La inflación es un fenómeno que, indiscutiblemente, preocupa a toda la población: empresarios, trabajadores, chiriperos, desempleados, amas de casa. Los cambios de precios producen distintos efectos, atendiendo al nivel de ingreso de las personas. A nivel emocional la inflación genera incertidumbre para las personas de distintos niveles de ingresos, ante la pregunta de si los precios de los bienes y servicios seguirán aumentando y si los ingresos que obtendrán en el futuro les permitirán adquirir los mismos bienes que adquieren ahora.
La preocupación sobre el poder adquisitivo o de compra del dinero que se recibe se convierte entonces en angustia creciente que reduce en las personas su productividad, tanto desde el punto de vista material como intelectual y le roba una parte importante del sueño.
Los trabajadores formales, que tienen mayor poder de negociación a través de los sindicatos, consiguen por lo menos recuperar en parte la pérdida de valor del salario que reciben, aunque no lo suficiente para adquirir de manera plena los bienes y servicios que anteriormente podían adquirir.
Pero la preocupación mayor la albergan las personas que se encuentran en condiciones de pobreza en el nivel 5 de acuerdo a la medición del indicador Gini, que relaciona nivel de ingreso con nivel de pobreza, siendo el segmento de la población que se encuentra en ese nivel 5 de la escala Gini, que en términos de ingresos vive del día a día, cuando va amaneciendo se va dando cuenta que los chelitos que consigue no le dan ahora para comprar los bienes de la canasta básica, es decir de los productos que le permiten subsistir.
También el dinero que reciben estas personas a través del programa de protección social, llámese Supérate de parte del gobierno, ahora no le dan para adquirir los bienes que acostumbraban a comprar anteriormente, pasando como decía una señora ama de casa de llevar una funda a una fundita a la casa desde el colmado.
Pero aún más, los marginados que viven de la caridad publica y privada (de las limosnas), también sienten los efectos de la inflación, porque las personas caritativas les dan la misma cantidad de monedas, con las cuales ahora pueden comprar menos cosas.
La situación descrita anteriormente, provoca entonces que los niveles de marginalidad aumenten y en otras palabras los niveles de pobreza extrema.
Aunque la República Dominicana, firmante en el año 2015 en el marco de la Asamblea de las Naciones Unidas, así como otros países, el acuerdo para cumplir con los denominados 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) al año 2030, dentro de estos objetivos se plantea como numero 1 eliminar la pobreza extrema al final del año meta (2030), sin embargo los niveles de pobreza extrema en nuestro país en vez de ir disminuyendo aumento de 4.6 % en el 2018 a 5.2% al año 2021 y similar tendencia se mantuvo en el año 2022, que aunque disminuyó ligeramente en 0.4% , no se ha recuperado los niveles anteriores de reducción de la pobreza extrema, lo que significa que en vez de ir disminuyen, como sucedía hasta el 2019, en los últimos 3 años es evidente que el nivel de marginalidad, medido a partir del índice de pobreza extrema, ha aumentado.
Esto ultimo es solo considerando la cantidad de personas que entran al nivel de pobreza extrema, porque si analizamos en función de los ingresos que este segmento de la población recibía anteriormente, con los que recibe en la actualidad y como analizábamos anteriormente, su calidad de vida por hogar ha disminuido.
El actual gobierno, que ya ha iniciado una campaña para reelegir al actual presidente Luis Abinader, tiene una gran tarea pendiente por delante, de superar esta situación de los niveles de inflación y marginalidad creciente en la República Dominicana en el año que le resta de gestión, de lo contrario y como bien reza una expresión: el pueblo no reelige inflación y marginalidad.