuro prometedor para la Academia, casa de los dominicanos de cultores la lengua española.

¡Enhorabuena! Las recientes promociones de académicos y escritores, en José Mármol nos sentimos representados.