Llegar a Rancho Arriba, pasando por Maniel no era interés concebido de Dixon Porter, ni estaba en sus planes de viajes y, como dijimos en notas anteriores, lo hizo para acortar camino hacia la provincia La Vega; pero se encontró con dos tesoros de la isla la Hispaniola en cuanto a la calidad de su gente, la abundancia de fuentes a agua y la fertilidad de sus terrenos, como fueron los valles de San José o Maniel de río Ocoa y el de Rancho Arriba del río Nizao, su interés original en la provincia eran Maimón, Cotuí y Samaná, las dos primeras por ser tierras mineras y la última por ser la tierra que le interesaba a más de una nación por su ubicación estratégica en el Caribe insular.
De Maniel a Piedra Blanca eran pocos kilómetros, pero fueron peores que los tramos recorridos de Santo Domingo-Tablazo-Azua-Maniel o San José Ocoa del 19 al 28 de mayo, en este trayecto perdió dos caballos, según escribe en Diario de una misión secreta a Santo Domingo 1846.
Dixon criticó el diseño y las condiciones de los caminos y el sufrimiento de sus animales de transporte, cuando ya tenía el segundo caballo lastimado. Dice que los españoles que colonizaron estas tierras, por abrir caminos más cortos los trazaban en línea recta: “…Ni siquiera permiten a los caballos usar el sentido que tienen y tomar una línea alrededor de la loma…La consecuencia era que pocos caballos no han sido heridos”. (Diario… pág.130)
Camino hacia Rancho Arriba
Cuando Dixon Porter salió de Maniel hacia Rancho Arriba la gente que lo despidió se santiguó, una mujer abrió los brazos mirando hacia el cielo y encomendó al señor que lo cuidara, porque ir a la provincia de La Vega por esa vía era cosa seria.
El marine estadounidense partió el 28 de mayo de 1846 al amanecer con todas a bendiciones de los amigos que dejó en Maniel, al cual llegó confundido pues pensaba que iba para Constanza, otro valle de altura que no pudo visitar.
El primer valle que encontró lo llamó Rancho Abajo, hoy el valle intramontano donde está la población de Nizao (Ocoa) según se puede observar en la cartografía elaborada por nuestra parte para orientar al lector sobre el sentido del camino.
Estuvo interesado en explorar dicho valle por la fertilidad de sus suelos, de unos 5 kilómetros cuadrados (solo para que el lector tenga una idea aproximada del área de dicha llanura), pero se iniciaba la temporada de lluvia y le dijeron que al día siguiente no podía cruzar los ríos que apenas tenían agua: “Un río que ahora puede apenas tener la arena cubierta de agua, se convierte en un instante, cuando llueve, en un impetuoso torrente…” (Diario…pág. 132), mucho menos cruzar el río Nizao, al cual define como: “…una corriente de aspecto enfurecido que parece estar barriendo todo lo que encuentre ante sí”. (Diario…pág. 131) y al que tuvo que cruzar unas “veintiuna veces” desde que salió de Maniel hasta llegar a Rancho Arriba.
Pasaba los días mojado por los vados de ríos y porque había comenzado la temporada de lluvia, cuya precipitación a las “2 de la tarde” se hacía presente puntualmente, según él, “…como si las puertas del diluvio de los cielos se hubieran abierto”. (Diario…pág.133).
Describe a Rancho Arriba o Rancho del Cazador:
El Rancho Arriba era una cabaña usada por los cazadores que venían en busca de ganado salvaje o jabalí montaraz. Dos o tres pieles medio secadas colgaban de un poste y nuestras narices estaban siendo obsequiadas con el olor (no el más delicioso) del que no podríamos escapar mientras estuviera lloviendo.” (Diario…pág. 134).
Indica que las cabezas de jabalíes abundaban en los alrededores del rancho y que cogió una: “…yo me apoderé del mayor, ya que nadie perdía con el robo”. (Ibidem)
Subraya que el hambre del comandante era tal que uno de los guías que comía exageradamente, parecía no tener apetito en comparación a la del comandante, de quien dice que cazó una vaca y la ordeñó, además consiguió un pollo para comérselo en la única casa que encontraron en todo el viaje hasta el Rancho de los Cazadores.
