Hace ya doce años desde que fuera promulgada la Ley núm. 248-12, sobre protección animal y tenencia responsable; entre cuyos objetos principales se encuentran: “velar por la salud y bienestar de los animales”; así como “fomentar y promover la conciencia social en cuanto a la protección y cuidado de los animales”. No obstante lo anterior, esta es la fecha en la cual es muy poco lo que se ha logrado para que los propietarios de mascotas en República Dominicana puedan acudir a sus actividades normales acompañados de sus animalitos, en vista de que estos últimos son aceptados en muy pocos lugares públicos.
Para el dominicano promedio un perro no es tal cosa si no se encuentra en un patio vigilando mientras todos duermen, presto a comerse vivo a cualquier ser que se mueva en su entorno; en muchos casos mal cuidado, pobremente nutrido, deshidratado y expuesto a las inclemencias del tiempo. Un gato es un animal cuyo único propósito es la detección y cacería de ratones y alimañas, y la existencia de otras especies como mascotas es totalmente inconcebible y en muchos casos vistas hasta como repugnantes.
A pesar de los esfuerzos que se realizan desde diversos sectores nacionales para dignificar la existencia de las mascotas en nuestro país, muy pocos comerciantes han comprendido las ventajas que brindan a sus negocios el aceptar a los propietarios de mascotas acompañados de las mismas y resulta impensable presentarse en un supermercado con un perro, aunque sea explicando que se trata de un animal de apoyo emocional; así como en cualquier negocio donde se realice una diligencia rápida, para lo cual hay que dejar al pobre animalito en el vehículo, con las ventanas abajo, para evitar que se cocine en el calor tropical.
La otra cara de la moneda somos los propietarios de las mascotas, quienes debemos educarnos; mantener nuestros animalitos amarrados e incluso con bozales (en caso de necesidad) y llevar siempre bolsitas para los desperdicios; así como los productos especializados que requieran nuestros acompañantes. Hay que entender que el que a uno le guste un cierto tipo de mascota, no hace que al resto del mundo también le guste y por consiguiente hay que ser respetuosos de los espacios de cada uno.
Como se puede notar, no es que aboguemos para que el perro, el gato, la higuana o la culebra dejen de ser animales y se conviertan en seres humanos. Como bien indica mi amigo de más de veinte años y definitivamente mi veterinario favorito, el Dr. Joao Sosa: “el perro siempre debe ser perro y el gato, gato”; pero al mismo tiempo deben ser atendidos con cuidado y tratados con dignidad.
El domingo en la mañana tuve una experiencia muy positiva cuando fui a desayunar a Alterno Café, en la esquina formada por las calles Restauración y Arzobispo Meriño, de la Zona Colonial, donde a pesar de estar en un espacio reducido, recibieron a mi Boston Terrier, Benito, de muy buen agrado; aguantaron su mal carácter; compartimos fotos de nuestras respectivas mascotas y consejos para las alergias caninas. A Benito le sirvieron agua en un recipiente limpio y muy bonito; el perrito y un servidor nos sentimos muy agradecidos; tanto así que la relación que empezó con un gruñido e intento de mordida, terminó con jugueteo y saltitos de un Benito que no podía sentirse más a gusto.
Atendiendo a estas reglas básicas y a los derechos esenciales enunciados en la legislación nacional e internacional sobre protección y tenencia responsable de animales, los dominicanos podemos hacer conciencia de la importancia de abrir nuestros espacios para recibir a tantas mascotas que se encontrarían tan felices de compartir algunas horas adicionales con sus propietarios, paseando por los lugares públicos que ahora mismo les son vedados sin justificación alguna.