Maniel; entre Azua y Rancho Arriba
Dixon Porter había salido hacia el suroeste en la madrugada del 19 de mayo de 1846 desde Santo Domingo, ciudad amurallada y de calles apisonadas, a recorrer insólitos caminos entre llanuras secas y montañas con valles, caminos llenos de fangos e inaccesibles pendientes, y más de un centenar de vados o cruces de los ríos Ocoa y Banilejo (el afluente del Nizao), con el interés de llegar a conocer la provincia de La Vega, en especial a la común de Cotuí. Salió de Azua buscando acortar el camino para llegar al norte sin retornar a Santo Domingo, encontró al pueblo de Maniel en uno de los valles del río Ocoa, hoy el pueblo de San José de Ocoa.
Los trabajos que pasó el marine estadounidense resultan inverosímiles e inimaginables para una persona que se dedique a montear por ese mismo trayecto en este siglo XXI; pero los paisajes eran -y siguen siendo- espectaculares, con un altísimo contraste entre la llanura suroeste de bosque seco y la montaña húmeda, solitaria, llena de ríos superficiales del norte; nuestro personaje los describe con una patética plasticidad: “Era como el escenario cambiante de un teatro, donde primero se despliegan los desiertos de Sahara y se aparta la cortina y uno ve los paisajes suaves y encantadores de Italia” (Diario…pág.105. Negritas, pt).
Camino a Maniel
Llegar a Azua desde Sabana Buey procedente de Santo Domingo le fue difícil; había perdido su mejor caballo, por el cual pagó “cien dólares”, “… tuve que comprar otro por el enorme costo de seiscientos pesos (…) como los naturales me consideraban ser al menos todo un ministro plenipotenciario con abundancia de dinero, se esperaba que yo pagara bien lo que conseguía”. (Diario…pág. 104).
Antes de salir para la provincia de La Vega, dos cosas le habían molestado: primero, dice Dixon, de manera prejuiciada, que el guía le robó en el trayecto Santo Domingo -Azua y le lesionó el caballo que había comprado por cien dolores, por lo que lo devolvió hacia la capital a pies, advirtiendo que fue la única señal de deshonestidad que encontró entre los dominicanos; ya que todos los guías de Dominicana era gente muy seria, a quienes se le podría confiar millones de dólares para que fueran entregados a cualquier parte del país; lo segundo fue haber tenido que pagar cien dólares por su caballo; pero que cuando quería venderlo le ofrecieron de seis a diez dólares por un animal que le costó cien por lo que prefirió llevárselo y dejarlo morir en el camino: “…preferí alimentar a los cuervos, al otro lado de las montañas, con sus despojos”. (ibidem)
Había salido a las 2 de la madrugada de Azua el 26 de mayo y, cuando el sol intentaba golpearlo, ya al medio día Dixon estaba en una zona de vida diferente; estaba a más de 500 metros sobre el nivel del mar, con un clima húmedo, lejos de la zona seca y cálida, donde había dejado “…las hojas de los árboles tostadas y muertas”. Estas son las características del bosque seco, más cuando ha sido afectado por 11 meses de sequía.
La comitiva que había salido estaba compuesta por Jesé Vejin, el que le puso Santana como edecán; Juan Chery Victoria, quien era el comandante de Azua; un hombre de instrucción, que hablaba inglés, había estado en Europa y vivido en Estados Unidos, quien lo acompañó en la salida; y el guía local, a quien no menciona por su nombre, además de cortadores de maderas y personas que viajaban hacia la capital, quienes los acompañaron hasta el desvío hacia Maniel, según escribe el 26 de mayo.
El color de la floresta camino a Maniel es una rica composición de verdes, y en la medida que se adentraba hacia la montaña profunda de los Ranchitos, Las Caobas, Vuelta de la Paloma y otras localidades de la actualidad, el verde claro de la vegetación del bosque seco y de transición al húmedo, pasaba al verde intenso de los bosques cerrados y húmedos de la zona.
Los árboles estaban llenos de hermoso follaje y los matices de las hojas competían en colorido con los papagayos verde oscuros (que supongo serían cotorras y pericos, Amazona ventralis y Psittacara chloropterus) que llenaban las ramas casi desapercibidas y con su parloteo y ruidos parecían disputar nuestro avance por un territorio que por común consentimiento… parecía dejado a ellos; y un intruso en su soledad era un acontecimiento sumamente raro” –Además-“… la gallina silvestre de guinea se levantaban antes nosotros a cada paso… y los puercos cimarrones corriendo a través de la malezas… nos advirtió examinar nuestra pistola (Diario…pág. Parentesis105).
