No entregue la cabeza al ChatGPT

 

Pero es el caso que aún incapacitado para pensar y para actuar yo estaba allí: había pasado el umbral y tenía que entregar mi cabeza. Nadie podría evitarme esa macabra experiencia. La situación era en verdad aterradora. Parecía que no había distancia entre la vida que había dejado atrás, del otro lado de la puerta, y la que iba a iniciar en ese momento. Físicamente, la distancia sería de tres metros, tal vez de cuatro. Sin embargo, lo que veía indicaba que la separación entre lo que fui y lo que sería podía medirse en términos humanos (Bosch, La mancha indeleble, 2001, p237. Cuentos más que completos: Alfaguara)

 

La IA desde hace tiempo ha estado penetrando la estructura social, económica, política y cultural del sistema cibermundo. Al igual que otras fibras tecnocientificas, como el internet de las cosas, la IA ha ido permeando este mundo virtual; atravesó los macrodatos o Big Data, los cuales son conjuntos de datos voluminosos que el software rutinario de procesamiento de datos sencillos no puede manejar.

Las dificultades de manejo de la Big Data se enmarcan en lo que Mario Tascon y Aramtza Coullaut (2016) definen como cuatros V: Velocidad, Variedad, Volumen y visualización

Harari (Homo Deus, 2017) reflexiona sobre el dataísmo como una mentalidad filosófica o religiosa que venera los datos, el cual cree que el flujo de datos es el valor supremo, relegando la información a un plano secundario y despreciando el conocimiento y la sabiduría. Antes de Harari, dos expertos en el campo del Big Data, Viktor Mayer-Schönberger y Kennet Cukier se enfocaron en las implicaciones sociales, económicas y políticas que estaba produciendo la revolución de los datos masivos (2013).

Sin embargo, el terremoto cibernético que estremeció los cimientos del cibermundo ocurrió cuando irrumpió el ChatGPT,  y de manera disruptiva cambió el modelo de los chatbots, sacudió el ámbito educativo y por ende, las esferas del saber humano.

Este dispositivo virtual como modelo de lenguaje construido sobre redes neuronales artificiales se entrena con gran cantidad de datos textuales provenientes del cibermundo. La Big Data es como la sangre del ChatGPT porque con sus datos va alimentando y entrenado este modelo, por tanto, sin esos grandes volúmenes de datos el no tendría sentido porque son estos datos los que le proporciona la capacidad de adaptarse a diferentes temas de conversación haciéndolo más versátil.

Harari, dice que el flujo de los datos ha creado una nueva religión que es el dataismo, a lo que habría que agregarles los chatbots (ChatGPT), como los Oráculos de todas esas deidades en el que se postran franja de sujetos cibernéticos.

Hace unos años, en medio de la pandemia escribir un ensayo titulado: “Meritocracia, Inteligencia y desigualdad cibersocial”, en el que definí la IA como la capacidad de un sistema de software virtual para procesar e interpretar correctamente datos externos, con el objetivo de aprender de ellos y usarlos como información y conocimiento para realizar tareas específicas, similares o mejores que las de los seres humanos (Merejo, 2020).

Esta definición de la IA es la que abordo en el ámbito de los chatbots, dado que son capaces de extraer millones de datos de las redes virtuales del ciberespacio. De acuerdo con la UNESCO (2023), el ChatGPT se caracteriza por un aprendizaje automático, capaz de hablar de cualquier cosa, como pedir datos, resolver exámenes y dar tutoriales al profesor.

La entrada de estos chatbots al sistema educativo constituye riesgos y oportunidades que han de enfrentar los docentes, estudiantes y el personal administrativo, dado que este dispositivo tiene un gran potencial para la educación, porque puede ofrecer nuevas maneras de interactuar, estimular la creatividad y el pensamiento crítico con todos los actores del sistema.

Entre sus ventajas se encuentran la producción de textos de calidad sobre temas que contribuyen a la creación de contenidos de artículos o ensayos y generar información sobre diversos temas, respondiendo a preguntas o buscando fuentes confiables. Otras que cobran importancia son las que contribuyen a la traducción de idiomas con fluidez, para bien del estudiante y del profesor y las que fomentan la creatividad, la rapidez y la diversidad de los flujos de información.

Sin embargo, tenemos que analizar varios riegos para el pensamiento, como son: falta de calidad, precisión, rigor y fiabilidad en muchos de los textos que son producidos gracias a estos dispositivos (caso ChatGPT) la incongruencia en el sentido del discurso, que sale a relucir por una desarticulación entre el lenguaje y el pensamiento.  Esto es así porque el dispositivo va procesando la información en la medida que la vamos alimentando de ideas, preguntas, para este genere repuesta de acuerdo con nuestra forma de pensar y reflexionar.

