En un pensamiento expresado en la película Forrest Gump, el protagonista decía que, si actúas correctamente no eres tonto, “tontos son los que hacen tonterías”. En todos nosotros existe un manantial inagotable de sabiduría, el cual está disponible para cuando queramos beber de sus aguas, lamentablemente muchos escogen tener sed.
El valor de nuestras capacidades cognitivas depende de nuestra disposición a desarrollarlas, las piernas nos sirven de poco si preferimos quedarnos sentados. Como sabemos la posibilidad de éxito de cada cual se ve fuertemente condicionada por su inteligencia emocional. Aquellos que reconocen tener debilidades en el plano emocional son mucho más fuertes que los que se creen fuertes sin serlo.
Es incalculable la importancia de la Verdad, se nos inculca como un gran valor el no engañar a los demás, pero raras veces nos advierten sobre no engañarnos a nosotros mismos. Cuando nos engañamos a nosotros mismos creyéndonos superiores, al no conocernos, no sabemos medir nuestras capacidades al asumir nuevos retos y los resultados pueden ser lamentables. De igual forma, los logros que obtengas siempre te parecerán insuficientes o decepcionantes de acuerdo con el exagerado valor que crees tener. Si en cambio te subvaloras, te bloquearías y tu existencia podría ser muy limitada.
En el ser humano se da un fenómeno curioso, mientras más estúpido, más arrogante. Si a un gran estadista se le pregunta que como resolvería un problema social, quizás necesite meses para responder, pero un ignorante podría afirmar inmediatamente como él resolvería todos los problemas del Mundo (excepto los suyos).
Quien reconoce que su conocimiento es limitado no es un ignorante, más bien está en el camino correcto hacia la sabiduría.
Es indudable que la ignorancia es peligrosa, pero mucho más peligrosa es la ignorancia arrogante; el que no sabe, pero está convencido de que sí sabe.
Debido a la sobrevaloración material, quien gana mucho dinero suele creerse un genio, pero es preciso comprender que podríamos ser ricos e ignorantes a la vez. Alguien podría ser un artista muy popular, pero no saber quién es, qué quiere, cómo tratar a los demás, etc., con el agravante de que las lisonjas recibidas por su estatus serían un impedimento para poder crecer, no pudiendo comprender por qué su vida no es como debiera. No hay peor pobreza que la del que no sabe qué realmente necesita.
El poder del Hombre se fundamenta en: conocerse a sí mismo, su habilidad al utilizar sus facultades, sus relaciones humanas, coherencia entre lo que dice y lo que hace, respeto por los altos valores espirituales, sus cuidados para consigo mismo y sus contactos. Cuando nuestras decisiones coinciden con los valores que sustentan nuestra personalidad, logramos armonizar nuestros mundos internos y externos, facilitando que nuestra vida sea verdaderamente satisfactoria y productiva. Los psicólogos cognitivos-conductuales se ocupan precisamente de hacer que esas esferas de nuestra existencia sean verdaderamente coherentes. A veces, simplemente con explicar lo que estamos pensando a alguien calificado somos capaces nosotros mismos de reconocer algunas tonterías que se nos ocurren.
La ignorancia puede ser prepotente e insolente, siendo capaz de desconocer el valor del intelecto en el desarrollo de la humanidad e intentar ridiculizar el conocimiento, la cultura, la ciencia, etc. A menudo el ignorante cuando viola alguna ley o principio moral se siente complacido, considera que ha realizado una gran hazaña. Quien no es ignorante puede por debilidad fallar o actuar incorrectamente, pero nunca se sentirá orgulloso de hacerlo.
A través de la historia, todas las generaciones humanas, han progresado similar a las carreras de relevo, de manera que, la generación más joven toma el relevo de sus mayores para llegar incluso más adelante que ellos. Entre los jóvenes, a veces se presenta la actitud arrogante de sentirse superiores a los que han construido el mundo que recibieron y conocieron, siendo la actitud que más asegura atrasos, tanto para el desarrollo individual como para las sociedades. Para mejorar algo debes primero apreciarlo.
Curiosamente, cuando los ignorantes violan lo establecido se creen astutos. En su atrevimiento vislumbran un logro, porque carecen de la capacidad para valorar lo que destruyen. Viven con la esperanza de ver fracasar a los que luchan, porque esa es la mejor forma de justificar su desidia.
Los humanos tenemos tendencias a ser ignorantes atrevidos, de tal forma que hemos osado hacer algunas modificaciones a la naturaleza por simples intereses mezquinos, de forma irresponsable e irreflexiva, a veces con terribles consecuencias. Cada vez tenemos más temor a nuestras creaciones que a la misma naturaleza. Somos la especie que más necesita ayuda artificial para sobrevivir, porque al acomodarnos excesivamente nos hemos hecho cada vez más débiles.
La humildad es el mejor antídoto contra la ignorancia arrogante, siempre que no se confunda con el complejo de inferioridad o la incapacidad de reconocer los propios valores. Descubrimos nuestra pequeñez antes de crecer y cuando nos inundamos en nuestro orgullo comenzamos a caer.