El pico y la pala de la nostalgia es que todo ha cambiado y quien mira hacia atrás se convierte en una estatua de sal.

Cuando se empieza a ponderar, con nostalgia, “recordar es vivir”, nada más falta la procesión, la misa o la oración de cuerpo presente porque, aunque no se quiera, pasó y el que empieza a usarlo para convencerse a sí mismo y al otro, lo hace con su segunda, tercera y quinta intención con cara de comida calentada. De ahí que hay que quedarse mirando sin asombro al político, al abusador del otro cuando quiere retomar, con fuerza centrífuga, ese pasado que se quiere no olvidar sino algo peor, salir con una tabla y darle por el trasero. Al pasado hay que abordarlo internamente con ironía, no con tristeza ni alegría.

Recordar es vivir viene a ser el tirar la toalla al presente porque se cree que todo lo de “ayer” era lo bueno, cosa que está tan lejos de la verdad, de la realidad del día a día con su respectiva puesta y salida de sol.

De que sea el discurso preferido del que se hace viejo antes de tiempo o a tiempo da su sonrojo al que lo sustenta, pero vive en el presente pisándole los ruedos de los pantalones, aunque se ande en pantalones cortos, que son los que dan orgullo. Cuando me veo tentado a arroparme con “recordar es vivir”, me gustaría hacerme un haraquiri, pero no lo hago porque de por sí, tener cabeza propia da demasiado trabajo y más que esté en su lugar para perderla con una nostalgia por un disparate de evocación tonta, con la vuelta al barrio, o con que se está derrotado por mala cabeza, aunque, para ser honesto, si se hace una encuesta a los conocidos, dirían que nunca se ha tenido.

Quien conoce bien algo es quien debería tener nostalgia con ironía, quien la ha vivido intensamente; y “conocer” es haber traqueteado mucho sus calles y vivencias a granel con las gentes que les toco convivir; de ahí que la postura más extravagante respecto a la nostalgia, un ejemplo, esta provenga de quien no la conoce a profundidad, como aquel que llegó grande a un barrio sin agua, sin luz y con la violencia en un huevo de dinosaurio.

Y cuando el famoso “recordar es vivir” se convierte en una formulita del inconsciente para denotar progreso personal sin la seguridad del pasado recién… ¡Cuidado, carga frágil!”.

Respecto a los usuarios de que “cualquier pasado fue mejor” como me respectaría a mí mismo si resaltara que si todo pasa es porque ese es el ritmo de la vida que fluye y no cesa. Que la mejor flor es que la se tiene en el tallo no la que se ha cortado.

Con el tono en que se evoca el “recordar es vivir” al expresarlo, se determina si se han asimilado, por el vivir aplastante, si es falso o verdadero, en el rostro que lo habla. El arma a usar para decapitar el “recordar es vivir” es como se asume, con los hechos, la satisfacción del deber cumplido y adiós, riéndose a carcajadas como los locos.