Antes del año 2019 los prestigiosos economistas Steve Keen (Australia) y Nouriel Roubini (EUA), pronosticaron la posibilidad de una recesión económica a escala global en un mediano plazo, tal como sugerían la interpretación de algunos indicadores económicos y financieros de aquella época.

 

La llegada del COVID-19, con el correspondiente impacto en la economía real, y la necesaria inyección de liquidez a que se vieron obligados los gobiernos para mitigar las secuelas en empresas y familias, parece haber incidido en la postergación de la llegada de la mencionada crisis que se vincula al comportamiento cíclico las economías capitalistas, sobre todo en países desarrollados.

 

Actualmente, los temas de recesión e inflación dominan la agenda de preocupaciones en diversos centros de decisiones económicas y financieras, preocupaciones estas que circulan al interior de la mayoría de países desarrollados (EUA, Unión Europea, Reino Unidos, Australia, entre otros), en un amplio espacio de los subdesarrollados (América Latina y parte de Asia), lo mismo que en parte de los denominados países emergentes (China, India, Brasil).

 

En cuanto a las presión inflacionaria global cabe señalar que esta, después de alcanzar un  pico de 8.8% en el año recién transcurrido (2022), ha comenzado a descender en varias partes del mundo desarrollado, en el caso de  Estados Unidos de América, al cierre del primer trimestre del 2023 alcanza el nivel de 5% , descendiendo 1.5 puntos porcentuales con relación a su valor precedente(6.5%).

 

Los nuevos niveles de inflación de inicio del año 2023 alejan, por el momento, el susto de lidiar con una inflación fuera de control en los países desarrollados, al tiempo que al interior de los Bancos Centrales de EUA y de la Unión Europea, aún se debate la posibilidad de por lo menos un nuevo aumento en la tasa de interés con vista a presionar nuevos descensos en los niveles de inflación, con la pretensión de llevar la misma al nivel de 2%, o cercano a dicho valor.

 

Sin embargo, como la coyuntura no solo está presionada por la inflación, para intentar mejor compresión del conjunto se precisa ponderar otros elementos claves que interactúan al interior del sistema y que impacta su entorno.

 

En efecto, a pesar del descenso en la inflación global durante los últimos meses, otro es el futuro que se puede esperar en  el crecimiento económico, el nivel de empleo e ingreso agregado; pues la evidencia estadística del mercado financiero (privado) en los países desarrollados presenta indicios avanzados en la contracción del crédito privado (The MacrosCompass,2022) , situación que puede estar anticipando el acercamiento del nivel de actividad económica a un período recesivo, es decir, con por lo menos dos trimestres consecutivos de descensos en el crecimiento. Posibilidad incluso ya reconocida por las instituciones que producen información macroeconómica para los centros decisorios públicos y privados.

 

Por consiguiente, teniendo en cuenta que en los capitalismos modernos, a fin de mantener el dinamismo al alza de la demanda agregada, el acceso a crédito oportuno es crucial pues permite viabilizar la inversión privada, la adquisición de materias primas al igual que el consumo de bienes y servicios finales, de ahí que de mantenerse el debilitamiento del impulso crediticio(proporción de créditos nuevos en relación al PIB), no hay manera de evitar la entrada de la economía global en un espacio recesivo, que pudiera ser leve o profundo, dependiendo que tanto se tarde la vuelta al optimismo en el impulso crediticio.

 

A ese tenor, y solo a nivel indicativo, cabe señalar que previo a la Gran Recesión del 2007-2009, el impulso crediticio mostró tendencia contractiva durante 24 meses, para a partir del 2007 hundirse en caída libre e impactar en la dinámica del crecimiento de una manera extraordinaria. En la presente coyuntura la declinación del impulso crediticio lleva 21 meses consecutivos, 13 de ellos desciende en caída libre (TheMacroCompass, 2022), es decir a una tasa de aceleración pasmosa.

