El discurso violento u ofensivo contra las personas en función de su pertenencia a un determinado grupo (mujeres, emigrantes, homosexuales, afrodescendientes, etc.) no surgió con Internet. Sin embargo, el papel de este no ha sido marginal en la amplificación del fenómeno y la conformación de un paradigma que genera nuevas formas de entender el conocimiento y la convivencia.
En el ensayo “La red de posverdad”, que forma parte del libro colectivo titulado La posverdad o el dominio de lo trivial -editado por la filósofa Claudia Carbonell- el profesor Anton Barba-Kay analiza las relaciones entre Internet y la posverdad, la actitud de indiferencia hacia la verdad en función de la adherencia emocional a las creencias personales. Sostiene que Internet posibilita una interpretación de la verdad y proporciona el contexto dentro del cual la razón se entiende como algo que se posee de modo individual y no como algo compartido.
Es una idea crucial para comprender las relaciones entre Internet y la posverdad. El desarrollo de la primera está indisolublemente ligado a la explotación comercial de un bien que hoy permite a las grandes corporaciones comerciales obtener ganancias millonarias con el uso de plataformas que conforman “mundos digitales” a partir de las preferencias de sus usuarios.
En otras palabras, Internet permite que el consumo de información a través de las plataformas digitales proporcione a las corporaciones que operan desde la Red el perfil de sus consumidores. A partir de los gustos y creencias que externan, dichas corporaciones configuran un mundo a la carta donde los usuarios reciben contenidos que se adecuan a sus expectativas. (Filtro burbuja).
Y del mismo modo en que los usuarios reciben contenidos comerciales a partir de sus gustos, también son alimentados con los contenidos ideológicos a partir de las orientaciones políticas que manifiesten en las plataformas digitales. Si un individuo es afín a los discursos de odio expresados contra los afrodescendientes y manifiesta su afinidad a un mensaje de violencia verbal transmitido por las redes sociales contra los integrantes de dicho colectivo, comienza a ser retroalimentado con videos, escritos y mensajes cargados de odio contra la referida población. Este proceso produce una percepción de confirmación de las adherencias emocionales.
La “realidad” conformada para el simpatizante de mensajes de odio es diferente del que se alimenta de contenidos contrarios al del ejemplo anterior. De esta manera, Internet posibilita la configuración de mundos inconmensurables donde se hace difícil la comunicación entre personas con creencias y valores distintos, contribuyendo a polarizar el espacio público.
Así, Internet es el contexto donde se estimula la configuración de mundos personales, no la promoción de un espacio compartido.