Federico Henríquez Gratereaux (1937-2024) exhibió entre nosotros el universo de las palabras y descubrió la noesis de la imaginación. Debido a tanto, fui asiduo lector de su obra y televidente -religioso y envidioso- de quienes intercambiaban ideas Sobre el Tapete.

Mi relación personal con él floreció en un pasillo universitario, “illo tempore”, y en otro mucho más transitado, en un supermercado contiguo a la rotonda de Camino Chiquito, en  los contornos de Arroyo Hondo, en el Distrito Nacional. Fue allí donde me desafiaba, encuentro tras encuentro, a olvidarme del mundanal ruido y a sumergirme -gracias a imágenes siempre adversas a abultados conceptos hegelianos- en una verdadera feria de de todo tipo de ideas, para por fin pensar con la guerra civil en los corazones, mientras empollábamos huevos históricos y padecíamos los efectos de tantísimos ciclones ensimismados en la misma botella.

Así, pues, rememoro, valiéndome de su propio verbo, la fluidez de nuestro interminable diálogo cifrado en lúcidos textos, en los que convergían nuestros acuerdos y fluían ciertos desacuerdos.

  1. "Un historiador a empellones"

–  "He llegado a preocuparme por la historia dominicana como un penado quien no tiene más remedio que entrar en esa maraña de pasiones y de enigmas, en esa masa caótica de opiniones y de documentos. Es decir que he llegado a la historia en calidad de náufrago, por no tener más camino que ese para poder "vivir mi país", para ejercer deliberadamente, el oficio de vivir y saberse vivir. ¡Mi pobre país desmedrado necesita de los historiadores!”

– "Imagine el lector la situación emocional de un joven de 23 años en 1961, que no comprendió cómo ha llegado nuestro país a la extrema humillación colectiva que fue la forma de gobierno de Trujillo.”

– "Entonces ese joven topa con todas nuestras cojeras sociales. Y quiere salir de su confusión, de su anonadamiento. Quiere fabricarse un sistema de valoraciones. Y va, lleno de esperanzas, a las fuentes de la tradición, a reclamar las lecciones del prestigio de nuestros mayores: don Emiliano Tejera, José Ramón López, don Américo Lugo, Moscoso Puello, Peña Batlle, Juan Bosch. ¡Oh, qué pesimistas! ¡Qué visiones tan amargas! ¿Tendrán razón? ¿Será cierto que nos hemos merecido todas las tiranías que hemos tenido? ¿Será posible que no haya salida social para nuestras desgracias colectivas?"

  1. “Contrabando artístico”

– “La poesía producida “a mano”, con dolores e insomnio, tiene un prestigio milenario que no han podido disminuir los preceptistas literarios, críticos y lingüistas.”

– “Desde que los versos rimados desaparecieron y las formas estróficas fueron desechadas, el poeta puede invadir, sigilosamente, el extenso campo de la prosa. Y así la poesía fluye, sin efectismos literarios, ni artificios retóricos y penetra en las almas desprevenidas de los lectores de revistas y periódicos. Una forma de contrabando artístico.”

– “La disciplina del entendimiento, el rigor mental, una vez se posee, sirve para todo, y no sólo para la literatura o la filosofía.”

– “El descrédito de los escritores en Santo Domingo se debe, en gran parte, al hecho de que su palabra no ha estado siempre al servicio de la verdad.” 

– “Ser escritor en un país pobre y con muchos analfabetos no es tarea fácil; no hay dinero para comprar libros, ni educación para apreciarlos. Para lograrlo debes ser, simultáneamente: editor, periodista, productor de televisión, impresor. Escribo libros de ensayos, folletos de sociografía, artículos periodísticos y otros textos inclasificables; no los escribo para ganar premios; no los escribo para ganar premios, los redacto por una incoercible necesidad de expresión.”

III.   “El resultado de la historia”

– "El pesimismo dominicano es el resultado de una historia y a la vez una fuerza histórica. No puedo ser inglés, ni alemán, ni francés; por más que admire las culturas de esos pueblos no puedo falsificarme, no puedo ser otro distinto del que soy; soy dominicano. ¡Me gustan tantas cosas dominicanas! ¡Tantas otras me lastiman y me averguenzan! ¿Cómo puedo vivir y ser dominicano y querer seguir siéndolo si no trato de entender mi propio país? ¿Si no intento descubrir sus intrínsecas posibilidades de perfección?"

  1. “Piel negra y lengua española”

– “Ahora mismo los jovencitos que no conocieron a Trujillo no saben de la posibilidad de una tiranía. Los que vivieron el trujillato creen que esa es una posibilidad social siempre al acecho.”

– “Identidad es el conjunto de factores unitivos que todos los habitantes de un país perciben como propios, de modo inmediato, sin que medie el razonamiento: en primer lugar, lengua y costumbres. Lo nacional significa lo que hemos sido siempre; lo transnacional es lo que deseamos ser y que somos únicamente en proyecto o intención.”

–  “No es fácil encontrar explicaciones claras para la persistencia de la identidad de los pueblos a través de la historia.”

– “La nacionalidad consignada en el pasaporte y demás documentos civiles es la norteamericana; sin embargo, la identidad de los portadores de esos documentos no es la misma de los estadounidenses comunes, anglosajones establecidos en América desde hace siglos, con varias generaciones nacidas y criadas en esa tierra. Los norteamericanos recientes han de sufrir una suerte de «pasantía» antes de llegar a ser norteamericanos en plenitud sentimental y no solamente jurídica. Durante ese período, comparable al de los polluelos en trance de emplumar, los polacos, griegos, italianos, desarrollan «barrios étnicos» donde se sirven sus comidas, se venden sus periódicos, se escucha su música y se exhiben los objetos simbólicos de su folklore.”

