Una de las ventajas de la noción de carácter es poder conjugar entre sí tres cuestiones importantes para el individuo y para la comunidad; a saber: la transformación del ser humano, el compromiso ético y la ilusión de la felicidad. Tómese el vocablo ilusión en su sentido positivo de sentimiento de alegría o esperanza de que suceda algo en el futuro y no en el sentido de engaño o idea fantasiosa. Hablo de compromiso ético en cuanto responsabilidad individual frente al otro y, sobre todo, frente al frágil. Por último, hablo de transformación del ser humano en cuanto camino de mejoramiento de sí en un espacio y un tiempo dado.

Aristóteles relacionó estos conceptos en sus reflexiones sobre la vida práctica. Allí colocó la acción humana como el núcleo de la persona de modo que las actuaciones y las palabras indicaran de qué estamos hechos o, en otras palabras, cómo nos vamos haciendo y siendo de cara a la comunidad política. El supuesto importante es que no venimos determinados de modo rígido, si bien somos una herencia genética y cultural que nos condiciona. Incluso, muchos teóricos platean que en realidad somos aquello que logramos realizar con lo que se nos ha sido dado.

Tanto las condiciones genéticas, culturales y sociales en las que nacemos al mundo son condiciones que nos permitirán, en mayor o menor medida, desarrollar una serie de habilidades que solo son posibles efectuarlas si convivimos con otros. En este sentido, la comunidad precede al individuo y le posibilita cualquier aprendizaje significativo o cualquier desarrollo de sus capacidades humanas. Como hemos reiterado en otro momento: nadie se encuentra a sí mismo en la soledad de su mirada sino en la medida en que asume su mundo en relación. Para decirlo con palabras de un buen filósofo dominicano: somos «SER-EN-(LA)-RELACIÓN» (Edickson Minaya).

La vitalidad que emana de las relaciones humanas es la que forma el carácter de la persona. Ellas funcionan como una especie de crisol en donde se forjan y se pulen nuestros modos de proceder frente al otro y a las circunstancias en que tenemos que habérnoslas con el sentido de la existencia y el cuidado de sí. No se trata de aceptar sin más una ética de las virtudes de corte aristotélico como la panacea sobre la comprensión y la aceptación de sí de los individuos del siglo XXI; en modo alguno. De lo que se trata es que situemos las pretensiones individuales de felicidad y la persecución de los sueños propios desde una transformación del ser humano a través de su compromiso ético con el buen vivir con los demás en instituciones justas (Paul Ricoeur).

Solo en la relación con el otro es cuando puedo transformarme de individuo a una persona consciente de sus responsabilidades y sus debilidades. Solo en relación con el otro es cuando descubro la fragilidad de las fuerzas propias en la conquista de esa quimera que llamamos felicidad individual.

En la novela El Perfume de Patrick Süskind, el personaje principal se interna en una cueva por espacio de varios años. Con ello se aleja de cualquier relación con los humanos y prácticamente se convierte un elemento más de la naturaleza que no le hacía daño a nadie, tan solo estaba ahí, vegetando como cualquier otro ser vivo en ese espacio oscuro. Cuando Jean-Baptiste Grenouille sale al mundo social es que puede tomar consciencia de sus capacidades, tanto para el bien como para el mal. A pesar de sus esfuerzos por una vida apacible, la persecución obstinada por un olor ideal (como símbolo de lo poco humano que había en él y que nunca le fue arrebatado) lo convierte en un asesino despiadado, incapaz de sentir empatía hacia el otro.

El carácter forjado en Grenouille se construyó a expensas de la comunidad y bajo la exclusión y la extrañeza como normativa; cualquier interacción con el otro estaba subordinada a sus instintos primitivos. A pesar de que podemos aducir que su «personalidad» de asesino fue forjada por la exclusión y el desamor, no hubo en él la construcción de un carácter mediado por la cultura, por los otros. Prácticamente, es un ser falto de relación y cargado de narcisismo.