Propio del pensamiento ortodoxo es presentar la doctrina como única y verdadera. Imponer el dogma. Y cualquier cuestionamiento tomarlo como una herejía. En política prevalecen dogmas de izquierda, que a veces resultan hilarantes e irracionales. Uno de ellos es insistir en la existencia de una potencia solitaria, que controla y depreda al tercer mundo. Se refieren al imperio norteamericano. Al parecer, no hay otros.

Ahora, en medio del fraude electoral venezolano, señalan al “imperialismo yanki” como el principal culpable de lo sucedido. También de ocasionar la debacle económica de esa nación (a pesar de saberse que  resulta de la pésima administración revolucionaria).  Aún más: afirman que los opositores no son otra cosa que marionetas de la CIA.  Afirmaciones más doctrinarias que objetivas, alejadas de la realidad.

Es desatinado hablar de Norteamérica como la única potencia que desea comerse los frutos del árbol venezolano; la fiera solitaria que merodea por los bosques petroleros.  Esto, poque los chinos y los rusos han sido más listos e igual de agresivos.  Ya están asentados en las tierras donde “El puma” cantaba. Y los turcos también.

En junio de 2024, Venezuela y Turquía firmaron acuerdos para la construcción de una planta petroquímica que producirá amoniaco, la inversión en campos de gas, así como para el desarrollo y explotación del Arco Minero del Orinoco (AMO). Turquía tiene allí proyectos en marcha, técnicos y asesores.

Desde hace un tiempo, gran cantidad del equipo militar proviene de rusia. En marzo de 2019, dos aviones de carga del Ministerio de Defensa ruso descargaron en Maiquetía un centenar de militares, con el general Vasily Tonkoshkurov, jefe de personal del Ejército, al frente, y 35 toneladas de armamentos. Lo siguen haciendo.

Desde 2007 hasta 2018, Pekín les prestó- y no ha cesado de prestar- más de US$67.000 millones (datos confirmados por la agencia de financiación China-América Latina, que maneja el centro de estudios Diálogo Interamericano y la Universidad de Boston). Y eso no es a cambio de arepas, sino de petróleo y poder.

Cuba, sin ser potencia, controla las comunicaciones y espacios claves del gobierno bolivariano, incluyendo la inteligencia militar y el diseño de la represión. Envían miles de médicos y maestros, copando e influyendo en la educación y la atención primaria.  ¿Altruismo? ¿Solidaridad? ¿Hermanos en el marxismo? No. Esto le cuesta al gobierno de Caracas un promedio de 33.700 barriles por día (bpd) aprox. (agencia británica Reuters.) Aparte de pagar millones de dólares mensuales a Cuba por ese personal especializado. El castrismo, asistido por los rusos, controla al chavismo desde sus comienzos; lo tiene agarrado por la entrepierna.

Para el izquierdismo recalcitrante, no opera otra agencia de espionaje en Hispanoamérica que no sea la CIA.  Ni al SVR ruso (antiguo KGB), ni al Ministerio de Seguridad Estatal chino, ni al M-16 británico, o al Mossad, les gusta andar por estos lados. Mucho menos intentan manipular los gobiernos de la región. Debo suponer que le dejaron la cancha libre a la CIA.

La presunción es risible, puesto que no existe ni existirá el monopolio del espionaje. La CIA, el SVR ruso, y el Ministerio de Seguridad china, infiltran a Hispanoamérica de igual a igual, y con las mismas intenciones. Malévolos y taimados todos.

Así las cosas, no es difícil deducir que son otras naciones y no los Yankis quienes están beneficiándose del tesoro negro venezolano.  Es más, la isla de los Castro sostiene con Maduro una codependencia de vida o muerte, que ni el imperio del norte ha podido destruir. En Miraflores, por el momento, toman café del Táchira todos menos los gringos.

Sin duda, el apetito de Rusia, China, y Estados Unidos busca saciarse en el banquete petrolero de Venezuela. El castrismo hace mucho tiempo que come y ordena en esa mesa. Es la milenaria e inevitable angurria de los imperios.  La diferencia  se encuentra en que unos promueven la democracia y otros la dictadura.