Dixon Porter no sabía por dónde caminaba, su marcha estaba orientada por el guía, quien fuera uno de los más conocedores y experimentados de todos los que les sirvieron; los mapas que había consultado y el que poseía, no tenían esos caminos: “… no podía encontrar ni un nombre para el destino donde se encontraba, todo lo que sabía era que el lugar se llamaba Maniel”. (Diario… pág.106. Negritas, pt) y a este mundo desconocido por la cartografía le dio importancia, ya que sus planes originales eran llegar a las provincias de La Vega y Santiago por la vía de Las Matas de Farfán, que era lo lógico, pero ahora lograba explorar otra vía para llegar a la provincia La Vega desde Azua que enriquecía el mapa de Dominicana que poseía para esa época.
Maniel es un concepto socio-antropológico y geográfico de nuestra realidad histórica, cuya condición física es única: estar en pequeños valles intramontanos de difícil acceso, con fuente de agua y tierra fértil, una agricultura de subsistencia, bajo relaciones societales, con poca o casi nula relación con el exterior.
En el valle San José estaba Maniel, como todo maniel establecido en la parte este de la isla La Hispaniola, y en particular en el valle de San José (hoy San José de Ocoa) tuvo su origen en grupos de esclavos fugitivos que escaparon de los ingenios y hatos que habían en la zona sur, como fueron los ingenios de Suazo y el Cepi Cepi, y gente que buscaba vivir aislada y al margen de toda relación de poder, por lo que llegar a Maniel no era fácil, a pesar de lo cerca que estaba del camino real Santo Domingo -Azua.
…No me atreveré a decir que Napoleón hubiera retrocedido ante tal empresa, pero la habría encontrado mucho más difícil que el paso de los Alpes”, o señalando otra posible vía o paso peor, decía que “El paso de las Termópilas será tarea fácil comparada con esta, sobre todo en la era de las armas de fuego, (Diario… págs. 108 y 109. Negrita, pt).
Cuando tomó esos caminos estuvo asustado por la dificultad del camino, algo increíble en Dixon Porter, el joven marino excepcional de 32 años, el mismo joven que a los 14 años estuvo en los hostigamientos a la flota mercante del imperio español en 1828 en los mares cubanos, cuando andaba en el Guerrero, un bergantín mexicano que fue capaz de enfrentar al Lealtad, otro bergantín español que poseía 64 cañones y 300 aguerridos de la armada del Rey.
Hasta ahora no habría manifestado que se sentía agotado, ahora, por primera vez, mostró desaliento y desesperación, cuando encontró a personas en el camino (cazadores, madereros..) que ante la situación de dificultad del camino y la interrogante curiosa de cuándo llegar a Maniel, le decían: “… están cerca de Maniel” o “estamos allá enseguida” o peor: “ya allí” o la expresión de que preguntaba por la distancia y la respuesta que le dieron fue que: “ acababa de salir de la aldea” cuando en realidad faltaba una hora a caballo. Toda esta correspondencia cultural del campesino, en parte, lo desesperaba.
Sus miedos “…con peligro de partirnos el cuello”, los proyectaba a sus animales cuando dice que los caballos se desesperaban y se llenaban de pánico: “…temblando ante los vertiginosos precipicios que había delante de ellos”, también expresó en su diario “… Un paso en falso o la rotura de una cincha nos hubieran lanzado a la eternidad…” (Diario… pág. 109 y110)
Maniel, una sociedad idílica
Dixon Porter venía de una sociedad con clara definición de sus relaciones de producción capitalista, con las ideas preestablecidas de su cultura, del progreso y la explotación de los recursos naturales como los minerales, suelos, bosques, agua y condición social muy diferente a la nuestra de la época; con una visión de la tecnología y los instrumentos de labranza diferentes a la usanza del campo dominicano. Su vida la desenvolvía con una precisión y exactitud desconocidas por los campesinos y los grandes ricos que encontraba en el camino y en cada pueblo que visitaba en este país:
No había país en el mundo tan abundante en fuerza hidráulica como la isla de Santo Domingo. Las corrientes van con una rapidez que daría toda velocidad necesaria a una rueda de molino y en estas montañas hay un suministro nunca faltante de agua; sin embargo, no saben siquiera cómo construir una presa o llevar el agua mediante canales a los molinos, frecuentemente cerca del agua. (Diario…pág. 119).
Ideas que no les pasaban por la mente a la generalidad de la gente del campo dominicano de esa época.
Muestras del choque cultural que sintió Dixon Porter son las mismas mediciones que hacía, sobre todo peso, distancia y tiempo. Estuvo asombrado por la forma de producción del dominicano de la época y aún más con los habitantes de las regiones profundas y poblaciones que registró en sus notas del Diario, tipo, Maniel, cuya cultura campesina estaba bajo el prisma de una materialidad y espiritualidad diferente a la del hombre de campo norteamericano que generalmente eran los “Farmer”, granjeros o empresarios agrícolas.
