Dixon Porter llegó a Piedra Blanca a las 10:00 de la noche del 29 de mayo de 1846 y fue un aliciente para él alcanzar la puerta de entrada de la deseada provincia de La Vega, de la cual tenía buenas referencias, suponemos porque en la misma existía una población de productores agrícolas y comerciantes más cercana a sus ideas de progreso, a diferencia de las personas con las que vivió en el resto del país.

La provincia La Vega, creada a raíz de la independencia 1844, estaba dividida en comunas (equivalentes a los municipios); teniendo a La Vega como común cabecera, Cotuí, Macorís y Moca, que abarcaban los valles y montañas de las cuencas de los ríos Yuna, Camú, Boba y Nagua.

Llegada a Piedra Blanca

Llegó con los zapatos destruidos por el agua y con los pies hinchados, porque se envenenó con una liana que le provocó fiebre; había dejado uno de los caballos en el camino de tan maltratado que estaba, siendo la tercera pérdida momentánea de la montura animal que era de lo más apreciado de su viaje, después de la comida.

En el lugar solo habían “cinco casas”, según sus apreciaciones “de extrema suciedad y miseria”, la gente estaba concentrada en la cacería de cerdos cimarrones y la producción agrícola era casi nula en la Piedra Blanca del 1846.

Se acercó a una de las casas para pedir posada y encontró a la gente rezando, entró muy respetuoso quitándose el sombrero, pero la gente no le prestó atención, pudo haber sido porque se encontraban concentrados en sus oraciones: “… No se nos dio ni una palabra ­de bienvenida y los hombres me ponían mala cara como si yo fuera algún intruso en sus sagrados ritos”. (Diario…pág.145).

Pidió cambiarse, esperando que le indicaran un lugar o salieran los que estaban para quitarse la casaca y los hombres le dijeron que lo hiciera que las mujeres estaban en la cocina, algo chocante para el norteamericano porque tuvo que desvestirse y vestirse ante el público que le prestó atención, curioseando por la cantidad de ropa que usa un norteamericano, en comparación con los harapos de ellos.

A esta situación se le agregó la cantidad de personas que podían alojarse en una habitación y las enfermedades que padecían, como la pleuresía, viruela y lepra. Pero su agotamiento lo llevó a quedarse en dicho hogar.

Dixon Porter quedó horrorizado cuando despertó en la mañana y se percató que había pa­sado la noche cerca de un hombre afectado  por la lepra: "El viejo que había observado había estado o estaba entonces enfermo y colocado cerca de la puerta, con su piel cubierta de puntos azules que indican esta horrible enfermedad y su cara y piernas casi desprovistas de carne”. (Diario…pág.148).

Aquella familia donde estuvo le pidió excusa por el poco trato dado y le ofrecieron atenderle en lo que necesitara, lo que agradeció, pero su preocupación era irse pronto del lugar porque a la espantosa situación de miseria se añadía la lepra que afectaba a algunos de sus miembros, algo común en muchos sitios de la isla, según él “… por el consumo de la carne de jabalí en estaciones impropias”.

Le dijeron que no debió estar en contacto con la familia con la cual convivió esa noche en Piedra Blanca y se preocupó tanto que en la salida hacia Maimón tiró todos sus alimentos para evitar contagiarse de lepra.

“La suciedad me quitó todo lo que fue­ra apetito y vacié todo lo de mi cesta en el suelo, decidiendo no comer nada que hubiera estado en la casa. Mis guías no fueron tan exigentes y lo salvaron de perderse” (Diario…pág.148).

El norteamericano solía pagar todos los favores y servicios que le ofrecían, aun sin la gente reclamarlos, al contrario, era él quien le decía e insistía en dar cantidades de dinero que los prestadores de los servicios no esperaban; por eso, en algunos casos, la gente entendió que el hombre podía dar lo que le pidieran, sobre todo con lo referente a los precios de los caballos que tanto lo mortificó.

Camino hacia Maimón y Hatillo

Salió el 31 mayo de Piedra Blanca hacia la aldea de Maimón con problemas de salud, con los pies envueltos en pañuelos, hinchados, pero en la medida que tenía que enfrentar el cruce de río Maimón se fue mejorando, los dolores cediendo; tuvo que cruzar el río 10 veces, aunque solo en dos oportunidades lo hicieron nadando con los caballos.

Al viajar por los bosques y cruzar los ríos había perdido mis zapatos y había sido envenenado por alguna de las nu­merosas enredaderas que cruzaban mi camino. Mi pierna habíase hinchado dos veces su tamaño original y no podía conseguir nada para aliviar el dolor que empezaba a sentir. (Diario…pág.146).

Como le habían dicho que Maimón era una aldea, imaginó que se encontraría con una gran población; solo vio dos casas entre Piedra Blanca y Maimón, cuya distancia calculó en 10 millas, pero si cultivos de pastos: “…El ganado parecía ser perfectamente manso y poseer todos esos prados en su propio derecho, y no vi señales de hombre durante la cabalgada de diez millas”. (Diario…pág.150).

