Dixon, entre lo sagrado y lo profano

Lo sagrado-profano es una vieja discusión entre teólogos, sociólogos(as)  y antropólogos(a) dedicados a los estudios religioso, y se refiere a dos mundos: la vida ascética de los religiosos, lo sagrado y la vida común de la gente, lo profano. Hay un reparto de lo sagrado y lo profano; lo sagrado está definido por los lideres espirituales, los consagrados a la vida contemplativa y religiosa y lo profano a  la gente que disfruta de la vida mundana manteniendo una relación con Dios a su manera. Para Dixon ambas están presente entre los religiosos y la gente del pueblo; el sacerdote con su vino y la buena vida que él insinuaba y en muchos casos, él mismo señalara de manera directa al tratar con los curas en pueblos visitados. Y la gente de dichos pueblos obediente a su dios, pero llevando una vida con poca correspondencia a la sacralidad de su creencia.

Cuando el domingo la gente acudía a la ciudad “… y todos los habitantes de la región vecina acudían en montones   a misa (momento sagrado) y luego a gastar sus ganancias semanales en la gallera o en las tentadoras tiendas; donde relucientes artículos de algodón estaban desplegados con un gusto que acreditaría a Nueva York o Filadelfia (momento profano), (Diario…Pág. 205. Paréntesis pt.).

Dixon no dejaba ver a cuál denominación religiosa pertenecía por los pocos juicios que hacía en la materia; era protestante por indicaciones. Decía que el gobierno, quien permitió a un ministro que “… podía predicar en el idioma que quisiera y establecer una iglesia y escuela protestante, dondequiera que le pareciera conve­niente”, no era en materia de religión tan an­ticuado como la iglesia…”, haciendo referencia a la católica, o el caso del cura de Azua que le invocó para que dejara él protestantismo y las enfrentamientos sutiles contra los curas católicos. Sí, él era creyente y lo hacía de manera muy particular, porque apenas invocó a Dios en medio de tantas vicisitudes, unas 3 o 4 veces en más de 90 mil palabras que contiene su Diario de una misión secreta a Santo Domingo 1846. En particular lo clama una vez cuando el comandante de Maniel (Ocoa) le regala el caballo que dice que fue un “don de Dios” porque le hubiese atrasado el viaje en tres días, y  apenas para describir lo monumental de la naturaleza que conoció y otras  grandezas, se refería a la providencia y no fue más de 4 veces, dos puesta en la boca de los sacerdotes de Azua y Cotuí.

No fue de interés para Dixon insistir en el tema religioso en particular, solo le llamó la atención la relación del pueblo con su dios y la obediencia a las autoridades católicas; la disparidad de la vida material entre ésta y los pueblos que pastoreaban, así como la tolerancia de la vida profana en cuanto a consumo de alcohol, juegos y uniones libres quienes, en muchos casos, por razones económicas no podían entrar al sacramento matrimonial.

El tema femenino no fue de interés de la misión secreta, pero si elemento importante en sus notas: La dominicana despertó su atención desde que salió de Santo Domingo capital, sobre todo, por sus expresiones de laboriosidad, seriedad, belleza y la liberalidad de estas en un siglo como el XIX. La trató con considerable finura y respeto, lo que no sucedió con el tema racial, quien buscando el análisis raciológico, navegaba en el prejuicio racista, aunque lo negaba en ocasiones; con la mujer, también se desborda en indicaciones sutiles de carácter sexual. Como sucedió en muchas ocasiones, por ejemplo, cuando amaneció en Sabana Buey donde toda la familia dormía en una misma habitación, donde hombre y mujeres se levantan juntos y donde “los sentimientos más delicados deben hacerse groseros y la mo­destia convertirse en un artículo de gran rareza”, como escribiera en la página 77 de su diario.

En Hatillo, Maimón, donde él sospechaba que un hombre convivía con dos mujeres mulatas que al norteamericano les llamaron la atención, al indagar sobre la distancia para llegar a Cotuí, el don Juan, como una manera de salir del marine, le dijo que se fuera porque llegaría temprano, tan solo en dos horas, cuando en realidad se tomó 6 horas. Dixon entendió que lo botó para que no continuara viendo a las que creía que eran sus amantes.

La misma noche que llegó a Santiago vio accidentalmente a las mujeres bañándose en el río libérrimamente, aunque vestidas, de sugerentes encantos femeninos; pero, como era norma, separadas de los hombres; vio aquello con asombro e imaginó que a él no lo vieron.

Criticó a los extranjeros y a aquellas personas de clase alta que tenían relaciones fuera de su matrimonio o de manera informal, aunque mantuvieran relaciones armoniosas con su pareja, en muchos casos, pero discriminaban casarse porque no eran de su clase, alegando: “… la infe­rioridad de las mujeres que les impide tomarles por esposas legales” (Diario…Pág. 206).

Se emocionó con las mujeres de Santiago, acorde con su concepción de la belleza femenina, escribiendo: “ (…) Podía  con facilidad imaginarme en  Andalucía parecían a las españolas de color aceitunado”.  (Diario…Pág. 205).

La tentación no se hizo esperar en aquel domador de caminos:

“Es triste, con todo, pensar que toda la aparente mo­destia que marca el rostro no es sino disfraz y que nuestra moral norteña frunciría el ceño por el sofocante sol que pa­rece llevar aquí toda la culpa de la debilidad de la carne humana”. (Ibidem)

Alega que “el ayuno y la oración no pueden reprimir (….), [lo] “Que no es corregido por el ejemplo moral y los hábitos de la educación”. (Ibidem)

Y cargando lo sagrado-profano y su incisiva crítica al catolicismo: “… El sacerdote, si es joven o viejo expresará amor y absolución al mismo tiempo, al oír de una inocente doncella de la Juventud…”. (Ibidem)

La vida religiosa “…desde la juventud no le enseñan otras cosas que hipocresía y amor. Así sucede que la moral de Santo Domingo no resiste la más mínima crítica”.  (Diario…Pág. 206)

Fuente:

Diario de una misión secreta a Santo Domingo (1846),

Traducción por P. Gustavo Amigó Jensen, S. J. Editora de Santo Domingo, S.A.

Santo Domingo, República Dominicana 1978. Con presentación de Juan T. Tavarez K.

Sociedad Dominicana de Bibliófilos, INC