-Porque: El hombre es el hombre más sus conocimientos y costumbres.

-El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre, pero que no grite cuando lo pisen. Zapata.

No hace tiempo dije tener la firme convicción de que, no sé tú, pero, en cuanto a mí, soy más que la suma de mis partes y hoy, me ha dado por embadurnar esta página con estupideces, más estúpidas que aquellas que generalmente escribo, digo o grito. Por siempre he aborrecido el ser humano al cual denominamos como “lambón”, ese que proviene de los más míseros rincones de una sociedad cualquiera, sin importar el nivel económico o social. Les encanta comportarse como si supieran -de la vida-, más que cualquier otra persona. Esos que son lisonjeros, con tal de obtener algún tipo de dádiva; carentes de valor ético o moral y que, llegado el momento, se postran por unos cuantos pesos.

Esa es la razón, por la que no comulgo con el famoso “dao”, ese de obtener cosas con el menor esfuerzo y de ahí, mi manifesto comportamiento en contra de los famosos “pobres padres de familia”, pero que, son los más queridos por los políticos, que, además, les regalan lo que en realidad no les pertenece, haciéndose los buenos y efectivos, pero, contando siempre con el erario. Específicamente me refiero a la malograda conducta social, que conlleva el llamado clientelismo político. Ese que convierte a las personas que lo quieren todo, pero, con el menor o ningún esfuerzo, en elementos parasitarios que degradan la sociedad y hacen más pesada la carga para aquellos que en realidad se esfuerzan por ser útiles a sí mismos y a la comunidad donde residen.

Aun así, si pudiese bendecir, es decir, ser un Dios, aunque sea hipócritamente, tal y como los políticos se comportan, yo los bendeciría, ya que, todo el mundo, en algún momento, ha necesitado de la ayuda de alguien para lo que sea, por eso, hay que ser agradecido con todos, incluyendo los políticos, a pesar de que la gran mayoría carece de esta cualidad, ya que, su especialidad, radica en explotar al máximo el oportunismo, especialidad esta, en la cual son endiabladamente más que eficientes, excelentes.

Me aconsejó alguien, sobre el hecho de que estamos en campaña y el decir estas cosas, puede ser un motivo de que me pongan una banderilla en el lomo. Pero ¿cuándo cesa la campaña? ¿Cuándo será el tiempo adecuado para decir todo aquello con lo que no estamos de acuerdo, sin que nos pongan una banderilla? Me parece, que entonces, la respuesta será, nunca. Asistimos quietamente a una disfunción de la siempre aspirada democracia, clamando a dioses cuyos intereses no se encuentran aquí y, me refiero tanto a los que ejercen esas funciones en la tierra, como a los que dominan los cielos, en tanto, lo indicado por esos poderes, es que permanezcamos sumisos y en silencio, recibiendo los despojos -en todos los sentidos- que “ellos” tengan a bien dejarnos o regalarnos, donde siempre, los mejores beneficios se quedan enredados entre sus uñas.

Los escándalos en el MOPC en las últimas décadas han sido de “chupe ute y déjeme el túbano”, célebres por las cantidades mal manejadas y por la pobre ejecución o supervisión de las obras bajo su hegemonía. Como ejemplos podemos referirnos a la famosa y malograda carretera Casabito-Constanza, que no bien acaba de ser señalizada, cuando ya necesita de nueva repavimentación, ya que, al parecer, el material utilizado para hacer el trabajo está contaminado con algún tipo de cáncer, que no bien se le acaba de dar tratamiento, comienza a presentar más hoyos que el famoso queso suizo aquel.

Desearía que esto no se tome como un asunto político, pero, de así ser, que así sea y eso, que no nos vamos a referir a la famosa Autopista Duarte, porque uffff, simplemente, eso apesta. ¡Sí señor!