Todavía entre Piedra Blanca y Maimón había encontrado escollos como el río y algunas montañas, pero jamás como los caminos antes recorridos; y llegar a las llanuras de Maimón fue entrar a un mundo diferente: “… llegamos a un país casi distinto, donde las praderas abiertas y los buenos caminos nos permitieron viajar con una rapidez que no habíamos alcan­zado en muchos días. El primer lugar que encontré fue Hatillo, una hermosa población a las orillas del Yuna”. (Diario…pág.151).

En Hatillo se encontró con un viejo español rico, con el que consiguió un caba­llo nuevo y dejó los otros que descansaran por su cuenta; también le buscaron un nuevo guía para que lo llevara  a las minas de Maimón.

Maimón y Hatillos son ricos por la crianza de ganado, “buenos graneros de maíz, casas de tabaco” y cultivos diversos, donde le dieron de comer a sus caballos y a él en abundancia.

El poblado de Maimón tenía 2 mil acres de cultivos, que se perdían por la guerra según su apreciación, equivalentes a un área de 8,000 tareas aproximadas (Una tarea es igual a 629 m2), unidad usada para medir  los terrenos en la República Dominicana de hoy.

Su interés eran las minas de Maimón a las cuales tenía que conocer porque eran las mismas de la que el señor don Nicolás Juliet le había hablado, el 21 de mayo en el Tablazo de San Cristóbal: “Había recibido informes muy favorables de estas minas del dueño, don Nicolás Juliet, y él me pidió como un gran favor que las visitara y viera si todo lo que me decía no era verdad y recogiera muestras para él y las hiciera analizar en los Estados Unidos”. (Diario…pág.151).

Señaló que las montañas de Maimón estaban llenas de minerales como el cobre; las muestras que sacó las comparó con las del Lago Superior en Estados Unidos: “… donde se hizo un análisis y encontraron que contenía del 10 al 80 % de cobre, (…) si no enteramente lo mismo que las minas de cobre del Lago Superior; y este cobre es tan rico que al refinarlo se obtiene el ocho por ciento del oro más puro” (Diario…pág.152).

Subrayó la importancia que tenían esas minas para el país: “… el ingreso para el gobierno (dominicano) será muy grande, y más que suficiente para mantener al presente gobierno (sic!) sin necesidad de poner impuestos, como se ve obligado hacer ahora”. (Ibidem. Paréntesis, pt.).

Señaló que la zona minera estaba relativamente cerca del río, lo que facilitaría el transporte de los minerales. También destacó la gran cantidad de pinos que había en la zona que podrían servir como combustible para fundir el mineral en el mismo lugar.

“… Esta mina está situada a cinco millas del río Yuna, navegable, con solo una o dos ligeras obstrucciones, por todo el camino hasta Samaná donde desemboca…  Probé el agua de todas las distintas fuentes en el lado de la colina y las encontré tan impregnadas de cobre que era imposible beberlas”. (Ibidem. Negritas, pt.).

El Maimón del 1846 había sido poco explorado y Dixon Porter estaba convencido de que era la zona minera cuya explotación posibilitaría grandes beneficios para el país, entre ellos no endeudarse.

La centésima parte de Maimón todavía no ha sido explorada y menos sobre la riqueza que hay en su interior, aunque no hay dudas de que los minerólogos alemanes que se tomaron tanto trabajo para investigar sus recursos tenían una idea bastante buena de ellas antes de abandonar el país. He visto carta de capitalistas en Inglaterra asegurando al dueño que ellos entrarían en el negocio si se tuviera alguna confianza en el gobierno existente, pues la dominación de los haitianos les había causado gran desconfianza; más por mi parte siento la mayor confianza en la integridad de la presente administración, aunque sea solo por el hecho de su negativa a tomar préstamos…” (Ibidem. Negritas, pt).

Desde la loma de Maimón, mirando hacia el oeste, él describe a la Cordillera Central y la Sierra de Yamasá como un paisaje “pintoresco”; observable para el dominicano de hoy desde ambos lados de la autopista Duarte, saliendo de Santo Domingo hacia el Cibao. Para Dixon Porter: “… la naturaleza parece haberse entretenido en amontonadas lomas, una encima de la cumbre de la otra, como para ver que fantásticas formas podía darles”. (Diario…pág.153)

Y hacia el norte y nordeste se deleita con el hermoso Valle del Cibao, el “lóbrego Cibao”  “les gana a todas con una especie de terrible sublimidad”; y concordamos con el marine en  ese trayecto, porque podemos disfrutar de  una de las vistas más hermosas de República Dominicana.

Dixon Porter describe sin desperdicios las manifestaciones culturales de los dominicanos de la zona, heredadas de los españoles, como la dormida de siestas, que no la dejan por nada, ni por peligro ni incomodidad y pone como ejemplo un niño que se acuesta al lado de las garras de un perro para dormir:

… vi un perro atado, con un niño de no más de un año que yacía dormido, junto al fiel animal. El bracito estaba agarrado en torno a su cuello y las garras delanteras del perro estaban puestas bajo la cabeza del niño (… ) se había arrastrado al lugar para tomar su siesta de la tarde. (Diario… pág.155. Negritas, pt.).