Las pulgas y los mosquitos fueron visitantes abundantes: “…parecían estar haciendo lo mejor posible para ver cuanta sangre podían sacar de mi cuerpo”. Se entretuvieron tanto con su cuerpo que le acompañaron durante el reinicio del camino: “…más de lo que yo apreciaba de la hospitalidad dominicana”. (Diario… pg.135)
La cacería de cerdo es lo que busca la gente que llega a dicho lugar, donde viven solo dos personas en ranchos separados.
Criticó el oficio de la caza de los jabalíes por las calamidades y lo improductiva de la misma. Describe que los hombres que se dedican a la caza de cerdos salvajes salen heridos y siempre los perros mutilados por los colmillos de los jabalíes, pero la gente prefiere estar en la muerte antes que plantar un árbol de café o cultivar la caña de azúcar como lo hacían en el Maniel. Por el potencial de riqueza natural del valle de Rancho Arriba, Dixon lo prefiere: “…es precisamente la región donde yo escogería un hogar si fuera dominicano”. (Diario…pág. 136)
Y de los demás valles, como el de Ocoa y Nizao, dijo que se poblarían con más de medio millón de personas Para el censo del 2010, vivían en dichas llanuras menos de 40,000 habitantes, aunque producen en este siglo XXI bienes y servicios para millones de personas.
Próximo al Rancho Arriba encontró una familia en una casa muy miserable, donde pudo hacer luz para escribir sus notas en la noche, con la ayuda del jefe del hogar. El campesino le buscó cera de un panal de abejas y algodón y con esto el norteamericano preparó una vela que encendió con un “fósforo de fricción” lo que dejó sorprendido al señor:
…se deleitó mucho con el procedimiento y pensó que habían vuelto los días de la magia cuando encendí un fósforo de fricción y lo apliqué a la mecha… y apenas puedo imaginarse su gozo cuando le di un poco para que lo llevara a su casa y asombrará a su igualmente no ilustrada familia. (Diario…pág. 135-136)
. De Rancho Arriba a Piedra Blanca
En el amanecer del 29 salió para Piedra Blanca fortalecido con dos ayudantes armados de hachas, machetes y cuerdas para ayudar a los caballos, porque este sería el peor de los pasos. El más desconsolado era el comandante a quien le habían gustado las conversaciones con Dixon, con quien hablaba sobre armas, ferrocarriles, los barcos de vapor, telégrafos que deslumbraban al mundo, pero a pesar de eso al comandante nada le fascinaba más que los gallos de peleas: “…había el nacimiento de una sonrisa en su rostro” cuando le hablaban de gallos. Dixon le prometió enviarle: “…una pareja de gallos de pelea de Estados Unidos o le traería algunos en el caso de que alguna vez regresara a Santo Domingo”. (Diario…pág.136 y 137).
Dixon Porter regresó a Santo Domingo 20 años después, como parte de misión que envió Ulysses Grant, presidente de los Estados Unidos, para negociar con el gobierno dominicano de Buenaventura Báez, el arrendamiento de una parte de la península de Samaná. Me imagino que el marine regresó sin los gallos ofrecido al comandante y sin saber que Maniel ya era una común importante con el nombre oficial de San José de Ocoa.
La salida del grupo hacia Piedra Blanca tuvo que interrumpirse y volver atrás, después de haber salido del mugriente rancho en el cual no pudo amanecer debido al mal olor de las pieles de animales dejadas allí por los cazadores que llegaban a Rancho Arriba, por lo que prefirió dormir bajo el cielo solo protegido por unas frazadas mientras caía la lluvia.
La crecida del río Banilejo por la lluvia del día anterior había pospuesto la salida para la madrugada siguiente: “…y como el guía me informó que tenía que hacer sesenta pasadas como la que tenía frente a mí, resolví volver al Rancho”.
