Santiago “cuelga sobre el río Yaque”

Como experto en hidrología que era Dixon Porter, señala el río Yaque como “una de las más bellas y útiles de todas las corrientes” de la República Dominicana.  La ciudad donde había llegado, como todos los asentamientos creados por los españoles a partir del 1494,  fue “fundada en una sabana”, sufriendo las consecuencias de los terremotos que periódicamente afectaron a la isla; en particular el más reciente ocurrido en mayo del 1842, en el que quedaron atrapadas unas “300 personas” entre los edificios que se derrumbaron y, según las informaciones que obtuvo, no murieron más personas  porque la gente se encontraba fuera de las edificaciones, principalmente bañándose en el río.

 Para Dixon la economía de Santiago era próspera, porque es “por donde pasa toda la mercancía que se exporta y se importa desde la región…” (Diario… pág. 203) y sentenció: “Si la guerra y los terremotos le dan solamente un respiro, será la primera ciudad en Dominicana“ (Diario… pág.204).

Y con una vigencia de casi 200 años en cuanto a la producción agropecuaria, y tomando el sentido de esta, en cuanto a la fertilidad  de la tierra, escribe sin desperdicio:

“En agricultura, Santiago es la primera provincia de la república y es especialmente celebrada por su tabaco”. Según le informaron, el año pasado se produjo “… treinta y dos mil "ivoons" (cada uno igual a ciento diez libras y evaluados en trescientos treinta mil dólares)”, sin incluir el consumo local de “picadura y cigarros”. (Diario…Pág. 202. Paréntesis, DF)

Según Dixon se producía suficiente “azú­car y café para consumo doméstico”; y el maíz se almacenaba para la alimentación del ganado que se encontraba en establos para esa época.

En cuanto a la pecuaria escribe: “En estas llanuras, más de cincuenta mil cabezas de ga­nado se alimentan, … diez mil caballos, sesenta mil cerdos y muchos hermosos mulos”. (Ibidem)

Para él, la arquitectura muestra la historia y la prosperidad de la economía; sus edificaciones y la organización de las calles “muestran la importancia de Santiago como un lugar comercial”. (página 204). Y sobre todo le llamó la atención  el criterio y la organización urbana que no destacó  en “la moderna Azua” que era el centro del comercio y la producción desde Santo Domingo hasta Haití por el suroeste; ni en Cotuí, cuando escribió que era lo más parecido a una ciudad por la iluminación de sus calles con jachos de cuaba (pino criollo); ni “la pequeña ciudad de Macorís, donde le impresionó el cura que tocaba y enseñaba a la gente piano y violín, y a quien llamó “músico bueno”; o La Vega, centro de una gran provincia, destacando sus  “calles trazadas”, pero abandonadas, en la que pastaban animales. De estos centros poblacionales, la gente que encontraba en el recorrido antes de llegar a los mismos les decían que iba a llegar a una ciudad que nunca vio como tal.

De Santiago se desborda escribiendo sobre: la arquitectura, el comercio, la producción agropecuaria y todo en cuanto él entendía que eran las cosas que debía tener una ciudad.

Cuenta:

Cerca de la gran plaza existió una vez una hermosa iglesia y un bello edificio llamado la casa de gobierno; … las calles eran derechas y estaban bien pavimentadas, cortándose unas a otras en ángulo recto; y grandes almacenes y habitaciones particulares de piedra adornaban las calles y deleitaban la vista a cada paso con su nítida apariencia. (Diario…Pág. 204)

Pero, pese a su opulencia material, la impresión que se llevó de la vida espiritual de la ciudad fue diferente, ya que apreció que poseía un sistema educativo “reducido a los primeros rudimentos”, que consistía en: “cuatro escuelas en buen funciona­miento, una de ellas un colegio para señoritas y tres para muchachos”. (Ibidem). Dejó entender que ni siquiera la educación secundaria existía y menos los estudios superiores.

Vio la cultura de Santiago, a raíz de nuestra independencia, marcado con el prisma filosófico de su sociedad, porque él vía que, a pesar de existir abundancia de bienes y mayor riqueza que en otros lugares, la gente no sabía disfrutarlas, llevando como única formación filosófica la “paciencia [de] sus in­fortunios”. 

Fuente:

Diario de una misión secreta a Santo Domingo (1846),

Traducción por P. Gustavo Amigó Jensen, S. J. Editora de Santo Domingo, S.A.

Santo Domingo, República Dominicana 1978. Con presentación de Juan T. Tavarez K.

Sociedad Dominicana de Bibliófilos, INC