«La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea». Alberto Moravia
A pesar de las personalidades contrapuestas de Joan Miró (Barcelona, 1893 – Palma, 1983) y Pablo Picasso (Málaga, 1881 -Mougins, Francia, 1973), estos mantuvieron una amistad que se prolongará hasta la muerte de Picasso.
Es de notar que mientras Pablo Picasso -en un retrato biográfico y despiadado de la escritora griega Arianna Stassinopoulos- tenía un comportamiento extrovertido, bohemio, sádico, manipulador, psicótico, oportunista y cínico, Joan Miró, al contrario, era introvertido, callado y de una sola mujer.
La amistad enriquece la vida y hasta mejora la salud física y mental, pero si es una amistad producto del respeto y la admiración mutua entre dos artistas como Miró y Picasso, en la que esta se volvió tan significativa a contraviento de las personalidades disímiles de ambos; llega incluso a ejercer una influencia recíproca en la obra artística de cada uno de ellos. Aunque los separaba una diferencia de edad de doce años, podemos observar esta influencia en la obra Bailarina española de Miró, pintada en 1928 que nos remonta a Olga con mantilla de Picasso, pintada en 1917. Sin embargo, esta amistad se pudo sostener debido a que cada quien siguió su propio camino en el arte.
La exposición del Can Prunera de Sóller Museo Modernista "Pablo Picasso y Joan Miró, Historia de una amistad" realizada en el 2017 en España y comisionada por Joan Punyet Miró, nieto de Joan Miró, recopiló una muestra de las obras de estos dos grandes amigos así como la correspondencia personal que mantuvieron durante décadas los dos genios, y en las que se puede apreciar la admiración y el afecto que se profesaban los pintores.
Un aspecto indicativo de esta amistad es que ambos construyeron alianzas enriquecedoras a través de la lealtad, la confianza y la pasión compartida por la pintura y la literatura, pudiendo saltar los obstáculos más allá de la competencia o rivalidad que se generan naturalmente en estos espacios. En palabras de Joan Punyet Miró: «Los vínculos que les unían iban mucho más allá de lo que podían simplemente aparentar. El aspecto humano era capital, manteniendo un compromiso político, social y cultural que les acompañó siempre».
No resulta difícil asumir que esta amistad implicó una relación de afecto y respeto mutuos, una relación en la cual la preocupación por el amigo no era derivada de consideraciones simplemente instrumentales en torno a beneficios materiales o personales.
Las buenas amistades no se encuentran por arte de magia y cuando las tienes hay que trabajar en ellas el respeto, la firmeza, el compromiso, la constancia y el cumplimiento de la palabra de manera sostenida, a fin de que pueda mantenerse a lo largo del tiempo; al igual que la valiosa relación de afecto de estos dos grandes artistas.