Jacques Julliard publicó un ensayo del cual he tomado su título, “El fascismo que viene”, con la diferencia que él lo ponía en afirmativo y yo lo hago en interrogativo. Sin embargo, hago enteramente mías sus palabras, aplicándola a este artículo que firmo: albergo “un único deseo…que los acontecimientos que se produzcan después de su escritura lleguen a desmentir el enunciado de su titulo”. (1994, Editions du Seuil)
El próximo domingo 25 de septiembre Italia va a las urnas. Participan numerosos partidos que por la Ley electoral se ven obligados a formar coaliciones para poder tener posibilidad de ir al parlamento o tener mayor número de representantes. El sistema electoral italiano es una combinación de listas plurinominales (64%) y uninominales (36%), en la cual la proporcional es la dominante.
En estos comicios la derecha italiana va unida. “Forza Italia” (Adelante Italia) de Silvio Berlusconi. La Liga Norte de Matteo Salvini y Fratelli de Italia (Hermanos de Italia) de Giorgia Meloni. Que es la estrella ascendente de la política italiana. Estos tres grupos forman la coalición electoral “Por Italia”. Los sondeos le dan una intención de voto del 45,6%.
El partido más votado en las elecciones de 2018 fue el Movimiento 5 Estrellas (M5S), se presenta en solitario. Está debilitado debido a varias escisiones. Era un movimiento anti sistema, que funcionaba de manera asamblearia. Pactó en 2018 con la Liga Norte para formar un gobierno. Teniendo a Giuseppe Conte como primer ministro. Posteriormente Luigi de Maio, que era ministro de Exteriores, escindió al movimiento 5 Estrellas y creó el partido “Compromiso Cívico”. Las divisiones han hecho que su apoyo electoral haya caído en picada.
El arco de centro-izquierda, que gira en torno al Partido Democrático, de línea socialdemócrata, cuyo líder es Enrico Letta, que fue primer ministro en 2013-2014, ha pedido que todos los progresistas concentren su voto en su partido para evitar el triunfo de la derecha. La intención de voto de éstos apenas llega al 30%. Por otra parte, dos escisiones del PD, la más importante la de Matteo Renzi, que ha sido primer ministro, ha creado el partido “Italia Viva” y que junto a Carlos Calenda ha formado la coalición “Tercer Polo”, puede ser que le reste voto al Partido Democrático.
Las encuestas señalan una abstención record que superará el 40 %. Y lo más interesante es que los jóvenes podrían superar el 20% de abstención. Lo cual demuestra un hartazgo de los italianos de estas continúas crisis políticas que conducen a un promedio de permanencia en el cargo de primer ministro de unos diecisiete meses. Teniendo que ir a votar cada dos años. Además en Italia no se contempla el voto por correo. Los electores tienen que personarse en las urnas para depositar su voto. Con lo cual el abstencionismo se ve indirectamente estimulado. De hecho el ascenso de la abstención tiene una curva ascendente desde 1948 hasta la actualidad.
El gran muñidor de la coalición de la derecha italiana ha sido el empresario y magnate de los medios de comunicación Silvio Berlusconi, que tiene 85 años de edad. Ha sido primer ministro en tres ocasiones (en 1994-95, 2001-06 y 2008-11) y, es uno de los hombres más ricos de su país. El conspiró para sacar del poder a Mario Draghi. También convenció al jefe de la “Liga Norte” Matteo Salvini para que aceptara integrarse en la coalición con su rival en el campo de la ultra derecha, y líder de “Hermanos de Italia”, Giorgia Meloni.
Salvini representa a los grandes, medianos y pequeños empresarios, del Norte de Italia. Y ha reivindicado la separación del Norte del resto de Italia, aunque ahora aceptan un programa de federalizar Italia. Giorgia Meloni, no es una recién llegada a la política italiana. Fue ministra de la Juventud con Berlusconi de 2008 a 2011. Su partido representa la línea trumpista europea, es decir, ultra derechismo, neoliberalismo en lo económico, populismo de derecha en lo político. Trata de seguir el sentimiento generalizado entre las capas medias y trabajadoras italianas (y en buena parte de Europa), de temor al presente y al futuro. Algo que se ve estimulado por la guerra en Ucrania, la amenaza nuclear, el corte de energía a Europa, la consiguiente inflación de precios y disminución del nivel de vida.