Maniel (hoy la floreciente San José de Ocoa) era una población que buscaba tranquilidad, ajena a las ciudades y a los centros políticos, eran comunidades bajo ámbito del desenvolvimiento societal, con ideas del bienestar, a pesar de la pobreza material y manera de responder al medio ambiente, diferentes, que él no entendía, pero que en varias ocasiones admitía como una vida ideal, al punto que escribió cosas hermosas de la gente de Maniel que al leerlas despiertan el deseo de visitar ese lugar para ver qué queda de dichas bondades en este siglo XXI:
La gente de Maniel era tan cooperante y atenta con los demás que “…uno pudiera pensar que pasaban el tiempo estudiando como complacer”. Era el componente cultural-societal de la comunidad que él se le hacía difícil asimilar.
…la mesa estaba puesta con leche, queso recién hecho; y en esta miserable choza comí con más gusto que si lo hubiera hecho estando sentado con reyes. No había cortesía artificial, ni fineza fingida; sino aquella bondad natural y deseo de agradar que forman el rasgo más fino en el carácter de este pueblo (Diario…pag.111)
Cualquiera que se desmonte del caballo de Dixon Porter del 1846 y vuelva a Maniel, convertido en la bella ciudad de Ocoa, no se arrepentirá de esa aventura en este siglo XXI.
…El viajero ya no se asombra, al cabalgar arriba hacia la población, de que la gente escoja un lugar tan lejano de la civilización; porque pensé dentro de mí mismo que si habría paz y tranquilidad que encontrarse en este mundo era allí. (Diario…pág. 115. Paréntesis y negritas, pt).
Llegar a Maniel del valle San José le costó mucho trabajo, miedo y la pérdida de otro caballo y los demás estaban arruinados de tantas caídas, por lo que tuvo que quedarse más del tiempo programado.
Cabe aclarar que los caballos en el viaje San Cristóbal -Azua padecieron hambre y sed; pero en el de Azua a Maniel fue lo contrario; no les faltaba comida ni agua, tan abundante que cruzaban los ríos nadando.
En Maniel realizó cálculos de producción por lo que tomó ramas del cafeto para contar y pesar los granos; midió parcela de cañas y la producción de víveres, y mencionó los diferentes árboles frutales que abundaban.
Hay la naranja de china, la piña con veintinueve pulgadas de diámetro, el níspero, el caimito, el canillo, el zapote, el mamey, la guanábana, higos, guineos, cerezas, tamarindos, guayaba, granadillo, higüera, pan de fruta, pimonoso, papaya, toronja, oliva, coroso, caimono, cidra, pepino de angola y muchas otras, todas deliciosas a su manera, (Diario…pág.122)
Dixon Porter también se refirió al corte de la caoba, a la cual no le vio bondad aunque indicó que a los cortadores parecía “complacerles” dicha actividad, pero lo definió como uno de los negocios “más inciertos y laboriosos” por el transporte de “grandes maderos” por la vía acuática que a veces duraban hasta “…tres años para bajar “…sólo esperan a que las avenidas los bajen a un mercado; o si las avenidas son demasiado fuertes, los llevaran hacia el mar y allí se perderán, como es el caso frecuente”. Diario…pág. 123).
Criticó los cortes de caoba en la zona, idea que ya estaba generalizada entre algunos sectores sociales de influencia y pensantes, como cinco y siete meses después publicaba el periódico El Dominicano en septiembre y noviembre de 1846: aunque los lugareños la consideraban la mejor fuente de ingresos Dixon consideraba que no era así y que en su visión errada descuidaban árboles de valor que abundaban en esas lomas y que aportaban especies y resinas: “… pero se usa muy rara vez para la exportación y el consumo doméstico…”, refiriéndose a el campeche, bálsamo, el rado, las maderas de Brasil, y otros árboles no maderables: “… son enteramente descuidados y sólo sirven para arrojar una grata sombra, o añadir a la belleza del paisaje”, (Diario…pág.124. Paréntesis DP y Negritas, pt)
Esta misma caoba ha hecho a la isla más daño que provecho; porque los que se dedican a este negocio de otra manera estarían atendiendo la agricultura, que es lo que necesitan más; pero hay cierta excitación en la vida salvaje de los bosques que induce al dominicano a seguirla. Preferirían estar allí, con el agua hasta el cuello, que vivir en una ciudad de palacios. (Diario…pág. 124)
Finalmente, como resultado de sus observaciones y mediciones hechas en los pequeños campos de cultivos, semejó a la riqueza del suelo de Maniel para producir cañas, a los de Cuba y superior a los de Luisiana.
El 28 de mayo al amanecer, Dixon Porter salió para Rancho Arriba, ahora renovado y con un nuevo caballo, el mejor que tenía el comandante. Los amigos que hizo en Maniel se agruparon para despedirlo; entonces observó el sendero que lo llevaría “… al pie de las montañas donde mis dificultades iban a renovarse otra vez”.
El marine se refería a Montaña Quemada, donde él y su comitiva tuvieron que desmontarse de los caballos y comenzaron “…a subir por los peores senderos que la imaginación puede pintarse” para poder llegar a Rancho Arriba.