– Algunas personas piensan que el nacionalismo es, simplemente, la expresión ingenua de la identidad de cada pueblo. Pero los políticos, cuando hablan de nacionalismo, se refieren a «la alteración fanática del sentimiento patriótico». Nacionalismo es un vocablo que procede, como es obvio, de nación, y nación es la cristalización histórica y cultural sobre la que se asientan generalmente los estados, como ya hemos dicho. Pueblo, Estado, nación, son conceptos ligados íntimamente por la costumbre y por la lengua. No debe sorprender que estén mezclados en el pensamiento del hombre común. Añádase a esto la nacionalidad –la ciudadanía–, una noción jurídica, y tendremos la más completa confusión.”

– “Haití es el otro lóbulo de nuestra historia.”

– “A mi manera de ver, algunos de los artículos publicados con motivo de la reciente polémica sobre los haitianos indocumentados que viven en territorio dominicano, han sido parciales o insuficientes. En primer lugar, no se trata de un problema racial; se trata de un problema cultural. En el Africa negra influída por los árabes es posible encontrar individuos -negros puros- que usan albornoz, hablan la lengua árabe, son mahometanos, fuman en narguille. Su cultura es enteramente árabe aunque su piel sea completamente negra. No es lo mismo el negro biológico -piel, morfología, ángulo facial- que el negro biográfico -lengua, historia, costumbres-.”

– “El creole haitiano no es un patois del francés, o sea, una corrupción de una lengua superior. Es una lengua en desarrollo, históricamente anterior al francés moderno, que ya tiene poemas, proverbios, gramática. Apunto todo esto para señalar que los haitianos constituyen un pueblo bilingüe. En la República Dominicana se habla una sola lengua: la lengua española. Y esta es la primera y básica diferencia entre el negro dominicano y el negro haitiano.”

– “Si (en Haití) los esclavos morían rápidamente, y siempre eran importados nuevos esclavos de Africa, no es de extrañar que mantuviesen siempre una vinculación cultural con el Africa de origen.”

– “En Santo Domingo los esclavos vivían ordeñando y arreando vacas; por eso no morían con la facilidad que morían los esclavos haitianos. Y por eso no había que importar nuevos esclavos "recién llegados" de Africa. De este modo entre los negros esclavos de Santo Domingo se fue atenuando la vinculación con el Africa, y se operó un largo proceso de transculturación en sentido hispánico. Plantaciones (francesas en la colonia de Haití) y hatos (españoles, en Santo Domingo) es otra diferencia fundamental en el desarrollo social de los dos países.”

– “El antihaitianismo no es obra ideológica de los grupos superiores dominantes -como han dicho muchas personas-; es algo que penetró hasta en el folklore nacional. A comienzos de este siglo se asustaba a los niños diciéndoles: "Vete a acostar que ahí viene el haitiano". Y el folklore, en resumidas cuentas, no es otra cosa que la cultura de los pobres. Los llamados "horrores de Dessalines" están documentados nada menos que en el propio diario de campaña de Dessalines.”

– “Toussaint no entendió nunca la razón por la cual los dominicanos negros no manifestaban tanto interés como los haitianos en la lucha por abolir la esclavitud. Tampoco lo entendió Dessalines. Price-Mars, el sociólogo y etnólogo haitiano, nos acusa de bovarysmo, esto es, de creernos ser lo que no somos; unos negros que nos creemos blancos. Pensó el Dr. Price-Mars que se trataba de una manifestación hipócrita del pueblo dominicano. Es, en realidad, un problema de cultura. No somos blancos de verdad; somos negros de mentira; que son dos formas de decir lo mismo: piel negra y lengua española. La autopercepción racial del dominicano -sea blanco, mulato o negro- lo revela poco menos que "desvinculado" culturalmente de Africa y atado a la cultura hispánica, todo ello sin sombra de hipocresía. Lo cual quiere decir que el pleito actual entre "africanistas" e "hispanistas" está mal planteado desde la raíz.”

– “El Santo Domingo español es plenamente una población de mulatos desde mediados del Siglo XV; desde esa fecha la corona española tuvo que aceptar que los mulatos tuviesen cargos públicos. Eso contribuyó mucho entre nosotros a la atenuación de los prejuicios raciales.”

– “Tiene razón Juan Bosch cuando dice que Santo Domingo nunca ha tenido una guerra social. Podemos añadir que tampoco nunca ha tenido una guerra racial. Los sociólogos e historiadores, desde luego, no nos explican porqué no han ocurrido ninguna de las dos cosas.”

Pensador por excelencia, independiente de si rema con la filosofía, la sociología, la lingüística, la crítica literaria, las relaciones públicas o la comunicación social, Federico Henríquez Gratereaux es una de las figuras cimeras del mundo cultural dominicano. Sus aportes a la comprensión de ese reino es indiscutible. Y lo es, porque, como cuestionó entre ubres de novelastras, “el hombre y la naturaleza tal vez oscilen, en un pendulación perpetua, entre el caos y el orden. ¿Hay o no hay una historia universal? ¿El hombre progresa, o regresa? ¿Hace  círculos  o espirales? ¿Avanza o retrocede, simultáneamente?”

De ahí la envergadura de su figura y mi agradecimiento a un antillano arraigado, más que en Israel, en el seno de su pueblo y de su historia. Una historia, por demás,  que a pesar de que “nadie puede saltar fuera de su sombra”, tal y como afirmaba, es, debido a sus contrariedades, universal. Y eso así, aun cuando nos tocara coincidir y, no repetidas veces, diferir, en los pasillos desprovistos de tapetes de un circunstancial supermercado, sabatino y nacional.