Ahora que la bestia asesina avanza en su carrera de exterminio, no sólo se desborda el horror sino también los reporteros de las desdichas, muchos de los cuales acompañan sus notas morbosas con la necesidad de que se realicen cadenas de oraciones para que Dios se apiade del sufrimiento y la angustia que nos azotan.
Sólo el regodeo en fantasías imaginativas, en esa capacidad humana de engañar y auto engañarse, propicia el que la mayoría crean que un supuesto “dios” “misericordioso” y “todopoderoso” tenga necesidad de que se le ore, de manera individual o encadenada, para acudir en auxilio de quienes imploran, desesperados, su ayuda.
La mayoría de las personas actúan de esta manera, están convencidas de que no son tan generosas como lo es su dios, seguras de que están maculadas por pecados muy graves. Si embargo, ninguno de ellos, en el supuesto de que sus hijos tengan hambre, estén enfermos o abrumados por cualquier padecimiento, les pedirán a sus descendientes cadenas de oraciones para decidirse a curarlos, o para hacer desaparecer sus padecimientos, siempre que ello estuviese en sus manos.
Muchos dirán que estas palabras sólo contribuyen con el desacierto que ahora vivimos, en vez de estar ir en la dirección de llevar esperanza y fe a tantas almas desesperadas. Ello me tiene sin cuidado. No soy político ni religioso para engañar con mentiras a la gente. Prefiero ser sincero con lo que creo y pienso, y no tratar de consolar con sofismas y candideces que, en todo el discurrir de la historia humana, sólo han servido para eso: para consolar, pero jamás para corregir, para conscienciar de manera efectiva. Estoy muy de acuerdo con lo que dice mi amigo poeta Leoni Disla: “Estamos hartos de “verdades” que no salvan a nadie”. (El entrecomillado de “verdades” es mío).
Seamos honestos, echemos manos de la templanza, esa vieja virtud de la hablaban muchos sabios de la antigüedad, y que rara vez escucho mencionar en estos tiempos tan livianos y ahora, además, tenebrosos. Si bien la verdad, o asirnos a algún fragmento de lo pronunciado por Diógenes Sínope, o a alguna sentencia de Séneca, Marco Aurelio, Epitecto o Montaigne, no pueden salvarnos, por lo menos hagamos conciencia de la realidad de esta situación; por piadosa que la mentira pretenda ser no impedirá que caigamos en el precipicio. Pero cómo bregar con multitudes que creen más en oraciones encadenadas que en las soluciones científicas, que creen que las iglesias no debieron cerrarse en ningún momento, ya que ello hubiera movido más fácil a su “dios” a tener compasión de la pobre y doliente humanidad.
Inútil procesión contra la peste (*)
El Peregrino encarna el pensar de la mayoría del pueblo dominicano. Él es sólo uno de los muchos líderes de esa gran masa de ignaros, supersticiosos y milagreros; esa multitud que el eterno connubio entre el poder religioso y político ha impedido que se eduque. No dudo que El Peregrino creyera que efectivamente aquella insensata precesión pondría fin a la pandemia. Lo que sí pongo en duda– respetando a los que creen lo contrario– es que los ministros religiosos que abordaron un helicóptero para bendecir la ciudad de Santo Domingo en medio de la gran desgracia, creyeran que en verdad eso serviría de algo; de lo que sí estaban seguros era de que aquel acto de llevar esperanza a su clientela podría ser de gran conveniencia para ellos y su institución.
Como era de esperarse, la acción del Peregrino y el enorme coro de su rebaño, sólo logró empeorar las cosas. Y luego de la acción ridícula de los ministros del catolicismo, en vez de la supuestamente esperada acción benéfica de su dios, se desató el terrible incendio en el vertedero de Duquesa, en Santo Domingo. No diré que las oportunistas “bendiciones” clericales provocaran esta calamidad, pero nadie puede demostrarme que hayan sido beneficiosa, al menos que queramos aceptar como provechosas esas inútiles esperanzas que intentaban llevar. Parece que el exigente dios que nos legaron los judíos reposa en una impertérrita quietud. ¿Será que para compadecerse de tantos sufrimientos la referida divinidad requiere aún de mayores sacrificios y pruebas de lealtad?