Para Dixon nada fue peor que el cruce a Piedra Blanca; por un lado, los valles eran pantanosos, sobre todo Rancho Arriba que se dice que fue un lago sedimentado, lo que todavía se puede observar y con solo visitar uno de sus pantanos actuales, por ejemplo la laguna que está en Los Quemados, sentir las tembladeras del terreno, porque el suelo es una turba y está flotando sobre el agua, que con la rotura de la capa turbera se puede hundir una persona o un animal.
Este trayecto se hizo con el agua al cuello, atascados en el lodo, trepando rocas, con gradas para permitir que el caballo pudiera subir:
…A veces teníamos que subir una roca con gradas talladas en ella para permitir al caballo poner pies. Uno de esta tenía setenta escalones y creo que subimos por veinte de tales pasos durante el día. En uno de esos lugares el caballo de carga cayó hacia atrás sobre uno de los guías y lo hirió muy seriamente, aplastándole el pie y magullándole el cuerpo por todas partes. Sólo lo estrecho del camino impidió que el animal bajara por todo el paso hasta el pie de los escalones, pero los serones lo retuvieron. (Diario… pág.139. Negritas, pt.)
Contó que le tomó 7 horas pasar 56 veces el río Banilejo para comenzar a subir al firme, ya los guías les habían dicho que eran 60 pasos, no había otra forma, porque el camino estaba rodeado de pantanos y grandes rocas; y aunque parezca sorprendente Dixon decía la verdad, ya que, por experiencia propia tuvimos que cruzar 22 veces Arroyo Caña (afluente del Banilejo) para ir a ver (ida y vuelta) a una propiedad donde se reforestaba en el año 2005.
Solo subiendo para llegar al firme se tomó: “… cuatro horas medidas por reloj y cuando llegábamos a la cumbre yo estaba convencido de que la bajada era completamente imposible”. (Diario… pág. 140. Negritas, pt.).
Bajar era la duda, hasta los experimentados guías dudaron que podían hacerlo, estudiaron el terreno pero no había manera de hacer camino porque todo era un desfiladero de rocas y abismos. Todos estuvieron de acuerdo que se arruinarían los caballos, algo que llevó a Dixon Porter a pensar más en esa situación que en el propio camino, y ante lo peor, su cansancio desapareció:
…era la peor montaña que hasta entonces había visto, yo no sentía cansancio… La excitación y el peligro de perder los caballos habían echado de lado cualquier pensamiento semejante y llegué a la cima más fresco que el primer día que subí aquellas lomas. (Diario… pág.140. Negritas, pt.))
En el camino se desaparecieron los caballos, porque había momentos que los jinetes y caballos no estaban juntos por lo angosto y difícil del laberinto, estos se les habían adelantado y los perdieron de vista, afortunadamente encontrándolos salvos poco tiempo después, pero en total desastre y heridos; después de haber pensado que tendrían que hacer la caminata sin animales porque lo encontrarían muertos, el tiempo de búsqueda lo atrasó para llegar a Piedra Blanca:
…había bajado un buen trecho. Uno yacía sobre lomo con las piernas levantadas al aire y la silla aplastada en pedazos. Otro estaba con la cabeza hacia lo alto de la loma y luchando por levantarse, aunque sus piernas estaban dobladas bajo él de la manera mas incomoda. El caballo de carga tenia los serones atrapado entre dos arboles y el otro había bajado a muy poca distancia y sin daño. (Diario… pág.141.Negritas, pt.))
Había perdido papeles importantes que nunca separó de su silla, hábilmente la buscó hasta encontrarla media hora después, su pistola casi había tomado la misma suerte cuando la bolsa donde la protegía, también se había desprendido.
Perdió todo lo que había conseguido en Santo Domingo, toda su vajilla:
…tales como platos y vasos, cuchillos, tenedores, sartenes y algunos utensilios de cocina; pero no quedó ni uno”. La loza que tenía “…Se rompieron en doce pedazos…la vajilla de estaño parecía bastante apastada después de su daño y una olla de hierro era lo único que quedó para contar la triste historia. (Ibidem. Negrita, pt.))
