Dixon Porter no era un simple aventurero, como señalamos en una de las entregas anteriores; era producto de generaciones de marines de mucha valentía, independientemente que se comparta o no sus ideas y la de la sociedad que lo formó.

A sus 32 años el marine norteamericano ya había navegado gran parte de los mares mexicano y caribeño, cuya experiencia le permitió adquirir los conocimientos que tenía del idioma castellano; no obstante, muchas de sus notas diarias son de difícil lectura en algunos pasajes que presentan imprecisiones y contradicciones, ya advertidas por Juan T. Tavarez K, presentador del informe publicado por los bibliófilos dominicanos con el nombre de  Diario de una misión secreta a Santo Domingo,  y en el cual se fundamentan las  entregas periódicas que realizamos enfocando los aspectos geográficos y cartográficos de su viaje.

Es muy importante descifrarlo, porque dentro de ese mar de prejuicio y etnocentrismo del norteamericano de ver a los habitantes de esta tierra a partir de sus ideas, hay cosas nobles que pudieron haber servido de mucho para el desarrollo del país. Son los enfoques procesuales o dialécticos que hay que tomar en cuenta para sacar lo bueno de lo negativo que pudieran tener sus ideas, y lo malo llevarlo al sitial de los residuos, no para olvidarlo sino para reciclarlos y “convertir el revés en historia”.

Maimón, ¿la tierra del hierro?

Cuando Dixon Porter regresó de hacer sus exploraciones en las inmediaciones de Maimón y el río Yuna con el guía local, el español, que le dio hospedaje en su finca, lo llevó a otro sitio.

El sitio estaba cerca del río Yuna, como “(…) a unas doscientas yardas del río (200 metros aproximadamente) sobre el que me había llamado la atención don Nicolás Juliet… Todo el terreno estaba cubierto con mineral de hierro, al parecer de muy fina calidad y que se parecía mucho a las muestras de hierro magnético que se me habían dado” (Diario… pág. 154. Negritas y paréntesis, pt.).

La misión de conocer las minas era de sumo interés para Dixon Porter; anduvo durante horas las montañas de Maimón y Hatillo viendo las minas que ya habían sido abiertas en el pasado.

Maimón es un tesoro real de la República Dominicana, porque todas las montañas que les rodean están llenas de diferentes minerales; en la actualidad existen diversas explotaciones mineras como se puede ver en la cartografía.

Porter destaca que la riqueza mineral de las lomas de Maimón se puede observar a simple vista desde la distancia “(…) el mineral se extiende a gran distancia, hasta que se pierde de vista en una colina cercana al Yuna, Este mineral ha sido analizado y contiene 80 por ciento del mejor hierro. Partí algunas pequeñas muestras, como lo hice también con el cobre”. (Ibidem. Negritas, pt.).

Dixon Porter justifica la explotación minera de la zona por tres razones principales: primero, porque los yacimientos estaban cercanos al río Yuna que serviría como vía para transportar el mineral por su cauce porque era navegable por pequeñas embarcaciones hasta las alturas de Cotuí; segundo, el gobierno necesitaba dinero debido a que se encontraba en plena precariedad económica e inestabilidad; y, tercero, porque el dueño estaba dispuesto a venderlos.

Ya fuera verdad o mentira todo lo que narra en su informe, el marine quería interesar a su jefe del Departamento de Estado de su país que lo envió, por las minas y su explotación:

“El transporte de este mineral, después de derretido, se podría hacer con poco gasto, ya que está a sólo cien yardas del río Yuna, que es navegable para barcos desde este lugar a su boca. Aquí hay otra fuente de ingresos para el gobierno (ya que éste reclama el dos por ciento de todas las tierras minerales), de la que han tomado muy poca cuenta. El dueño siente casi tan poca solicitud por esto como el gobierno y le gustaría hacer un contrato con una compañía que se lo quitara de las manos”. (Ibidem. Paréntesis DP.)

Dixon Porter salió para Cotuí, que era una de las comunas de la provincia La Vega, con privación de un caballo, consumido por las grandes jornadas de caminos y exploraciones, el que dejó en Hatillo para que se lo llevaran al día siguiente y así continuar serpenteando al río Yuna, el “Misisipi” de República Dominicana, porque no podía demorar en conocer  al pueblo más importante de la zona: Cotuí, también la tierra del oro y del sacerdote que descifró el interés de su misión.

Fuente: Diario de una misión secreta a Santo Domingo (1846), Traducción por P. Gustavo Amigó Jensen, S. J. Editora de Santo Domingo, S.A. Santo Domingo, República Dominicana 1978. Con presentación de Juan T. Tavarez K. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, INC.