Harari, inteligencia humana y artificial
Para analizar el discurso de Yuval Noah Harari sobre la inteligencia artificial (IA), es necesario conocer parte de sus obras. En ellas, el historiador y filósofo ofrece una explicación exhaustiva sobre el devenir histórico, social y tecnológico de la humanidad. Harari hace énfasis sobre la IA y Homo Deus en estos tiempos cibernéticos.
El enfoque Harari pasa por todo lo que es el cibermundo transido: enredo gris pospandemia, guerra y ciberguerra (Merejo, 2023). El cibermundo es un sistema social, económico, político, educativo y cultural edificado en redes tecnológicas digitales y cibernéticas. Estas redes abarcan desde la robótica y la IA débil de software virtual hasta la Revolución 4.0 hiperconectada a la red de internet. Así, nos conectan al ciberespacio y a las diversas realidades virtuales: metaverso, realidad aumentada, computación en la nube. Los sujetos cibernéticos son los que construyen y viven interactuando en esa madeja de redes sociales y control virtual.
El discurso Harari analiza los desafíos y las oportunidades que plantea la IA para nuestra especie, así como las implicaciones éticas, políticas y sociales de esta. En el texto “Sapiens. De animales a dioses” (2017a) explica el proceso histórico de la humanidad, desde los primeros momentos que desbrozaron caminos sobre la Tierra hasta las distintas revoluciones que como especie ha protagonizado, y que van desde la cognitiva, agrícola hasta la científica.
La narración histórica, social, política y tecnológica que entreteje su discurso, no escapa a una síntesis de visión filosófica lineal de la historia hegeliana; sin embargo, va más allá de esta linealidad cuando se sitúa en la tercera revolución, que fue la científica y que, de acuerdo con él, comenzó hace unos 500 años. Esta última revolución permitió a los humanos desarrollar tecnologías avanzadas y mejorar su calidad de vida, pero sin dejar como parte de esa revolución lo relacionado a “las armas nucleares que amenazan la supervivencia de la humanidad”.
Entre estos avances también se encuentra el espíritu de innovación tecnológica en ámbito digital y de IA, por tales razones “los organismos son cada vez más modelados por el diseño inteligente que por la selección natural” (Harari, 2017a, pp.11-35).
Un punto interesante que él aporta se relaciona con la revolución cognitiva, la cual dio ese gran salto de todas las narraciones históricas y que dejan atrás las teorías biológicas como medios primarios a la hora de explicar el desarrollo de Homo sapiens. Según Harari: “A raíz de la revolución cognitiva, los sapiens adquirieron la tecnología, las habilidades de organización y quizás incluso la visión necesaria para salir de Afroasia y colonizar el mundo exterior. Su primer logro fue la colonización de Australia, hace uno 45.000 años” (p.80).
Esta revolución cognitiva, que ocurrió hace unos 70.000 años, implicó la capacidad de pensar, de comunicarse y cooperar, como resultado de la relación compleja de cerebro- lenguaje- cultura e historia del Homo sapiens; concomitante a este proceso histórico se fue dando la segunda revolución, que fue la agrícola, ocurrida hace unos 12.000 años, en la que se forjó toda una cultura de cultivo de plantas y crianza de animales para obtener alimentos.
En “Homo Deus” (2017b) Harari, se centra en tres proyectos que han marcado la historia de la humanidad. El primero tiene que ver con la supervivencia, con la reproducción biológica, la salud y la prosperidad de los humanos; distinto al segundo, que parte de la construcción de la felicidad, centrado en que los humanos fueran satisfechos con sus vidas y por consiguiente felices, y el tercer proyecto, que persigue la inmortalidad, en cuanto a que los humanos vivan para siempre.
