Me parece bien indicar al lector que la narrativa del profeta “Jonás, el desobediente”, es una forma de decir que el pueblo hebreo, Israel, tiene desprecio por los otros pueblos, llamados por ellos: gentiles; pues, lo escrito en el libro de Jonás, es en realidad una forma de alegoría que sirve de imagen metafórica para expresar el prejuicio de los judíos hacia los paganos. En este caso, es por el pueblo de Nínive, capital entonces de los asirios; pero considerado por los seguidores de Yahvé-Jehová, como podridos pecadores impunes, por estar condenados irreparablemente, y sin posibilidad de arrepentimiento. Dado que Jonás, es un llamado profeta de Dios, él tiene en mente el sentir de su religión, cultura y tradición, que impera en su gente, y, por tanto, es rebelde, renuente y resuelto desobediente, para no cumplir el mandato divino, de ir a predicar a ese pueblo. Generalmente, se conoce este relato por la fallida huida de Jonás, quien trató de embarcarse y fugarse hacia el oeste, a una destinación contraria al pueblo de Nínive, que está al este. Se frustra su escape y es tragado por un gran pez, y estuvo allí por tres días. (Para una mente ágil y de conocimiento, se entiende que, este relato es una alegoría, una imagen metafórica. Pues, hace recordar la historia de un niño de seis años, que, al encontrar el regalo de los Santos Reyes, lo miró bien y dijo: “este no lo trajo los Santos Reyes de Oriente, porque tiene código de barras de la tienda donde venden juguetes”). Con esta rendición de conciencia y realidad, entendemos la razón de la desobediencia de Jonás, escrito en esa forma.
Jonás puede ser considerado como un profeta renuente pues, “en lugar de obedecer, trató de huir del Señor”. (Jonás 1:3).
Él se distingue entre todos los demás porque el Señor Dios se dirigió a él con una encomienda evangelística especifica de “ir a la gran ciudad de Nínive a anunciar que sería destruida por la noticia de su maldad”. (Jonás 1:2).
En lugar de obedecer el mandato del Señor Dios, como generalmente hacían los demás profetas de Israel, (a veces después de excusas), Jonás se rebeló, desobedeció a Dios y trató de huir para eludir el cumplimiento de la comisión que le fue encomendada.
La actitud de Jonás parece ser insólita, pero más bien, este relato bíblico es una manera novedosa de explicar la conducta de una persona con capacidad de decisión y con una comisión bien definida, quien en lugar de acceder y cumplir la voluntad de Dios, trata de imponer su propia voluntad y criterio, desviando su vocación por sentimientos de prejuicio, arrogancia, insensibilidad humana, falta de conciencia crítica, o por no comprender el alcance del amor, la misericordia y la voluntad de Dios.
La desobediencia del profeta Jonás llama poderosamente la atención, ya que su actitud se distingue de otros personajes bíblicos en los siguientes aspectos que son muy notables:
Primero, el profeta trata de eludir el encargo que Dios le encomienda y busca escapar a un lugar lejano. Esto parece indicar que Jonás pensaba que Dios estaba restringido a un lugar o territorio limitado, o que el Señor era Dios de una comunidad específica y exclusiva (Israel) y no el Dios de todas las naciones, el soberano de toda la creación.
Segundo, la dramática experiencia del profeta Jonás, (echado al mar y tragado por un pez para obligarlo a ir al destino trazado por Dios) (Jonás 1:15:17), no vino al comienzo de su llamamiento, sino después de su negación de cumplir con el mandato de Dios.
Tercero, Jonás se arrepintió en apariencia por la manera inusual con que Dios lo obligó a tomar el camino hacía el cumplimiento de su misión.
Jonás, el encomendado de Dios, se puso en marcha y fue a Nínive, (ubicada a 450 km al noroeste de Jope) entró en la ciudad y caminó todo un día, diciendo a grandes voces: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” Jonás 3:4.
Cuarto, el mensajero de Dios lleva su encomienda, que es sumamente corta, para exhortar a los ninivitas al arrepentimiento y éstos aceptan el llamado de Dios sin mayor esfuerzo del profeta.
Quinto, al darse cuenta Jonás que el pueblo acepta su predicación y se arrepiente y es perdonado por la misericordia del Señor, el profeta se enoja.
Es interesante leer: “a Jonás le cayó mal lo que el Señor Dios había hecho, y se disgustó mucho” (Jonás 4:1).
Sexto, el profeta interpela a Dios, argumentando que el Señor Dios “es tierno y compasivo” y que “anuncia un castigo y luego se arrepiente”, por tanto, él, Jonás sabía que eso era lo que iba a pasar. Debido a eso, quiso huir a Tarso, incumpliendo con el mandato y ante el hecho de la compasión divina, “prefería morir que seguir viviendo”.
Séptimo, el relato es, en fin, una lección al profeta y a toda persona de una vocación religiosa, para que comprenda que Dios ama a toda la creación; y que a pesar de los errores y pecados que la comunidad comete, el Señor tiene compasión y perdona a los que se arrepienten; y además, es señal inequívoca de que “Dios no hace excepción de persona, pueblo ni nación”.