Recientemente ha sido inaugurado o reinaugurado un parque en la zona Costa Caribe de la ciudad de Santo Domingo, con el nombre de Vasco Núñez de Balboa, reconocido mercenario en los tiempos del reencuentro de España con la América aborigen. En su expediente histórico se advierte fue uno de los colonizadores que llegó a la isla de Santo Domingo con el solo propósito de enriquecerse y nada positivo aportó durante su estadía en ella. Se le atribuye la ubicación para los conquistadores del Océano Pacífico, desde el Darién (en el istmo de Panamá) y también el saqueo y la masacre de poblaciones indígenas en esa zona.

Se sitúa el origen de Núñez de Balboa en la Península Ibérica como un joven de vida licenciosa y disoluta, que en busca de fortuna decidió alistarse en una flota destinada a explorar la Tierra Firme de América. Se trataba de una expedición a cargo del famoso Rodrigo de Bastidas. Próximo a Santo Domingo, la nave que lo conducía zozobró y con grandes caminatas los náufragos llegaron a la ciudad.

El entonces gobernador Francisco de Bobadilla le concedió a Núñez de Balboa tierras y aborígenes para que los explotara en el buen término de la palabra. Juan Cabal, su biógrafo hispano, anotó sobre su estadía en la isla:

“La suerte no le ayuda, sin embargo, y al cabo de ocho años de esfuerzos desesperados, náufrago de los negocios y debiendo a los prestamistas hasta la camisa que lleva puesta, solo piensa en escapar de los que le amenazan con la cárcel sino les paga. Escondido en una barrica, embarca como polizón en una nave que se ha dejado rezagada Alonso de Ojeda, al dirigirse  establecer la primera gobernación de Tierra Firme. La aventura ha venido a buscarle sin el quererlo y le llevará por un camino de trancos y despeñaderos que no habría escogido por su gusto”. (Juan Cabal. Balboa. Descubridor del Pacífico.  Talleres Gráficos Agustín Núñez. Barcelona, 1943. pp. 14-17, 21).

Abandona a Santo Domingo con el calificativo zahiriente de fullero, se embarca como polizón y llega al Darién, en Panamá. Después de muchas peripecias, entre ellas carcelarias, el fugitivo se viste de valor y se convierte en gran capitán masacrando aborígenes poniéndolos bajo sus órdenes.  Entró en contradicción con Martin Fernández de Enciso, jefe de la expedición donde viajó escondido, y llegó desplazarlo del control de las tropas, esto devino en una grave enemistad.

Una de las tareas de los conquistadores españoles era llegar al Asia desde América, ya se había aclarado que esta zona no eran las Indias Occidentales. Explorando el istmo de Panamá, Núñez de Balboa con sus  tropas el 23 de septiembre de 1513  encontraron para los conquistadores el “otro mar”, que bautizó como el “mar del Sur”, siete años después Magallanes que arribó por la vía marítima le llamaría El Pacífico.  Se atribuye a Núñez de Balboa haber manifestado ante el gran encuentro:

“¡Vivan los latos y poderosos reyes de Castilla!  Yo tomo posesión en su nombre de este Mar y de las tierras que baña. ¡De Castilla son desde ahora, y si otros príncipes, infieles o cristianos, dijeran tener derecho a estas regiones y a estas aguas, yo juro defenderlas hasta la muerte!”.  María Teresa Mayoral.  Grandes navegantes.  Editorial Nebrija.  S. A. León, 1978. p. 129). Le otorgaron el título de Adelantado del Mar del Sur.

Martín Fernández de Enciso llevó la litis con Núñez de Balboa ante el rey de España.  Francisco Morales Padrón, prestigioso historiador español, relataba que Núñez de Balboa trató de defenderse ante el monarca enviando una extensa carta, pero tenía en la corte  poderosos enemigos como el obispo Juan Rodríguez de Fonseca (otrora enemigo de Cristóbal Colón) y Miguel de Pasamonte (famoso adversario de Diego Colón). Acentuando que mientras se preparaba un expediente en su contra en la metrópoli, él había localizado parte de lo que se perseguía para alcanzar las Indias, pero por la vía terrestre a través del istmo. (Francisco Morales Padrón. Historia del descubrimiento y conquista de Amèrica.  Editora Nacional. Madrid, 1973. p. 182).