También perdió el jamón que había guardado como “último recurso” y un saco de pan que había traído del barco que para él era de un valor: “… inestimable (…) Esta fue la mayor calamidad de todas. Estábamos ahora todos en una igualdad y quedaba por ver quién podía ir más lejos sin alimentos”. (Ibidem. Negritas, pt.)
El último paso para tomar el curso del río Maimón, considerado como el peor fue “Mata Los Caballos o el Matacaballos”, donde vio los huesos de dos caballos en la ladera de la montaña, pero en esta bajada usaron las cuerdas y cortaron arbustos para ayudar el descenso:
Con todo el cuidado que nos tomamos, era algo lastimoso verlos resbalar en sus ancas, con las patas delanteras asentadas para salvarse y sus honradas caras teniendo la expresión más fuerte de infortunio mezclado con resignación. Cuando llegamos al fondo (Cerca de lo que hoy es la Yautía-Los Plátanos) no había uno solo de ellos que valiera veinte dólares, tantas heridas habían recibido; pero en vez de lamentarnos por esta desgracia, nos felicitamos por no haber perdido nuestros caballos. (Diario… pág.142.Parentesis y negritas, pt.)
Los guías no querían continuar esa noche y Dixon amenazó a uno a quien acusaba de hacer todo lo posible para desaparecer los caballos: “…Le aseguré lo más enfáticamente que le metería una bala en el cuerpo si se perdía uno por su descuido; y como yo parecía estar de lo más dispuesto a cumplirlo, el aviso tuvo los efectos deseados” (Diario… pág. 143.Negritas, pt.). Fue uno de los pocos momentos, y tal vez el único, de toda su estadía en el país que mostró un comportamiento violento y amenazante, ya que ni la naturaleza ni las acciones de los hombres le alteraban su frio proceder.
Los guías decían que al río Maimón había que darle más de 30 pasos. El rio comenzaba a crecer formando islas en toda su galería. En una oportunidad arrastró un caballo a “más de media milla” y lo pudieron encontrar enredado en los arbustos.
Los últimos 8 pasos que cruzó del río Maimón, río que había definido como la segunda versión de río Nizao por las fuertes corrientes y la cantidad de afluentes que tiene, usando una palabra muy local, escribió que lo pasó: “… ‘por un tris’ (sic!), si puedo usar una expresión común” (Diario… pág.143. Negritas, pt.)
El interés de llegar a Piedra Blanca esa noche era mayormente comprar brandi para curar las heridas de los caballos y la esperanza de llegar “al fin de sus dificultades”.
Para 1846 solo había dos caminos que unían al sur y al norte para toda persona que saliera de Santo Domingo: El de San Juan. Las Matas y Maniel, Rancho Arriba-Piedra Blanca. Y lo describe por su carácter estratégico: “Es el único camino apto para transmitir informaciones de un lado de la isla al otro por un mensajero a pies y mantiene abierta la comunicación entre estos dos puntos con fines militares” Y aconseja: “Cualquier que trate de viajar por estos pasos debe ser resistente en lo que respecta al hambre y al cansancio, ha de ser un buen nadador y resignarse a perder la mitad de su pertenencia”. (Ibidem. Negritas, pt.)
A Piedra Blanca llegó las 10:00 de la noche, muerto de hambre, cansado, con problemas en un pie, un cuerpo lleno de picadas de mosquitos, pulgas y con los caballos en peores condiciones que él.
Solo conoció a dos personas que habían caminado esa vía y le dijeron que afortunado fue que solo había perdido sus pertenencias, porque en otro caso hubiera sido peor.
Aunque fue un viaje difícil, este tramo lo aisló de sus intereses mineros, despertó debilidades, grandezas humanas y magnetismo que la montaña aloja en sus aguas, cimas, laberintos ancestrales de belleza remota.
Lo marcó tanto la fuerza de la naturaleza de esos valles y montañas, a pesar de sus desavenencias de ser norteamericano, que cabe repetir sus palabras como epílogo de esta entrega: “…es precisamente la región donde yo escogería un hogar si fuera dominicano”.