Uno de los grandes logros del pensamiento burgués liberal es la defensa de la tolerancia en el seno de la democracia y del debate de las ideas. Por el contrario, una de las primeras señales del autoritarismo es la intolerancia. Tanto en la extrema derecha, como en la extrema izquierda, los discursos chovinistas, racistas, misóginos, homofóbicos y contrarios a toda expresión de diversidad, se manifiestan de múltiples formas y pretenden callar a quienes opinan diferente a quienes detentan el poder. Si el estalinismo marcó dicha pauta en gran parte de las experiencias socialistas, pasadas y presentes, el fascismo lo va imponiendo en muchas de las democracias occidentales, basta con observar fenómenos como Trump o Bolsonaro.

En el Caribe acabamos de ver dos expresiones de intolerancia en pocos días. Por un lado, el gobierno dominicano decretó la prohibición de entrada al Dr. Claude Joseph, académico y político haitiano que ha manifestado su crítica al trato de los emigrantes haitianos en nuestro país y que ha enfrentado a voceros de la extrema derecha xenófoba dominicana.

Muy lejos está la visión de José Francisco Peña Gómez de esa decisión del presidente Abinader. Haitiano y dominicano, nacido en las montañas de la frontera meses antes de la terrible matanza del 1937 ordenada por Trujillo, únicamente se usa su nombre para hacer campaña política, pero por lo visto no se somete a consideración sus ideales y testimonio a la hora de ejecutar políticas públicas y mucho menos se asume sus perspectivas ideológicas. Igual pasa con Bosch y los peledeistas.

Esa decisión de impedir la entrada del Dr. Joseph (evoca a las prácticas balagueristas) y otras medidas de carácter xenófobas contra los haitianos, junto con la resistencia a que las bases de dicho partido participen en la toma de decisiones y la conformación de la nueva Dirección Ejecutiva del PRM, apunta a que el PRM se está moviendo del centro derecha hacia la extrema derecha. Cada más lejos de Peña Gómez.

El otro caso es Cuba, donde un dominicano, Máximo Gómez, ocupa junto a José Martí los referentes patrióticos más relevantes, y cuyo gobierno acaba de expulsar de su país a David Pantaleón, un jesuita dominicano, comprometido con los jóvenes, lo más pobres y quienes demandan mayor democracia en el país vecino.

El servicio de Pantaleón a la sociedad cubana, como lo ha sido a la sociedad dominicana, es de gran valor y es triste ver que la intolerancia de una dirigencia partidaria enquistada en el poder no es capaz de abrir espacios de participación a la disidencia en el seno de la revolución cubana.

La historia enseña que todo régimen que construye un dique para preservar su poder termina siendo desbordado por las masas que tarde o temprano derriban ese bloqueo y arrasan todo el sistema. Ojalá tengan sabiduría en la isla mayor antillana para abrir el grifo de las libertades en paz y no cerrarlo hasta que un enorme tsunami popular barra con todo el orden implantado en 1959.

Los extremos políticos tienden a parecerse en sus acciones contrarias frente a las libertades, la diversidad y la tolerancia.