El pasado martes 5 de diciembre realicé un recital de piano para celebrar mis 60 años de vida. La lectura de este acontecimiento converge con reflexiones que combinan lo individual con lo social desde la distinción a la importancia de la música en el desarrollo afectivo, cognitivo y psicomotor de las personas.

Mi vida profesional se ha caracterizado por el ejercicio antropológico donde el Piano no aparece en su proyección sino como una actividad relegada al ámbito privado e íntimo, me gradué de piano en la Academia Dominicana de Música en 1986 con la profesora Edith Hernández y en varios momentos realicé interpretaciones públicas.

El montaje del recital surge con mucha fuerza este año 2023 luego de la ejecución del concierto de piano No.2 de Mozart el 7 de mayo junto al cuarteto de cuerdas ADMA. La decisión de hacer un recital de piano sola con la interpretación de 6 obras de diferentes compositores fue un gran reto para mí, posible por el apoyo constante de mi mentora Edith Hernández.

Las obras ejecutadas recorren mi historia en la relación con el piano con más de 30 años sin interpretarlas. La presentación pública en un recital de piano sola fue un gran reto y una gran satisfacción. Las obras ejecutadas responden a diferentes estilos musicales que atraviesan distintas etapas de la historia de la música con compositores importantes como: Bach, Scarlatti, Beethoven, Rachmaninoff, Debussy y Ginastera.

Cada obra refleja un estilo de composición totalmente diferente con estructuras y temáticas elaboradas de forma distinta y con demandas de interpretación que reflejen estos estilos que demandan de concentración y dedicación plena.

La interpretación pianística de estos compositores y estas obras tocó fibras y cuerdas en mi interior de una profundidad indescriptible y una total plenitud. Las obras musicales tienen un sentido y una lógica interna que requiere comprensión plena e interiorización desde la expresión de sentimientos, emociones, matices y un trabajo sonoro con un instrumento acústico que lo demuestre.

La música tiene la particularidad de que favorece a la individualización de los gustos, las expresiones, las vivencias y el ser. Cada persona encuentra en un género musical una conexión distinta que provoque agrado, desagrado, cambios de estados de ánimo, tranquilidad, tristeza, alegría, rechazo o indiferencia.

La interacción entre la música y las personas está mediada por la cultura e historia ancestral. En cada sociedad y grupo social se construyen identidades desde manifestaciones musicales con estructuras, instrumentación, timbres, sonoridades y vibraciones distintas. Ninguna es superior a la otra, su razón de ser está en la visibilidad de estilos de vida, épocas, grupos sociales y dinámicas afectivas particulares. La conexión con la historia ancestral se hace presente otorgándole distintos caracteres.

En mi caso, la presencia de la música clásica desde mi desarrollo personal en combinación con el ejercicio profesional de la Antropología ha favorecido a la comprensión de la diversidad de las expresiones musicales sin estigmatizar ni enjuiciar estas expresiones desde juicios de valor ni a las personas que tienen distintas preferencias y gustos musicales.

La diferencia entre oír música e interpretarla es significativa. Cuando escuchamos establecemos una conexión afectiva-emocional con la pieza/género en cuestión, pero, la interpretación nos exige mayor entrega e implicación personal, emocional y dedicación.

Otro ámbito importante es hacer música en grupo que favorece a una conexión colectiva con la música desde la cohesión grupal, el trabajo en equipo y la importancia del aporte de cada interprete en la misma. Esta oportunidad desde la participación en coros, grupos de música de cámara, bandas-grupos musicales, orquestas, favorece grandemente al desarrollo de la cooperatividad y la horizontalidad en una perspectiva de construcción de cultura de paz.