Es en el tercer proyecto que Harari enfatiza la importancia de los cambios en las formas en que vivimos producto de la tecnociencia, además cómo esta podría prolongar la vida hasta lograr que el Homo sapiens sea remplazado por Homo Deus, que sería una nueva especie de seres humanos más fuerte, longevos e inteligentes, que traspasen las condiciones humanas actuales, acercándolos a los dioses de todas las mitologías, en cuanto inmortalidad: “Sin embargo, cuando la tecnología nos permita remodelar la mente humana, Homo sapiens desaparecerá, la historia humana llegará a su fin y se iniciará un tipo de proceso completamente nuevo (…), será adquirir poderes divinos de creación y destrucción y promover Homo sapiens a Homo Deus “(p.59).
Este tercer proyecto incorpora el de la supervivencia y el de la felicidad, sin abandonar las capacidades de seguir buscando otras cosas, como la divinidad. Me pregunto ¿Cuál sería el castigo por intentar ser como los dioses? ¿Más crueldad que los mitos: Sísifo o Prometeo?
Para tales preguntas, el ChatGPT de IA débil de software virtual no tienen respuestas, sería aniquilar las pasiones y el alma humana enredada en sus propias relaciones de poder.
Esta tercera década del siglo XXI se caracteriza por la aceleración del cambio, incertidumbre y complejidad. Ante este panorama cibernético y transido, el discurso Harari en el texto: “21 lecciones para el siglo XXI” (2018) parte de un enfoque reflexivo sobre los desafíos y dilemas que enfrenta la humanidad ante la tecnología digital, IA, cibernética entretejida de política, religión, educación, ética y medio ambiente.
En la primera parte de este texto explora las implicaciones sociales, culturales y políticas de la IA y todo lo que concerniente a la revolución digital, y la biotecnología. Con asombro, nos va explicando cómo estos tipos de tecnologías en el cibermundo van transformando las dimensiones humanas. Estas trasformaciones producen nuevas formas de trabajo, pero también, nuevas desigualdades sociales, que ponen en riesgos la libertad y la existencia de la especie humana según Harari.
En esta parte de su discurso, se comienza a notar la angustia e incertidumbre ante los efectos sociales que traerá la IA a la humanidad.
Él enfatiza la diferenciación entre la inteligencia humana y la artificial. Esta última actúa sin conciencia, el programa da solo algoritmos para tomar decisiones, por obra de los sujetos cibernéticos que, dada su condición humana, tienen inteligencia y conciencia de sus actos.
De acuerdo con este filósofo, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas; en cambio, la conciencia, es la capacidad de sentir dolor, alegría, amor e ira. Ambos conceptos no son sinónimos, por lo tanto, entran en planos diferentes. Mientras que los software IA poseen una capacidad para resolver importantes problemas, muchos de los cuales la inteligencia humana no puede resolver.
Esto no significa que la IA tengan conciencia, sentimiento propio, como es el caso de los seres humanos y los sujetos cibernéticos constructores del cibermundo: “De ahí que, a pesar del inmenso poder de la inteligencia artificial, por ahora su uso continuará dependiendo en cierta medida de la conciencia humana” (Harari, 2018, p.93).
No obstante, este pensador nos dice que el peligro asecha porque “si invertimos demasiado en desarrollar la IA y demasiado poco en desarrollar la conciencia humana, la inteligencia artificial sofisticada de los ordenadores solo servirá para fortalecer la estupidez natural de los humanos” (ibid., 93).
Mientras estamos reflexionando estos temas puntuales sobre el discurso de Harari sobre la IA y la diferencia con la inteligencia humana y su conciencia, es bueno puntualizar que, en el cibermundo la privacidad no tiene cabida, es un adiós irreversible y donde el sujeto no tiene opción, su entrega al ciberespacio, a lo virtual y a la inteligencia artificial no es por obligación, sino por necesidad. Los sujetos cibernéticos han ido dejando trazos de su vida en todos los escenarios virtuales, lo que constituye una despedida a la privacidad, tal como la hemos estudiado desde la filosofía griega hasta la modernidad del siglo XX (Merejo,2017).