Como esta derecha conservadora, neoliberal y populista, es también pragmática, su programa no adopta el euroescepticismo, el rechazo a la Unión Europea (UE). Italia necesita de los jugosos fondos europeos y de hecho en su programa está una renovación y ampliación de las infraestructuras italianas basadas en el dinero que debe proveer la UE.
Respecto a la OTAN, aceptan a esta alianza militar, pese a que Berlusconi mantiene excelentes relaciones con Putin y ayer mismo le echaba un clave a Putin en plan defensivo. Según Berlusconi, Putin se ha visto obligado a tomar la decisión de hacer la operación especial en Ucrania ante las presiones existentes en Rusia para que la OTAN no cortara las relaciones históricas y económicas entre Ucrania y Rusia, además del temor a la amenaza militar de una Ucrania en la OTAN. No obstante, en la coalición de derecha se promueve algo que tiene lógica, que se haga una conferencia de paz para poner fin a la guerra en Ucrania y que se produzca una redefinición de los intereses en la zona.
En materia inmigratoria está claro que ante la constante llegada de barcos a las costas italianas procedentes desde la costa africana del mediterráneo, la coalición “Por Italia”, mantiene una postura de veto a este flujo continuo y propone reforzar las fronteras de la UE. Salvini quiere que se pongan en vigor sus leyes de 2018, que cerraban los puertos a los barcos que trajeran inmigrantes a puertos italianos y que sancionaba a las ONG que lo hicieran.
De hecho ningún partido italiano con importancia electoral es pro inmigración sino que a lo más que se llega es a proponer la lucha contra la inmigración irregular y optar por una inmigración ordenada y programada, es decir, acorde con las necesidades del país receptor. Ningún político italiano con aspiraciones políticas -no con ganas de hablar por hablar o de gesticular-, es tan tonto para presentarse a unas elecciones propugnando fronteras abiertas e inmigración sin control. En el país de Maquiavelo y Guicciardini nadie es tan carente de astucia y sentido de la oportunidad para propugnar algo tan impopular.
La derecha italiana unida se opone al aborto, a la eutanasia y al matrimonio entre personas del mismo sexo. Propugna proteger a los menores del discurso y propaganda de “deconstrucción de la identidad sexual y del adoctrinamiento de género”.
Concluyo este artículo, fundamentalmente informativo, señalando para los curiosos, que la líder de la ultraderecha populista, Giorgia Meloni, no es una señora de clase burguesa por propiedades u orígenes. Nacida en 1977 no tiene ninguna carrera universitaria, salvo error de mi parte, aunque se le etiqueta de periodista y quizás haya ejercido de tal, aunque sea en la prensa de partido, como Salvini, y procede del popular barrio romano de la Garbatella. Un barrio tradicionalmente de votantes de la izquierda y dónde muchos de sus habitantes afirman que no le votaran.
De origen popular, ideas de derecha conservadora y populista, influida en su juventud por las ideas de los “misinos” (Movimiento Social Italiano), es decir, los seguidores de las ideas fascistas de Mussolini. Es una chica del pueblo con ideas favorables a los privilegiados. Aunque si llega a primer ministro y dadas sus relaciones con Berlusconi y demás gente de inmenso capital, su situación financiera mejorará sustancialmente por el desempeño de puestos en consejos de administración de grandes empresas y otras recompensas “por servicios prestados a la causa”.
A diferencia de la cultura de las izquierdas, dónde la recompensa que se recibe por lealtad a los principios y a la causa, es el insulto, la calumnia, los improperios, y la envidia apenas disimulada, por lo que sea, desde no haberte doblado ante el adversario, a poder vivir sin necesitar favores de jefes o de camarillas, y si les fuera posible, te mandarían al presidio o a la muerte. En la derecha se premia a sus leales, a sus servidores, con lo que ellos más aprecian, su valor supremo: el dinero y el poder. En ese orden.
Y aún hay quienes se preguntan: ¿Qué ocurre para que la derecha política suba como la espuma- al menos en Europa- mientras que las izquierdas se estancan, se dividen, se pelean entre sí y se vuelven a dividir?
Las derechas se han convertido, de facto, en materialistas y racionalistas: luchan por sus intereses. Las izquierdas se han convertido en metafísicas, adictas a la logomaquia y ególatras: han cambiado la lucha de clases por la lucha de frases y la lucha de egos. Cada cual obtendrá lo que busca.
Torrelodones, 23 de septiembre de 2022