Dormir la “siesta” era algo sagrado en la parte española, lo que lo llevó a salir a esa hora y no despertar a sus anfitriones que aprovechan evitar el trabajar “… la parte más calurosa del día, convierte las partes más populosas en un desierto mientras los habitantes están envueltos en los brazos de "Morfeo". (Ibidem).

No importa que sea un comercio donde “…El tendero, también, está tendido en su mostrador y duerme hasta que la gente lo despierta para comprar nuevamente…” (Ibidem).

Nada le quita dormir las horas del mediodía al dominicano de origen español: “… La hamaca es el artículo más estimado para tomar la siesta y envueltos en sus amplios pliegues los españoles gustan las delicias del sueño, no molestados por las picadas y mordidas de pulgas y mosquitos”. (Diario…pág.156).

Dice que la siesta lo lleva a vivir muchos años y no están afectados por las enfermedades que “afligen al viajero imprudente”.

El americano reflexiona sobre la siesta y la cultura de la gente de Hatillo, ya que no son los años, aunque en el seno de los años es que se da, sino la manera, la forma como se vive o se  emplean esos años, factor que explica la formación de las manifestaciones culturales de los pueblos en el seno del tiempo, esa marcada diferencia de pensar lo contrasta con la cultura de origen hispánica; la  “… deliciosa manera de matar el tiempo sería una ventaja digna de envidia si la vida hubiera de medirse por el número de nuestros días y no por la manera como se emplean”.(Diario… pág.155 y 156).

El señor rico de origen español, cuyo nombre no menciona, le había dado comida antes de salir para Cotuí, pero lo que más apreció fue la comida para sus caballos, también dada por el señor:

“… lo que aprecié más que todo, dio a mis caballos tanto maíz como podían comer y no me pidió nada por ello; un caso muy extraordinario, ya que la comida de los caballos es tan cara que muy pocas personas pueden permitirse dar a sus caballos otra cosa que tallos de maíz (…)  y consideré dos medidas de maíz como dos medidas de oro”. (Diario…pág.156. Negritas, pt.)

Por otra parte se refiere a la codicia del sistema de explotación de recursos naturales del régimen español cuando llegó a estas tierras, que prefirió hacer desaparecer al indio “…con tal que pudiera satisfacer su culpable avaricia, sed de oro para él más querido que nada en la tierra… (Diario… pág. 153. Negritas, pt.).

El Cibao lo lleva a despertar emociones nobles inscritos en la belleza humana asociados a los desasosiegos de la misma materialidad de la vida de los hombres y mujeres que habitaban estas tierras a la llegada de los españoles, arrasando humanidad y naturaleza de manera simultánea:

Despierta un triste sentimiento en el pecho de quien contempla todas estas riquezas el considerar que la naturaleza casi las ha colocado en vano y que han servido solamente para excitar a los codiciosos y haraganes españoles a olvidar su letargo natural con el objeto de hundir en la tumba a los infelices indios. (Ibidem. Negritas, pt.).

Su corazón clama por los indios caídos y se cuestiona la vileza de los españoles, con una nobleza inverosímil en un marine norteamericano de tanta saga:

¡Qué significaba la muerte de esos pobres desdichados, con tal de que él pudiera satisfacer su culpable avaricia, su sed de oro, para él más querido que nada en la tierra salvo su propia indolencia! ¿De qué beneficio han sido para el suelo, más que el tosco indio, cuyas sencillas maneras y costumbres son preferidas por todos cuantos conocen su historia al sangriento genio de quienes al fin los exterminaron? (Ibidem. Signos de admiración e interrogación, DP. Negritas, pt.).

Contemplar el valle del Cibao lo catequiza en lo ahistórico, porque ¿no es el norteamericano producto de esa lucha de colonos en busca de acumular riquezas que no pudieron hacer en sus viejas naciones europeas? ¿acaso no hicieron lo mismo con los pueblos originarios que encontraron, con sus particularidades históricas, los colonos ingleses y su propio país en su origen cuando se establecieron al norte de América?

El medioambiente lo reconcilió con el olvido de su propia historia, de lo que había hecho su país con los indios norteamericanos, pero como él indica, también la naturaleza le hace olvidar esas atinadas reflexiones para continuar su misión:

Una entrada en la maleza y se olvidan todas estas reflexiones, cuando la perspectiva se pierde de vista, súbitamente ocultada por los árboles, y uno se encuentra en la vieja tarea de cuidar para que su caballo no se quiebre la cabeza y la de uno también. (Diario…pág. 154. Negritas, pt.).

Sus reflexiones sobre el “sangriento genio” del español que colonizó a la isla y exterminó a los indios se quedaron atrás, porque pueden atentar contra los intereses de su nación que lo envió con un interés marcado por la posible riqueza de la nueva nación, tal vez con más inteligencia que como lo hizo el “haragán español”. Dixon Porter tenía su misión muy clara, y pudo tener sentimientos muy particulares y de formación, sin dudas, vividos en su niñez y adolescencia junto a su padre en México y los mares del Caribe.