El también historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois, acotó que el conquistador hispano seguía llevándose todo por delante, sin pensar que se había ganado graves dificultades con sus propios colegas:

“En la vida  y en la historia suele acontecer que toda semilla es una siembra que produce cosecha mucho tiempo después, a no ser que se ponga cuidado en destruirla. Tal es el caso de Vasco Núñez, que se lanzó a grandes empresas olvidando que había comenzado su carrera produciendo desasosiego, y que la víctima de uno de estos, Fernández de Enciso, estaba en la corte intrigando en contra suya”. (Manuel Ballestero Gaibrois. Historia de América.  Ediciones Pegaso Madrid, 1946. p. 213),

Fray Bartolomé de Las Casas en su valiente obra de denuncias contra los atropellos a los primitivos habitantes, le dedica varias páginas a las actividades delictivas y criminales de este señor.  Enfatizaba que entre los castigos que ordenaba eran aplicar azotes, desbarrigar y desjarretar (inutilizar parte posterior de la rodilla),  explicaba que en una ocasión se dirigió a una provincia que denominaba Cueba:

[…] y no halló persona que le resistiese ni viese, de paz ni de guerra, no porque no supiesen que salía, porque en tener espías no se descuidaban los indios, sino por el miedo que a Vasco Núñez ya tenían porque no eran como quiera los estragos que en los indios, cuando en ellos daba hacía”.  (Bartolomé de Las Casas. Historia de las Indias.  Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. Santo Domingo, 1987. T. II pp. 427, 567).

Acotó Bartolomé de Las Casas, que en otro lugar llamado Dabaya: “Vasco Núñez y los suyos, andando por ella extirpando y robando todo lo que hallaban”.  (Ibid. p. 577).

Pedrarias Dávila fue nombrado gobernador de la Tierra Firme conocida como Castilla de Oro, y le llegaron las instrucciones de proceder contra Vasco Núñez de Balboa, a quien se sometió a juicio de residencia, estamento jurídico para juzgar a los funcionarios.  Bartolomé de Las Casas, al comentar las acusaciones que pesaban sobre Vasco Núñez de Balboa, escribió para la historia:

[…] de los robos y matanzas y cautiverios y escándalos que había hecho a muchos señores y reyes y particulares personas de los indios, no hubo memoria en la residencia, ni hombre particular, ni fiscal del rey que de ello le acusase, porque matar ni robar indios nunca se tuvo en estas Indias por crimen; y la más  potísima razón que desto dar se puede no es sino la insensibilidad que ha permitido Dios, por los pecados de España, en los más de nosotros, sin el juicio secreto divino que ha reservado para sí o para la otra vida, el castigo total de los pecados tan inhumanamente cometidos en las gentes destas Indias”. (Ibíd. T. III p. 36).

Finalmente la decisión judicial fue decapitar a Vasco Núñez de Balboa y varios de sus asistentes. Así terminó el prófugo de Santo Domingo y tumultuoso conquistador y genocida en Tierra Firme.

Es este el señor que hoy se reivindica con la reiteración de designar un parque de Santo Domingo con su nombre, denominación que se debe derogar y colocar una tarja de desagravió no solo a los españoles que engañó, sino a los aborígenes que ordenó robar y asesinar.

Mientras nos gastamos estas investiduras históricas no santas y otras semejantes como la Avenida Churchill, extranjeros que han aportado su solidaridad militante a la lucha por la felicidad de los dominicanos, nunca han recibido un homenaje en nuestro país, tales son los casos de Ramón Emeterio Betances, el padre de la patria de Puerto Rico, miembro de la delegación diplomática del Gobierno Restaurador que luchaba contra la anexión a España de 1863 a 1865 y luego combatiente junto a Gregorio Luperón contra el intento de anexión del país a Estados Unidos de 1869 a 1873. También los distinguidos intelectuales latinoamericanos antitrujillistas: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Fidel Castro, German Arciniegas, Andrés Eloy Blanco, Vicente Lombardo Toledano, Jorge Eliécer Gaitán, Julia de Burgos, Eduardo Chibas, Jacobo Arbenz, Juan José Arévalo, Miguel Otero Silva, Ciro Alegría, Miguel Angel Quevedo, Raúl Roa, Enrique Lafourcade,  y otros prestigiosos intelectuales de América.

La adulteración de los acontecimientos políticos-sociales, tarde o temprano llega al lugar que le corresponde: el muladar de la historia