De manera generosa y certera, Mármol dedicó la primera parte de su enjundioso discurso de entrada a la Academia Dominicana de la Lengua, a celebrar la prolífica obra de su antecesor, Marcio Veloz Maggiolo, señalando que en esta: “nuestra literatura ha tenido uno de sus más altos vuelos en todos los tiempos y uno de sus autores más fecundos. Su memoria, su imaginario, su saber enciclopédico y su exquisito dominio de la palabra hicieron del barrio capitalino de Villa Francisca un espacio universal.” Con emoción, Mármol recordó el noble gesto de Marcio y su cultivo de la amistad manifestado en febrero de 2021, cuando de su puño y letra le dedicó un ejemplar de su novela Palimpsesto (Búho, Santo Domingo, 2020), destacando su admiración por la poesía de este laureado poeta de la Generación de los ochenta.

El 10 de abril del año pasado, el Covid 19 truncó la valiosa vida de don Marcio Veloz Maggiolo, autor de mi personal aprecio, de cuya obra tuve el privilegio de disertar en la 78a Feria del Libro de Madrid. No me cabe duda del acierto de la Academia Dominicana de la Lengua en su selección para suceder en la silla N a “este gigante de las letras y el pensamiento”, pues Mármol ya alcanza la altura de muchos de sus vuelos.

Al abordar el tópico central de su disertación, Jose Mármol destacó que la escritura es un acto de dolor: “Escribir duele porque exige pensar, retar al lenguaje, procurar en la lengua lo sublime de la lógica y, además, recordar. Escribir duele porque nos vacía, de un tirón, lo pensado y lo sentido. Escribir nos conduce por la angustiante senda de imprimirle un sentido al horizonte de la nada.” En consonancia con la Clarice Lispector, la escritora brasileña más influyente del siglo XX, afirmó escribir es una maldición: “porque obliga y arrastra como un vicio penoso, porque es una condena, una impenitente penitencia”, pero también, aclaró, es una salvación y un misterio:

“No es posible conocer en profundidad la certeza inmaterial de su implacable mecanismo, su engranaje a veces mórbido y otras veces letal. Porque la escritura no es mero proceso de factura, de plasmación material de la precisión morfológica, la belleza del sonido y los misteriosos pasajes de una lengua. Es, más bien, la magia de un nacimiento, la manifestación de un acontecimiento del lenguaje, el concreto de pensamiento y sentimiento de una lengua, un individuo, una cultura, una sociedad y una historia.”

En su divagación sobre la inefable e indefectible vinculación de filosofía y poesías, José Mármol, no escatimó teorías, aventurándonos por los aportes de pensadores de todas las épocas:

“La metafísica ha tejido, a través de su propia historia, una urdimbre intrincada, a veces abstrusa, demasiado cargada de conceptos y caminos metódicos muchas veces sinuosos. Aun así, la metafísica posible es la realidad cotidiana, la vida y la acción de la humanidad explicada y profundizada a partir de su estar en el mundo.”

No escatimó argumentos para convencernos de la naturalidad ineludible con la que filosofía y poesía se acercan y entrecruzan. Para Mármol, apoyado en Víctor Gómez Pin cuando afirmó que los humanos somos “animales de palabra y de razón”, devenimos en “seres de pensamiento, sentimiento y lenguaje, porque son los actos de pensamiento, el pathos de la distancia entre un sujeto y su alter ego, el otro, y el poder simbólico del lenguaje los que en definitiva nos hacen ser lo que somos.”

Mármol destacó que la separación, o querella, acerca de la polémica relación entre filosofía y poesía, nos viene legada de la más remota antigüedad: “Heráclito y Jenófanes, desde su propia escritura poética, lanzan críticas a importantes poetas como Homero y Hesíodo. Ya sonsacado Platón por seducción de Sócrates, para que abandonara la poesía y se colocase del lado de la filosofía…” Esta referencia fue el inicio de un detallado recorrido del poeta y filósofo dominicano por la historia de la cultura occidental, con profusas citas de autores que, posteriores a los griegos citados y los que sumó Aristostles y Heráclito, han abordado la dicotomía plateada; destacando entre ellos: Fiedrich HegelNietzche, G. W. Hegel, Giordano Bruno, Jonathan Wolff, George Steiner, Michel de Montaigne, José Ortega y Gasset, Miguel Unamuno, Alejandro Teófilo Baumgarten, Martin Heidegger, entre otros; también los investigadores: Javier Aguirre, A. L. Bertrán, E. Benveniste, Víctor Gómez Pin, Byung-Chul Han, Hermann Diels, María Zambrano, Beltrán, Ortiz-Osés, Romo Feites, José Gaos y Gianni Vattimo;  y de poetas como: P. B. Sherlley, Friedrich Hölderlin, Paul Valery, Rainer María Rilke, Georg Trakl, Stéphane Mallarmé, Fernando Pessoa, Antonio Machado, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Roberto Juarroz.

José Marmol en este discurso paradigmático, resumen de su propia evolución intelectual, profesa la creencia expresada por Heidegger, autor de su preferencial porque en él convergen creativamente filosofía y poesía, cuando afirma que “el pensamiento es poesía originaria que antecede, que precede al decir poético. Asimismo, una poesía que piensa establece y dimensiona la topología del ser del ente. Ahora bien, es en el silencio primigenio, ese que origina el pensar fundacional, donde pensamiento y poesía establecen su identidad, su evocación sintética, su unidad”.