En la batalla electoral campal y mediática entre la izquierda y la derecha en América Latina y el Caribe, ambas exhiben toda clase de amas políticas y flexibilidades para ganar la voluntad del voto de la población. Se diferencian en el contenido de sus propuestas, color de partidos y la manera de crear políticas publicitarias.

 

La izquierda no puede concebir, desarrollar y consolidar una entidad política andando de brazos con la derecha. Ante una conducta inapropiada de acercamiento, la población, entre ella sus simpatizantes, la recibe como una señal equivocada. Esas andanzas partidarias deben estar limitadas con las demás entidades revolucionarias, progresistas y democráticas, social y popular. Juntarse sin necesidad con la parcela de la acera del frente, se pierde credibilidad.

 

La izquierda del ayer pretendía crecer e incrementar sus influencias en la sociedad, infiltrando sus hombres y mujeres en partidos de derecha de corte liberal y democrático. El mejor ejemplo lo tenemos en el antiguo Partido Revolucionario Dominicano, PRD, cuando sus estructuras fueron permeadas por el MPD y la Línea Roja del 1J4.

 

Todavía esa aventura de viaje no se ha perdido. Aunque se muestra en forma diferente por la naturaleza de los cambios que experimenta la manera de hacer política. Los acercamientos han continuado; sectores de izquierda con el PRM, PLD, en el poder, y la FP, este último se tragó con todo y ropa a un grupo de izquierda; han provocado daños terribles e irreparables al movimiento revolucionario.

 

Sí, la izquierda ha votado conscientemente en tres ocasiones por partidos de derecha. En el 1962, por el PRD, profesor Juan Bosch; en el 1978, PRD, por don Antonio Guzmán Fernández, y el 2024, PRM, por Luis Abinader Corona. La voluntad popular se hizo sentir para vencer a un enemigo común, y la izquierda acompañó al pueblo para consumar su propósito: votar por Bosch, derrotar a Balaguer y salir del PLD corrupto.

 

En ningunas de las tres ocasiones la izquierda estuvo preparada para enfrentar los desafíos por las nuevas condiciones creadas. A pesar de su debilidad orgánica, divisiones y escasas influencias en la sociedad, supo defender la democracia con las armas en las manos, ejerciendo el derecho al voto y defendiendo la voluntad popular en las calles en todo el país.

 

La abstención electoral y la participación desunida de la izquierda han contribuido con bloquear el entusiasmo por las elecciones de sus militantes y simpatizantes. La cuestión se complica cuando se acercan, sin urgencia coyuntural, a los partidos políticos de derecha; frustrando la oportunidad para crear la cultura, sentimiento, del voto por la izquierda.

 

Las alianzas, acuerdos y compromisos, sin cualquierizarlos, de la izquierda con la derecha, tienen validez cuando existe un objetivo común de interés nacional y se permite avanzar el proceso revolucionario. Descartando la búsqueda personal, de grupo y la degeneración política. No debe ser una práctica frecuente para conseguir colocación en la administración pública y conservar personalidad jurídica.

 

De lo que se trata, sin ninguna duda, es del uso que se hace de ellos (…)

 

La política de acercamiento con el contrario está determinada por condiciones históricas y coyunturas favorables, donde el objetivo a alcanzar cambie la correlación de fuerzas. No puede, jamás, justificarse ante la incapacidad del esfuerzo realizado, divisiones en sus filas y falta de liderazgo. El inolvidable Manolo Tavárez Justo, nos decía: “La revolución es el trabajo constante y consciente de cada uno de nosotros”.

 

Ayer se justificó el voto por Bosch, por don Antonio y por Abinader Corona. Pero este último ha resultado “una sal más cara que el chivo”. La actual coyuntura electoral no tiene ribetes ni parecidas a las tres coyunturas históricas anteriores, donde en el 2020 la población hastiada de corrupción e impunidad levantó la consigna: ¡Se van!