Parecería que, sobre la marcha y a la carrera, se están tomando decisiones que cuestan cientos de millones de pesos a todos los dominicanos, dinero que resulta no sale de fideicomisos millonarios sino de los bolsillos de aquellos que pagamos impuestos, pagamos gasolina cara y debemos auto suplirnos todos los servicios de salud, educación, viabilidad, seguridad, que, a cambio del pago de los impuestos, debe sernos retribuido como consecuencia del pacto social por el Estado.

Luego de que el presidente Luis Abinader, de golpe y porrazo pusiera fin a las molestosas limitaciones y restricciones para combatir la COVID, se han vencido miles de vacunas, que obviamente, costaron decenas de millones de dólares del erario, y consecuentemente del bolsillo de cada dominicano. Obviamente, solo se midió la popularidad de la decisión que de un dia para otro, se tomó, sin medir consecuencias, sin pedir consejo a los epidemiólogos, y sobre todo, sin hacer un inventario detallado de las vacunas existentes, y el lógico y obvio resultado que daba lugar a que, levantadas estas, cada día sería menos probable que los reacios y timoratos, procedieran con la vacunación.

El resultado de dicha absurda e ilógica imprevisión no pudo ser más desastroso y evidente. Ya se han vencido vacunas cuyo valor no se ha cuantificado de manera exacta, si tomamos en consideración los costos de refrigeración, alquiler, personal y almacenamiento.

A fines de este mes, se vencen doscientos millones de pesos más en vacunas, y sucesivamente se irán venciendo otras, como consecuencia precisamente de esta falta absoluta de planificación, que constituye tanto una novatada imperdonable, como una negligencia culposa.

Este desenlace, reitero, ni se previó ni se consultó.

Otra muestra de la más absoluta impericia, lo constituye el escándalo mayúsculo de las tarjetas de solidaridad, supérate, entre otras, los anteriores bono gas, bono luz, etc., donde se puso en marcha un fraude millonario de clonación de tarjetas, que evidentemente se contrataron y compraron sin los estándares de seguridad necesarios para evitar este tipo de actividad fraudulenta, y que de manera directa y preliminar, se estima en un monto mínimo de trescientos millones de pesos.

Esta urdimbre, esta capacidad de clonación a escala industrial, no es posible sin una planificación milimétrica y coordinada, la cual escapó obviamente de los controles de las autoridades dominicanas, incluyendo los estamentos investigativos del Estado.

Decir que una cosa es con guitarra y otra con violín sería echar agua al amargo vino de una situación que como la Vaca de Nena, en vez de dar leche, da pena.

A todo lo anterior debemos sumar los primeros palazos, y picazos, regados en toda la geografía nacional, en donde por provincias de han prometido inversiones pautadas en miles de millones de pesos; sin embargo, lo único que se ha inaugurado, si así puede decirse, fue la reparación del Puente Juan Bosch, que yo sepa.

Si como afirma nuestro presidente, que por un chele se perseguirá y se meterán en prisión a quienes hicieron del fraude con las tarjetas clonadas.

Luego entonces esperemos con fruición que pasará con el o los responsables de la pérdida de miles de millones de pesos, de una manera tan pendeja e injustificable, por lo menos deberían devolver los chelitos.

Eso y el reenganche del inefable Pepe Goico, promete en el futuro.