Samaná, la “Nueva Orleans”, vuelve a estar presente.

Dixon Porter salió de Cotuí a final de mayo para dirigirse  a San Francisco de Macorís,  pero también tenía interés de conocer la península de Samaná y su bahía; no pudo ir a visitarla porque las condiciones climáticas no lo favorecían  ni sus caballos soportarían el viaje, según estimó.

El marine no quería comprar más caballos, porque les molestaban los altos precios que el dominicano pedía por un equino de la calidad que él exigía para sus largas cabalgatas; tampoco era dado a recibir y ni siquiera a sugerir regalos, a pesar de que su prepuesto estaba reducido al mínimo y si se dirigía a Samaná tampoco tendría la oportunidad de regresar a tiempo a Puerto Plata donde le esperaría el bergantín Porpoise, la embarcación que lo llevaría de nuevo a su país en la segunda semana de junio.

Dixon no tenía tiempo, animales de monturas fuertes, ni recursos, ni salud para hacer el cruce de Cotuí a Samaná, ya se estaba enfermo, recordemos que el marine tuvo problemas de salud, cuando recorrió el resbaladizo y pantanoso sendero de Rancho Arriba a Piedra Blanca, donde fue afectado por una enredadera o liana que le afectó las piernas que, aunque confiesa que había mejorado en los últimos 3 días de mayo, el día 3 de junio escribió en su Diario de una Misión secreta a Santo Domingo, que continuaban alteradas  y necesitaba tratamiento médico; aunque  había perdido caballos por los difíciles laberintos y sus guías eran renovados periódicamente sobre todo en pasos difíciles, el marine no se daba por rendido en su misión de conocer la realidad de la nueva República Dominicana del 1846.

Tenía su mente puesta en Samaná; le interesó por todo lo que se conocía en Estados Unidos de la península y por lo que había oído hablar a la gente en Cotuí, quienes mantenían relaciones económicas y sociales con la bahía por la cercanía, a pesar de que Samaná pertenecía a la provincia El Seibo para la época.

Samaná estaba en su agenda secreta porque la península prometía ser “(…)  el establecimiento principal de las Indias Occidentales”, como lo escribió en la página 167 de su diario publicado por la Sociedad de Bibliófilos Dominicanos en 1978.

De Samaná transcribe en su diario lo que le leyó su compañero, el teniente Summer, quién conducía el  bergantín Porpoise, embarcación que lo trajo aquí y  quién la visitó cuando pasó algunos días inspeccionando a  nuestras costas. Tanto Dixon como Summer, sabían que la hermosa península de Samaná y su bahía “…había traído la codicia de más de una nación y que todavía puede considerarse de gran importancia para los Estados Unidos”. (ibidem)

Una zona que los dominicanos estaban apegados a ella, según él, porque: (…) al menos su interés prohíbe que alguna nación poderosa la ocupe, ya que domina todo el comercio dirigido a las islas y al continente”. (Ibidem)

Decía que “Como depósito naval, no hay bahía en las Indias Occidentales que se compare con Samaná, donde se encuentran todas las facilidades para hacer uno de los mejores establecimientos navales del mundo. Cobre, hierro y otros metales se encuentran. en abundancia en las cercanías y el carbón mineral (…)   (Diario…pág. 173)

Por otra parte, dice que la población más importante de Samaná era el asentamiento de los negros libertos norteamericanos que habían llegado a partir de la ocupación haitiana; describió la situación de miseria en que vivían y el interés de ellos volver a su tierra en Norteamérica, dice que los asentados en Samaná dejaron toda la cultura del desarrollo y la prosperidad de sus amos por una vida simple, improductiva, que él considera otro estado de esclavitud que no les permite el progreso.

La población negra norteamericana, que se había establecido posterior a la ocupación haitiana de 1822, la consideraba diferente a la haitiana, aunque ya habían asumido comportamientos de los últimos, llevando una vida dependiendo solo de la naturaleza que le daba todo lo básico como obra y gracia del señor, haciendo alusión a la religiosidad de la población inmigrante.

Dichos inmigrantes sin trabajar por dedicarse a producir la tierra, sólo pensando en la escritura, refiriéndose a la escritura bíblica: “… parecen haber vivido durante los últimos 20 años sobre frases de la escritura con la que se mezcla constantemente su conversación”. (Diario…Pág.171)

Olvidando su deseo de visitar Samaná, el día 3 de junio Dixon Porter parte de Cotuí directamente  hacia San Francisco de Macorís en busca de ganarse el valle del Cibao, enfrentándose de nuevo al río Yuna, donde pudo embarcarse con sus mochilas y sus sillas de monturas, mientras los caballos lo cruzaban nadando y los temerosos “pasajeros” removían las aguas con pencas de palmas para espantar a los caimanes, a los cuales confiesa que nunca vio.