Desde una perspectiva de Fe, Jesús fue hijo de Dios. Estableció una Nueva Alianza, esta vez con la humanidad toda y no solo con el pueblo judío como, según el Antiguo Testamento, liderado entonces por Moisés, en el Monte Sinaí, cuando liberados de la esclavitud, caminaban hacia la tierra prometida. Dio testimonio mediante la realización de milagros y mediante su resurrección.
El Dios del Antiguo testamento, de la primera alianza, es el Dios del pueblo judío, “pueblo elegido”; establece reglas de comportamiento individual y social, juzga, premia, castiga y venga ofensas, guía en las batallas y protege ante enemigos. Es parte esencial de la conformación del pueblo judío como sociedad y como cultura. La Nueva Alianza se involucra toda la humanidad, llamada a construir el Reino de Dios en la tierra, en cada ser humano, y el camino es el Amor y la Paz.
Jesús como persona, ser humano, y, nació en la época en que el Imperio Romano oprimía estos pueblos del cercano oriente, empobrecidos hasta la miseria, aunque persistía una fuerte influencia cultural griega. Los judíos conformaban una comunidad relativamente pequeña, rodeada de “gentiles” (no judíos). Jesús dirige sus prédicas a judíos y gentiles. Es decir, a la humanidad entera.
Según el papa Francisco, Marcos es “el evangelista que más acentúa esta dimensión humana”. Se nos presenta como “el hijo del Hombre”. Nació, hasta los 12 años creció entre Galilea, Judea y Egipto, en una familia judía cuyo padre (José), carpintero, pertenecía al linaje del Rey David y al igual que María su madre, eran estudiosos y practicantes del judaísmo, también influenciados por algunas corrientes egipcias. En esas ideas educaron al Jesús niño.
Sobre sus próximos 18 años, no hay referencias en los Evangelios. Posiblemente fue formado bajo influencia de Esenios y tal vez por sabios mesopotámicos y por budistas en el sur de Asia. Reaparece en Galilea y Judea y en los Evangelios, alrededor de 30 años de edad, con un mensaje centrado en tres vertientes, de los cuales da testimonio viviente.
Por una parte, muestra un desarrollo excepcional de sus capacidades mentales. Una gran sabiduría. Conoce la historia del pueblo judío y el Antiguo Testamento (la Torá judía), interpreta con fluidez sus textos, trae al presente y predica con sencillez pedagógica. Por otra parte, profundos sentimientos de compasión por el sufrimiento y dolor de los demás (prójimo). La tercera vertiente es que su mensaje, y la Nueva Alianza es una propuesta no limitada al pueblo judío, sino para toda la humanidad.
Hasta Jesús, el Reino de Dios era algo externo a las personas, representado con la alegoría del Cielo.El camino para alcanzarlo era el fiel cumplimiento de los Mandamientos de la “Ley de Dios” y sus interpretaciones por sabios guías espirituales judíos; y la Alianza con Dios correspondía al pueblo judío, el “pueblo elegido”.
Para Jesús, el Reino de Dios está y debe ser construido en cada uno de nosotros, el pueblo elegido es la humanidad entera y el camino es el Amor y la Paz (interior por liberación del pecado, y con los demás mediante el amor y la solidaridad).
Para los griegos, y en consecuencia para todos los pueblos influenciados por la cultura helenística, incluyendo los romanos de aquella época imperial, el amor se entendía en varias dimensiones: el amor como “filia”, que fundamenta el vínculo familiar. El amor como “eros”, basado en el deseo y la atracción por alguien o algo. El amor como “storge” referente a la admiración y cariño entre personas, base de la amistad; y el amor como “ágape”, cuya esencia es compartir, nace de reconocer y aceptar al otro, tal y como es, sin condiciones.
Esta última acepción griega del amor ágape, es esencial en el mensaje de Jesús. “Amar al prójimo (otro) como a ti mismo”. Es el amor generoso que no espera retribución y que es profundo, que se aleja de la superficialidad. Es el amor como energía que circula entre iguales y conlleva la felicidad y a la paz espiritual. Por tanto, el amor como ágape es el camino principal para avanzar hacia la paz interior y la convivencia pacífica entre personas, aunque puedan diferir en sus pensamientos, costumbres, pero que tienen en común su condición de humanos. Para Jesús no basta cumplir los preceptos de los mandamientos y de los sabios guías religiosos; lo esencial es amarse a sí mismo, y amar a los demás. Esto, obviamente, incluye la capacidad de perdonar.
Desde una perspectiva psicológica, el pecado podría aproximarse al actuar incorrectamente y produciendo daño a uno mismo y a otros; lo que conlleva a la ansiedad y depresión. Vivir en pecado es vivir en ansiedad y depresión; torturados por la representación en nuestra conciencia, de haber actuado incorrectamente y producido daño, intencionalmente o no. La superación de estas pulsiones, en la psicología se logra mediante la psicoterapia; y, en el campo de la vida espiritualmente saludable, mediante la contrición (arrepentimiento), la enmienda (corregir daños propios y ajenas) y el perdón. Es decir, mediante el crecimiento interior y en nuestras relaciones interpersonales, y en sociedad.
En el mundo contemporáneo, el mensaje de Jesús y su testimonio de vida trasciende los límites de las religiones cristianas. Tiene mucho que hacer y decir para la vida de cada persona y para la convivencia pacífica entre grupos sociales y naciones de la humanidad entera.