Vamos a analizar los indicadores sociales de la Salud Mental. Hay una serie de factores cognitivos, conductuales y emocionales, que al evaluarlos nos permiten predecir hacia donde se dirige una nación. A menudo vemos estadísticas que nos hablan del desarrollo de una población, pero más que del futuro, nos muestran del presente. El auge de una civilización no necesariamente determina que se vaya a mantener o a desaparecer. Somos eficaces valorando crecimiento económico, demográfico, desarrollo científico o intelectual, pero el estado psicológico, emocional y social de los individuos son los mejores predictores del futuro. La historia nos muestra que las civilizaciones más sobresalientes, sorpresivamente iniciaron en algún momento una decadencia irreversible.

Antes de que las estadísticas muestren la decadencia de un imperio, hay expresiones humanas que debemos reconocer y podrían ser las manifestaciones tempranas de un futuro descalabro. Podemos descubrir un cáncer después que hace metástasis, pero descubrirlo en sus comienzos es la opción más conveniente, o todavía mejor, descubrir las circunstancias que podrían producirlo en un futuro.

En el 2019, la OMS daba la voz de alarma con las enfermedades mentales señalando que mil millones de personas estaban afectadas por ellas, siendo la principal causa de discapacidad. Sólo en el primer año de la pandemia del COVID 19 los casos de ansiedad y depresión se incrementaron en un 25% y, seguimos citando, se espera que, con las condiciones de vida actuales, seguirán aumentando esas cifras. Los datos son extremadamente preocupantes, pero solemos buscar “la fiebre en las sábanas”, olvidando que para resolver las situaciones humanas debemos enfocarnos en el mismo ser humano.

Necesitamos analizar mejor nuestras creencias, formas de pensar, nuestras emociones, sensaciones y esperanzas, pero habitualmente nos ocupamos más de los síntomas que de la verdadera enfermedad.

Al revisar nuestra historia, descubrimos que el alto nivel de corrupción administrativa, depravación sexual, despotismo, divisiones y luchas intestinas, normalmente preceden a la caída de un imperio. Cuando levantas tu país con hipocresías, injusticias, inmoralidades, odio y terror, no necesitas que venga un enemigo extranjero a destruirte, porque o tú acabas con tu nación o ella acaba contigo primero.

Expresiones como: somos los peores, ya no hay solución, se está acabando el mundo, etc., realmente nada aportan. Muy diferente es el reconocer que algo no está bien, pero que debe y puede ser mejorado.

Una sociedad sana, debe tener un buen sistema sanitario, políticas laborales favorables, seguridad ciudadana, adecuadas opciones de recreación, justicia, equidad, tolerancia, riquezas suficientes, educación y libertad. Pero eso normalmente se acompaña de: paternidad responsable, matrimonios estables, buenas costumbres, pocos vicios, orgullo por la nacionalidad, suficientes empleos, facilidades para estudiar; lo saludable a nivel individual también lo es a nivel colectivo. La presencia de grupos humanos desiguales por diversas razones (edad, sexo, inmigrantes, raza, salud) siempre existirá, pero la forma en que la sociedad maneje esas diferencias determinará su grado de armonía y estabilidad.

La salud mental de una nación podría evaluarse por: los pacientes psiquiátricos reconocidos, los escándalos sociales y las catástrofes ocasionadas por individuos trastornados; pero basta con observar tu medio social para tener una idea bastante satisfactoria del rumbo de tu país, aunque todavía más importante es analizar: cómo mejorar ese rumbo.

El poder adaptarte al lugar en que vives, cumplimiento de tus horarios laborales y de las normas sociales, son indicadores fundamentales de salud mental. Si crees que las leyes sociales son para los demás, pero no para ti, tienes problemas. Si eres suficientemente maduro: eres capaz de cubrir tus gastos sin ayuda de tus padres, tienes buen trato con los que te rodean, te vistes según tu cultura, tus comportamientos no escandalizan a los demás, resuelves tus necesidades fisiológicas (hambre, necesidad de orinar o evacuar, sexo) en la forma establecida en tu grupo social, los demás te comprenden, resulta cómodo trabajar contigo, eres capaz de tener una pareja estable, tienes buena integración familiar, etc.,  todo eso hablaría de una adecuada salud mental. Cuando lo anterior falla, pero deseas mejorarlo, estás en buen camino, pero si no te interesa superarte, entonces tienes problemas.

Si te resulta difícil valorar las cualidades de los demás y aprovechas cualquier ocasión para que te reconozcan como rebelde, no es el mundo que necesita cambiar, tú tienes deficiencias adaptativas.

Tal vez tiendes a aislarte y no te sientes a gusto en las actividades sociales por lo que usualmente las evitas, tu idea de que todos están equivocados no es muy racional, necesitas aprender a dudar de tus verdades. A mayor cantidad y diversidad de personas que puedas tolerar, mejor será tu salud mental, por tanto, una ciudad donde existen altos niveles de tolerancia, demuestra ser una civilización sana, siempre que esa aceptación no la lleve a desnaturalizarse o perder su identidad. La ciudad que modifica sus principios para acomodarse a extranjeros inadaptados puede dejar de ser el “paraíso” que atrajo a esos inmigrantes. “Donde fueres haz lo que vieres” (Ambrosio de Milán).