La obra Testimonios de un combatiente revolucionario (Archivo General de la Nación,2014) plasma en el modo evocativo los acontecimientos personales, familiares y políticos que llenaron de sentido la existencia del ingeniero José Daniel Ariza Cabral— fallecido el 18 de octubre del año en curso a los 95 años—. En ella el autor cuenta en forma amena y detallada las principales acciones fácticas de su vida pública; más ampliamente, las protagonizadas durante su militancia en la izquierda dominicana.

Este relato autobiográfico es una pintura vivida luego recreada de los sueños y la vida real de un hombre cuya travesía existencial abarcó un extenso pedazo de la historia de nuestro país. Se desarrolla desde la infancia del autor hasta la guerra de abril de 1965, acontecimiento en el cual Ariza Cabral tuvo una destacada participación.

En un capítulo organizado cronológicamente, del 28 de noviembre al 28 de diciembre de 1963, se reconstruye la acción fáctica más importante en el frente guerrillero Enrique Jiménez Moya integrado por 27 hombres, en el que el autor participó junto a Manolo. La obra concluye con unas reflexiones muy críticas acerca de esa guerrilla.

Entre las noticias de mayor valor en esta obra aparece la imagen de Manolo con tintes jamás plasmados en testimonio alguno. Con rara combinación de sobriedad y emoción Ariza Cabral diseña —quizá desde su maestría ingenieril — un sincero y original fresco del periplo fatal de Las Manaclas en la situación dramática de la despedida dos entrañables amigos y combatientes guerrilleros, José Daniel y Manolo, la víspera del asesinato del líder del Movimiento revolucionario 14 de junio.

Manolo es evocado repetidas veces en el capítulo dedicado a la guerrilla de 1963 en el estilo anecdótico que se emplea en toda obra. Ahí se narra en forma coloquial la relación con el líder, como se muestra en la acción discursiva de este diálogo, que refleja la situación de cansancio y de imposibilidad física de varios guerrilleros:

20 de diciembre de 1963

— Manolo, tú estás mirando el cuadro que tenemos aquí, pon atención, te saco de aquí y vamos donde tú me digas, tenemos a Rafael, Caonabo, Mochi, Polón tú yo, no más. Tú puedes encomendar una misión a Emilio (Cordero Michel) con un grupo y otra a Luis con otro grupo.

—José Daniel, yo no puedo abandonar a Jaime, a Leonte, ¿cómo los dejo?

Lo interrumpo:

—Es que ellos ya no pueden más y el pueblo necesita al líder, que eres tú, vivo. Además, ellos corren poco peligro si el ejército los encuentra.

Él parece aceptar y me dice:

— ¿Tú crees que podamos trasladarnos a las lomas de San Francisco?

—¡Seguro! -le respondo.

Él me dice:

— Luis me dijo que él conoce esta región.

—Mentira, no conoce nada. Además, tú has visto su conducta.

Fue y habló, luego me dijo:

— Es un traidor.

Le dije:

— Vamos a fusilarlo.

—¡No, no, de ninguna manera!

Le digo:

— Tienes que ser fuerte. (pp.236-237)

Ese diálogo, como otros que aparecen en esta obra, destaca el estilo deliberativo del mando ejercido por Manolo en la guerrilla, pero también la ausencia de decisión del comandante en situaciones apremiantes: “Tiene que ser fuerte”, le aconseja Ariza Cabral.

Este otro diálogo es muy significativo por el tono de confianza de la relación entre Manolo y Ariza Cabral y porque como el anterior ofrece algunas pinceladas del carácter de Manolo y su actitud en la situación crítica en que se encontraban.

Es una acción discursiva que se refiere al momento de la más grave decisión, cuando Manolo iba a entregarse con un grupo, mientras Ariza Cabral se iba por otro lado con otro grupo, porque no decidió entregarse:

Le pregunto a Manolo:

—Por fin, ¿Qué tú piensas hacer?

Me respondió:

— He tomado la amarga decisión de acogerme al deseo de la mayoría.

Lo escuché con profundo pesar. Le contesto:

—Manolo, te acompaño hasta la muerte, pero con las armas en las manos, yo no me entrego. (p.238)

En su relato Ariza Cabral manifiesta la actitud de combatir junto a Manolo a sabiendas de que corrían el peor de los peligros, pero no quiso acompañarlo en esa entrega, pues preveía que era un suicidio, como en efecto sucedió en el desenlace en el que Manolo fue asesinado junto al grupo que lo acompañó:

“Algunos miembros de La Infraestructura, entre ellos Juan Miguel, me preguntaron en cual frente estaría. Respondí que en el que estuviera Manolo, sin ignorar que a ése estarían dirigidos los mayores ataques. También pensé que a su lado estarían los hombres militarmente mejor preparados, los que habíamos sido entrenados para poder defender la figura del líder en los combates que, sin dudas, iban a ser los más terribles. Todo el armamento que tuviera el ejército iba a ser utilizado para destruir la guerrilla donde estuviera Manolo.” (p.217)

Los elementos que se destacan en esos pasajes del libro de Ariza Cabral son dramáticos y emotivos; reflejan la generosidad y la solidaridad de un líder que fue capaz de exponerse a sacrificio por sus hombres; muestran el estilo democrático e incluso excesivamente abierto con el que ejercía su liderazgo.

Sin embargo, surge de nuevo la pregunta: ¿Cómo pensaba Manolo? Ni siquiera en la parte consagrada a las reflexiones sobre aquellos hechos años después, el autor deja entrever algunas motivaciones profundas que llevaran a Manolo a sus acompañantes a esa inmolación en esa experiencia guerrillera.

Por lo tanto, en esta obra solamente puede recuperarse el ideologema valórico sacrificio, que se manifiesta en esta expresión de inmolarse junto a un grupo de sus compañeros: “He tomado la amarga decisión de acogerme al deseo de la mayoría.”

Ninguna palabra describe mejor a José Daniel Ariza Cabral —ese luchador que participó en forma ejemplar en los más importantes acontecimientos político del siglo XX sin dejar de ser un hombre realizado a plenitud en el plano profesional y familiar —que este epitafio colgado en Tweet por su hijo José Rafael Ariza:

“Ni la dictadura, ni las torturas, ni los perseguidores de comunistas, ni los que acabaron con la vida de manolo y 18 jóvenes más en Manacla, ni otras tantas batallas pudieron limitar su paso por esta tierra hoy el creador lo mandó a buscar en paz descanses papá”.