Mi querido Don Hugo. Tantas cosas aprendí de él. Un grande que se hacía pequeño para “aprender”. Como los sabios, escuchaba con toda su atención a lo que le exponían,  y ay de ti, si tus palabras no eran claras y precisas. Un aluvión de preguntas se te vendría encima.

Despachar con ese Canciller, mi jefe,  requería hacer una maestría, porque te hacía preguntas claves para desencadenar un proceso de toma de decisión en el cual te podías sentir  fiscalizada pero a la vez  importante. Y eso te motivaba a prepararte cada vez mejor para la siguiente oportunidad de despachar temas propios del quehacer diplomático y de política exterior.

Doctor Hugo Tolentino Dipp

Valoraba el empeño que cada uno de nosotros, sus colaboradores,  le ponía antes de sentarse frente a él. Trataba a todo el mundo exactamente igual. Lo vi codearse con Ministros, Embajadores y  Reyes y luego entablar un párrafo con un lavador de carros. Me enseñó que la vida solo es posible cuando se vive basada en principios y en la que la dignidad propia es el único tesoro humano que vale la pena proteger.  Con Don Hugo se aprendía todos los días. Detestaba todos esos anglicismos como OK y Bye-bye. Había que reemplazar aquellos con “De acuerdo” y “Hasta luego”. Hoy me doy cuenta que aquellas exigencias iban dirigidas a mantenerte concentrada y a darle valor a cada palabra utilizada. Estar presente en el momento.

En el marco de la OEA, sus pares, compañeros Cancilleres de la época le decían “profesor” y pocas veces he sentido un silencio igual como cuando, casi siempre de último, tomaba la palabra en las reuniones que le acompañe.

En todos los foros internacionales en los que participó, se esmeró por dejar el nombre de la Patria en alto. Con dignidad y decisión, supo pararse de frente a quienes en algunas ocasiones quisieron socavar la soberanía de nuestro país y pretender manipular sus destinos. No lo permitió. Hacerlo hubiese sido terrible para él y su conciencia, y él lo sabía.

Como ser humano, irrepetible. Poeta, enamorado de la historia y un gran maestro. Nunca perdía una oportunidad para dar una cátedra a los que teníamos la dicha de rodearlo. A veces cascarrabias, pero después te pasaba la mano como un amigo, un padre, un mentor. Doy gracias a Dios que me despedí de él aún en su lucidez y pude complacer uno más de sus pedidos para terminar su último trabajo.

Tengo tantas anécdotas entre aquel día en el que entré a su Despacho con 26 añitos y más miedo que vergüenza, hasta el momento en el que entregué yo misma su carta de renuncia al entonces Presidente de la República, Ing. Hipolito Mejia, dos años después. Esa amistad entre ambos no mermó tras ese momento, al contrario, el respeto que se profesaban quedó genuinamente intacto.

Hasta siempre “mi querido”, nunca olvidaré su inmensa presencia, su capacidad de llenar todo el espacio y a la vez dejar que cada quien abriera sus alas…

 

Nota: Escrito el 15 de julio de 2019, el día de su muerte. Joan M. Cedano, Asistente del Dr. Tolentino Dipp 2001-2003.