Moca, la ciudad jardín de Dominicana en 1846.
La común de Moca no estaba en el mapa de rutas que tenía Dixon Porter cuando recorrió parte de República Dominicana en 1846; pero el general Francisco Salcedo (Tito), al recibirlo en Santiago, le dijo que no podía visitar la zona sin ir a ese pueblo y le prometió que él lo llevaría, lo que no sucedió, pero le asignó dos capitanes y un ayudante para que lo acompañaran a ese lugar, que distaba a “4 horas a caballo”, tomando el “camino corto”, que suponemos que es el de Licey al Medio.
El general “Tito” tenía un amor especial a este pueblo y, aunque era de Santiago, optó por ser mocano y estableció su morada en Santa Rosa, una comunidad cercana al mismo, según Rufino Martínez en su Diccionario Biográfico-Histórico Dominicano.
En Moca, “Tito” tenía a sus aliados y sus tropas independentistas que, como todo el generalato de la Primera República, eran gente del pueblo de diferentes sectores sociales, desde las clases altas hasta las más bajas socioeconómicamente hablando.
Al parecer, Dixon tenía buenas referencias de “Tito”, por las hazañas que le contaron que había realizado este general, un táctico por naturaleza más que por disciplina militar, que combatió a los haitianos en Guayubín, llevando al enemigo a su propio terreno: retrocedió en la Sabana Guayubín ante el avance haitiano con el propósito de atraerlos, y movilizando a todos los pueblos de la región para que se prepararan para atacar; cuestión de que cuando el enemigo intentara apoderarse de Santiago, fueran embestidos por todos los lados, constituyéndose ese ataque en una resistencia demoledora por parte del lado dominicano. Nuestro aventurero estaba frente a un militar improvisado, como lo definió Rufino Martínez en su biografía.
Dixon manifiesta que hubiera lamentado dejar de ver a Moca, porque era perceptible la diferencia que tenía con relación a otras poblaciones, por la laboriosidad de la gente y por la fertilidad de los suelos. “Moca es la ciudad Jardín de dominicana”, escribió en su Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo en 1846.
Cuando llegó a Moca y trató a su gente, se imaginó que estaba en Maniel, “porque era comparable solo con Maniel”, refiriéndose a la laboriosidad y hospitalidad de los habitantes que encontró en San José de Ocoa.
Definió a los productores agropecuarios mocanos como lo que más se parecía a su representación de un productor norteamericano, el farmer caribeño. No se explicaba cómo en un país pequeño, de tan pocos recursos tecnológicos, pudiera haber un lugar “…para asombrar a uno experimentado en la materia…-y asegura que la producción lograda en esas tierras: “… no sería nada para el duro americano que tiene a mano todos sus instrumentos agrícolas”, (Diario…Pág. 209)
El mocano en su origen hizo conucos entre la espesura del bosque de manera sorprendente, viviendo en la completa miseria, al punto de perder parte de la familia para levantar su finca o granja agropecuaria.
Las generaciones anteriores de los mocanos del 1846 se iban con toda su familia y animales y se mudaban en medio de la campiña: “El agricultor debe salir para su viaje provisto con todo artículo de comida, que se va moviendo de lugar en lugar mientras se va abriendo camino, y todo se pone en una choza provisional, donde los hombres, las mujeres y los niños, perros, cerdos y pollos reclaman iguales derechos. Los árboles comienzan a desaparecer ante el hacha del habitante de los bosques, pero no más aprisa que la escasa familia, su único solaz y apoyo en esta miserable soledad”. (Diario…pág. 208).
Describe los estragos que padecía el agricultor mocano para tener su suelo produciendo: “La enfermedad hace presa en ellos” y muchas veces mueren y su trabajo lo continúan los sucesores:: “Una segunda partida puede tener más éxito”, porque los primeros siempre tenían fracasos en las explotaciones agrícolas; pero, a pesar de todos los fracasos, los mocanos no eran tan pobres y podían abastecer el mercado local; el interés de Dixon era la agricultura de mercado: “Todos los obstáculos desaparecerían ante la empresa anglosajona y con su trabajo y con templanza ellos triunfarían …”, (Diario… pág. 209)
Dixon amaneció “…en la casa de un francés (General Imbert), quien, si bien no nos recibió con el calor de los naturales, con todo nos mostró suficiente hospitalidad” (Ibidem. Paréntesis DF). Se había mojado ese día y tuvo que dormir con la ropa húmeda; Imbert le ofreció una rica cena, y Dixon lo felicitó “por tener tan buen cocinero”, pero la sorpresa fue cuando Imbert le dijo que era su mujer que había preparado los alimentos. (Ibidem).
Para cuando Dixon visitó a Moca, la escuela tenía 40 alumnos; le impresionó que cuando llegó encontró al profesor maltratando a un niño. Los estudiantes tenían tres meses que habían iniciado las clases y observó que habían adelantado, aunque no lo suficiente como debiera ser. La informalidad del sistema educativo produce poca calidad de la educación, porque el “…sistema adoptado y las pocas horas que dan a sus estudios, no aprenden tan pronto como pudieran hacerlo de otro modo”.
En la mañana visitó las principales tiendas y observó “que todos los artículos de mercancía eran de los Estados Unidos”.
La población de la ciudad de Moca, según el censo parroquial que Dixon llevaba de cada pueblo, era de “mil quinientos habitantes”. En la común habitaban “doce mil almas” y poseía “cuatro mil soldados y una tropa de caballería con 150 hombres. Están mal uniformados y peor entrenados…”. Diario… pág. 210)
Para el militar norteamericano era “inútil tratar de entrenar”, porque “tienen un modo de pelear peculiar suyo (…). Disparan sus mosquetes y luego corren sobre sus enemigos con sus largos machetes…” (Ibidem)
Una persona que estuvo en uno de esos combates de los mocanos, le dijo: “…que parecían como otros tantos demonios sueltos y que destruían cualquier cosa que estuviera ante ellos". La historia registra, años después de la apreciación de Dixon, las andanzas de Pedro Pablo Salcedo, “Perico”; y Manuel Rodríguez, “El Chivo”, avecinados en Moca, y otros personajes endemoniados que lucharon al lado de los patriotas, pero que buscaban en su condición de pequeños burgueses, intereses particulares, más que la constitución de una nueva nación, como bien lo define la sociología boschiana.
Dixon Porter animado, al ver la producción de la compañía mocana, decide retornar a Santiago tomando el camino largo, y en el trayecto se encuentra con nuevos e interesantes personajes y un impresionante paisaje.
Fuente:
Diario de una misión secreta a Santo Domingo (1846),
Traducción por P. Gustavo Amigó Jensen, S. J. Editora de Santo Domingo, S.A.
Santo Domingo, República Dominicana 1978. Con presentación de Juan T. Tavares K.
Sociedad Dominicana de Bibliófilos, INC.