Hay un fenómeno más complejo de lo que parece y nos afecta a todos. Para vivir en sociedad es preciso adaptarse a la civilización en la que nos toque vivir. Por ejemplo, debes conducir tu auto del lado derecho, si la ley de tu país lo establece así. De hacer lo contrario puedes ocasionar serios problemas e incluso la muerte de alguien. No hay cabida para que cada cual decida libremente de qué lado manejará. En algunas playas una persona puede bañarse desnuda y en otras de hacerlo podría ser arrestada. Y así hay una serie de normas que debemos acatar para integrarnos satisfactoriamente a la vida de una población determinada.
Esto tiene un costo bastante alto, porque siempre supone sacrificar parte de nuestra individualidad. En nuestra vida se presenta una lucha interna, entre el deseo de hacer “lo que nos dé la gana” y el evitar ofender a los demás. Si consideramos tener derecho a hacer lo que queramos sin pensar en el derecho ajeno, seríamos personas tóxicas y negativas para nuestra población, y nos haríamos daño incluso a nosotros mismos.
Estanos viendo tendencias al adocenamiento, lo cual afecta tanto de manera individual como colectiva. El adocenamiento se refiere al hecho de agruparse o identificarse en un nivel cultural inferior, que podría parecer cómodo o relajado. La persona se mantiene en un estado de vulgaridad o mediocridad, asumiendo una actitud retrógrada, sin méritos ni esfuerzos, creyendo sentirse bien; siendo uno de los peores enemigos del desarrollo humano.
Dentro de las necesidades que tenemos se encuentra la de pertenencia, es decir necesitamos parecernos a un grupo determinado, hacer lo que hacen, hablar como hablan, tener lo que tengan, lo que nos permitiría estar vinculados a un grupo “especial”, pero esa necesidad de pertenencia podría llevarnos a integrarnos tanto a un grupo de científicos como a uno de delincuentes. El miedo a ser rechazado o quedarse aislado es una fuerza poderosa que podría obligarnos a ir incluso en contra de nosotros mismos.
Algunas cosas se hacen por deber y otras simplemente por satisfacción, pero es importante reconocer la diferencia. Cuando alguien muere, si es alguien muy querido te produce mucha tristeza. Si es alguien que no conociste ni tuviste ninguna relación, normalmente no te entristeces, aunque por razones sociales digas frases como: “cuanto lo siento”, “te acompaño en tus sentimientos”, etc. Es muy importante que reconozcas ese tipo de “hipocresía” que supone la vida social y que es necesaria para que podamos convivir como multitud, porque sería terrible que dijeras: “realmente no estoy triste porque tu madre haya fallecido porque no la conocí, pero como somos compañeros de trabajo, aquí estoy para que veas que te estoy apoyando”, aunque sería sincero, sería peor que un insulto.
Todos decimos amar la verdad y rechazar la mentira, pero para vivir en sociedad aceptamos muchas mentiras e hipocresías. Podrían ser las reglas del juego o lo que se espera que hagas. Es perjudicial que llegues a creerte tus propias mentiras o creer que los demás son lo que aparentan. Un millón de seguidores en las redes es menos necesario que un verdadero amigo. Gran parte de los trastornos mentales se deben a confusiones respecto a quiénes realmente somos. Pese a cumplir con los requisitos del colectivo al que se pertenezca, debe haber suficiente autoconocimiento para no dejar de ser uno mismo. Ciertamente tus contactos sociales son una especie de espejo que te reflejan lo que eres, información que tendrá valor solamente después de ser filtrada por tus propios criterios. El tiempo se encargará de mostrarte si tus criterios son correctos y podrás aprender, si mantienes tus ojos abiertos.
Una de las mejores funciones de la inteligencia consiste en identificar como podemos hacer lo que necesitamos sin generar conflictos a corto, mediano o largo plazo.
En una fiesta de disfraces podemos pasar un momento divertido mientras ocultamos nuestro rostro, pero una relación que se origine sin mostrar nuestra verdadera identidad difícilmente será conveniente. Las relaciones sociales que se producen mediante personalidades falsas normalmente no son sanas ni duraderas.
La exitosa película Avatar, muestra la fuerza de la expresión: “yo te veo”, parecido a nuestro “me fijé en ti”. Simplemente quiere decir que no te ignoro, estoy pendiente de ti, te valoro y reconozco. Mostrar tus defectos y debilidades a alguien y que con una sonrisa te diga: aun así, te quiero, no tiene precio.
Los demás no son una molestia u obstáculo, sino la mejor oportunidad que tenemos para desarrollarnos en nuestro proyecto existencial. Somos mejores personas en la medida en que logramos tener relaciones humanas satisfactorias, lo que supone una buena adaptación social.
Si crees que Dios tiene el control, no deberías pensar que estás en el lugar equivocado, pero sí que quizás no estás presentando la actitud adecuada.
Aunque parezca difícil, tenemos que aprender a vivir en armonía con los demás, sin dejar de ser nosotros mismos.