Los chatbots, especialmente el ChatGPT, pueden generar una dependencia nociva en los estudiantes, profesores y ciudadanos. Esto implicaría renunciar al pensamiento crítico y perder la autonomía como sujetos cibernéticos, al confiar ciegamente en los textos generados por estos dispositivos. Además, esta dependencia de los chatbots puede fomentar una cultura de mediocracia, alimentada por una práctica de escritura hueca y descontextualizada. Al usar los textos generados por estos dispositivos, se pierde la relación entre el lenguaje, el sujeto, el poder y la sociedad, tanto en el mundo real como en el cibermundo.

Asumir una visión crítica para construir el pensamiento implica darse cuenta de que estos son una especie de asistentes que pueden ayudar a estimular los razonamientos y la propia inteligencia, sin entregar la cabeza, como se narra en el cuento de Bosch “La mancha indeleble”:

“Todos los que habían cruzado la puerta antes que yo habían entregado sus cabezas, y yo las veía colocadas en una larga hilera de vitrinas que estaban adosadas a la pared de enfrente. Seguramente esas vitrinas no entraban aires contaminado, pues las cabezas se conservaban en forma admirable, casi como si estuvieran vivas, aunque les faltaba el flujo de la sangre bajo la piel. Debo confesar que espectáculo me produjo un miedo súbito e intenso. Durante cierto tiempo me sentí paralizado por temor” (Bosch, 2001, p 237).

 

No es al ChatGPT que se le ha de temer, es al sujeto cibernético que puede entregar su cabeza a este dispositivo virtual y a los demás chatbots, por acomodarse y postrarse ante este oráculo de IA.

En estos tiempos cibernéticos y transidos, se necesita más que nunca reflexionar e indagar el espíritu de la ilustración del siglo XVIII, que de forma magistral llegó a explicar el filósofo Enmanuel Kant. A la pregunta ¿Qué es la ilustración?  Respondió “la salida del hombre de su culpable minoría de edad, la cual consiste en la imposibilidad de servirse de su entendimiento, sin la guía de otro. Esta imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino, de su decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro” (Kant,2017. p63).

Los profesores, estudiantes, profesionales y demás sujetos cibernéticos (seres vivientes, de lenguaje-entendimiento-cultura) sujetado al cibermundo, navegando por el ciberespacio, deben valerse del entendimiento no como la facultad mental en sí que poseemos para entender, reflexionar, razonar, discernir e indagar, sino para armarnos de ella, tomar nuestras propias decisiones sin ser sujetos heterodirigidos (sujetos dirigidos por otros). Es escuchar la aclamación de Kant: ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! (Ibíd).

 

Es no dejarse atrapar por las creencias que el ChaGPT o cualquier otro chatbot, no es tu copilto y pensar que es el piloto personalizado, que, como oráculo de IA, todo lo puede y todo lo responde, despejando toda duda.

¡Tengo un ChatGPT, que suple mi conciencia!  ¿Para qué pensar si él piensa por mí? Es ahí, a donde no se puede ni debe llegar.

No niego la importancia que tienen estos programas virtuales de IA en cuanto a potenciar el proceso de enseñanza – aprendizaje, hacer más eficientes las tareas, correcciones y evaluación entre profesores y alumnos en el ámbito educativo, pero no puede pensarse que esto es obra y mérito de ese ciberoráculo, que todo lo sabe y todo lo controla en el cibermundo.

Caeríamos en una pereza mental como bien señala Kant: “Pereza y cobardía son las causas por las que tan gran parte de los hombres permanece con agrado en minoría de edad a lo largo de la vida, pese a que la naturaleza los ha librado hace tiempo de guía ajena, y por las que otros se rijan en sus tutores.” (Ibíd).

Por más generativo que sea el ChatGPT, y originales, a partir de un juicio previo que le dé a este software o programa virtual de IA, tenemos que aplicar una ética del cuidado mental, para no ser un sujeto cibermonigote, que anda por el mundo con la facultad de entender,  razonar, comparar y analizar, pero sin poner a funcionar esa capacidad de entendimiento, compresión crítica y pensaría donde otros no han podido pensar, porque no tienen el valor de hacerlo y valiéndose por sí mismos, sin ser muletillas de ningún dispositivo virtual de los que pululan por el cibermundo.