 

Efectivamente, considerando la economía global en su conjunto, la evidencia muestra (ver gráfico My Global Credit Impulse,vinculado) que desde julio del 2021 hasta marzo del 2022 el impulso crediticio declinó suavemente, pero a partir de marzo de ese último año comienza una caída libre, que lo lleva a situarse en el -3% del Producto Bruto Interno, coincidiendo el inicio de ese brusco descenso con el período en que el Banco Central de los Estados Unidos aprueba el primer incremento en la tasa de interés, de los 9 aumentos realizados en los últimos 13 meses (marzo 2022-abril 2023)

 

Con los sucesivos aumentos en la tasa de interés, la política monetaria impulsada por los Bancos Centrales de los países centros en los países desarrollados, ha pasado a alimentar el impulso a la baja del crédito, tal como lo evidencia la suba de 9 veces la tasa de interés en los últimos 11 meses, medidas que generalmente resienten la inversión, encarece el repago de créditos pasados y que también tiene vocación para encarecer el crédito de corto plazo como lo es el consumo con tarjetas de crédito.

 

Por otra parte, basado en  desenvolvimiento de la tasa de desempleo en los Estados Unidos durante los últimos 14 meses, que ha sido inferior al 4%, resultaría tentador argumentar lo quimérico que es plantear el alto riego de un período recesivo de cierta importancia en el futuro no tan lejano;  sin embargo, hay que tener en cuenta que la tasa de desempleo no es la mejor variable para escenarios predictivos, en gran manera es una variables que se ajusta con los cambios en la producción en su nivel macroeconómica, por consiguiente, resulta infructuoso intentar  disminuir ansiedad mediante ese ejercicio.

 

Lo expresado hasta aquí es terreno más o menos conocido en los centros de decisiones elitistas en los países centros, al igual que en los organismos económicos y financieros que instrumentan las políticas monetarias y fiscales en dichos centros.

 

Donde el terreno se torna opaco para todos los seres vivientes y sus instituciones, es en la imposibilidad de poder reconocer de manera anticipada las propiedades emergentes en la coyuntura (Bogdánov 1922; Prigogine 1963,1977, 1989 y 1990; Capra 1996), es decir,  aquellas que son novedosas y singular, con alta vocación para producir  un patrón de interacción de los agentes que pueden conducir hacia un escenario más complejo que los conocidos en los últimos 75 años en la económica global; tal como sucedió en la década de los 70s, cuando coincidieron por primera vez, estancamiento e inflación, alejándose del paradigma anterior que no concebía la concurrencia simultaneas de ambos fenómenos.

 

Efectivamente se amplía el campo de incertidumbre, se complejiza aún más la interacción de los elementos dentro del sistema, que no es sólo económico, pues más allá de la crisis bancaria, que apenas ha iniciado, a la todavía elevada inflación y a contracción tendencial del crédito global, se superponen otras tensiones en el ámbito energético, las dificultades en la  oferta de algunos productos alimenticios y materiales intermedios, conflictos geopolíticos, sanciones económicas, guerra cibernética, enfrentamiento militar directo en el Este de Europa,  lo mismo que el control y puja de centros de materias primas claves en países subdesarrollados y emergentes, entre otras tensiones presente.

 

Una gran interrogante que se abre es si, aún dentro de la superposición de los conflictos e interacciones económicas y no económicas antes señalados, sería posible amortiguar la fase recesiva que se avecina, a fin de que la misma no sea profunda, o si, por el contrario, el conjunto de elementos que concurren en la coyuntura la llevaría a un pozo profundo capaz de igualar, o sobrepasar, la Gran Recesión del segundo lustro del presente siglo. Esta parte es terreno completamente desconocido.

 

La postura que adopte el próximo 10 de mayo la Reserva Federal de EUA en relación a la tasa de interés podría, en cierta manera, definir la magnitud de la recesión que ya toca las puertas, pues un nuevo aumento de la tasa de interés sería una apuesta para impulsar más descenso en la presión inflacionaria, pero al mismo tiempo, más oxígeno para exacerbar la aceleración al descenso del impulso crediticio, y con esto al nivel de actividad económica global. Por consiguiente, el inicio de la recesión, en el corto plazo, no es certidumbre, podría ser desplazada en el tiempo, pero atendiendo a las fases de los ciclos económicos puede ser pospuesta durante un tiempo, pero no evitada.

 

En esas circunstancias lo que se revela como escenario cuasi seguro es que, de llegar la fase recesiva en cualquiera de sus grados, leve o profunda; en el corto plazo o mediano plazo, incidirá de manera diferenciada entre países, y dentro de estos, entre las clases sociales, en donde la población más vulnerable, los pobres y la fuerza de trabajo de ingresos fijos, serían las más impactado, y no para mejorar.